Hace 120 años nacía Jim Braddock: el “Cinderella Man” del boxeo

En el boxeo hay algo que importa más que cualquier otra cosa, más que el coraje, más que la fuerza, más que el talento: la motivación. James Walter Braddock, para todos simplemente Jim, tuvo una que lo llevó más lejos de lo que jamás habría imaginado: su familia.

Jim Braddock nació en 1905 en Hell’s Kitchen, Nueva York, a apenas dos manzanas del Madison Square Garden. Su familia, de origen irlandés y profundamente católica, vivía en condiciones humildes, y Jim, siendo aún adolescente, se vio obligado a hacer trabajos modestos para ayudar a sus hermanos. Entre 1919 y 1923 trabajó como mensajero para Western Union, repartidor y aprendiz en una imprenta. Fueron también los años en los que descubrió el boxeo, perfeccionó su técnica y llegó a ganar el campeonato amateur de Nueva Jersey, en las categorías de peso semipesado y peso pesado.

A los 21 años se hizo profesional, compitiendo como semipesado y obteniendo buenos resultados. Al poco tiempo se le presentó la oportunidad de enfrentarse a Tuffy Griffiths, un boxeador muy bien considerado y favorito en todos los pronósticos. Contra todo pronóstico, Jim ganó. Al año siguiente, el 18 de julio de 1929, se midió con Tommy Loughran en un combate por el título mundial de los semipesados. Loughran, boxeador muy astuto, evitó a toda costa la temida derecha de Braddock, sin ofrecer nunca un blanco fijo. Así fue como Jim perdió el combate, y además sufrió una seria fractura en la mano derecha, la primera de muchas, revelando una preocupante fragilidad ósea.

Tras la derrota cayó en depresión, pero trató de salir adelante, sobre todo por su familia. El 25 de enero de 1930 se casó con Mae, la mujer que estaría siempre a su lado y con la que tendría tres hijos: James, Howard y Rosemarie.

Fueron los años de la Gran Depresión, que golpeó con fuerza la vida de millones de personas que lo perdieron todo. Entre ellas, Jim Braddock.

Sin trabajo y con la mano derecha gravemente lesionada, Braddock aceptó numerosos combates tratando de mantener a su familia y poner algo de comida sobre la mesa. Perdió dieciséis de sus últimos veintidós combates, fracturándose varias veces la mano derecha. Finalmente decidió colgar los guantes. Tocó fondo: tragó su orgullo y terminó pidiendo limosna a amigos y conocidos, recurriendo incluso al gobierno para recibir asistencia.

Para conseguir algo de dinero, Jim empezó a trabajar como estibador en el puerto. Pero su mano derecha le dolía demasiado, así que se vio obligado a esforzarse usando solo la izquierda, fortaleciendo sin saberlo ese brazo.

Luego entraron en juego el destino, con sus imprevisibles maquinaciones, un buen mánager, Joe Gould —a quien el boxeador estaría unido para siempre— y, sobre todo, la feroz determinación de Braddock a no rendirse ante la adversidad. Para recuperar la forma, Jim volvió a entrenar con una intensidad brutal y, gracias a Gould, regresó al ring, logrando algunas victorias.

En 1934 se le presentó la oportunidad de enfrentar a John Corn Griffin debido a una cancelación de último minuto. Para sorpresa de todos los presentes, en el tercer asalto Braddock noqueó a Griffin. Luego vino John Henry Lewis, a quien venció por puntos, una vez más contra todos los pronósticos, y después Art Lasky, derrotado por decisión unánime.

Así fue como obtuvo la posibilidad de luchar por el título, contra Max Baer, uno de los pegadores más temibles de todos los tiempos. Una vez más, Braddock partía como no favorito. Pero supo aprovechar las lecciones del pasado y, sobre el ring, se mantuvo alejado de la demoledora derecha de Baer, llevando a cabo un combate lleno de inteligencia y determinación.

El 13 de junio de 1935, en aquel Madison Square Garden que de niño solo había visto desde lejos, Jim completó su obra maestra: derrotó contra todo pronóstico —las apuestas estaban 10 a 1 en su contra— a Max Baer por decisión unánime.

Se convirtió así en campeón mundial de los pesos pesados y, para todos, en el Cinderella Man.

Más adelante, Braddock participó en varios combates de exhibición, hasta que se organizó la primera defensa del título contra un emergente Joe Louis. En aquel momento, Jim sufría una grave artritis en las manos, al punto de subir al ring con los brazos entumecidos por los medicamentos que tomaba para aliviar el dolor.

A pesar de su estado, Jim no dudó ni un segundo, movido también por razones tal vez poco nobles y prosaicas, pero igualmente reales: el dinero. Joe Gould había logrado negociar un contrato que le aseguraría a Braddock el 10% de las ganancias futuras de Louis durante los siguientes 10 años, además de una bolsa sustanciosa.

Aunque parezca una contradicción, Jim hizo todo lo posible por ganar, e incluso derribó a Louis en el primer asalto. Pero Joe tenía 23 años y estaba en plena forma, mientras que Jim tenía 32 y estaba desgastado. En el octavo asalto cayó a la lona, fulminado por un poderoso gancho de derecha de Louis, sin poder volver a levantarse.

Más tarde ganó un último combate, en 1938, contra Tommy Farr, por decisión unánime después de derribar a su rival tres veces. Luego se retiró.

En 1942, junto a su fiel Joe Gould, se alistó en el ejército de los Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, prestó servicio en la isla de Saipán, donde entrenó a los soldados en combate cuerpo a cuerpo.

A su regreso, trabajó en el sector de la construcción, participando en la edificación del puente Verrazzano en Nueva York y como proveedor de equipos para la Marina.

Braddock falleció mientras dormía, en 1974, a los 69 años. En paz consigo mismo.

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