La espectacular pelea del pasado viernes entre Katie Taylor y Amanda Serrano, válida por los cuatro títulos mundiales femeninos del peso superligero, entusiasmó y divirtió a todos, pero también generó reacciones muy diversas en relación con el veredicto por decisión unánime que premió a la boxeadora irlandesa. (Haz clic aquí para leer nuestro análisis).
Por un lado, la mayoría de los principales expertos internacionales defendieron el trabajo de los jueces, argumentando que fue un combate reñido que podía haber favorecido a cualquiera de las dos sin causar controversias. Por otro lado, un gran número de aficionados denunció un «robo», considerando que Amanda Serrano ganó de manera clara.
Hasta aquí, nada malo ni extraño. Desde hace años, quien les escribe está convencido de que juzgar un combate de boxeo no es una ciencia exacta, que muchos asaltos no pueden asignarse sin una fuerte dosis de subjetividad y que, en definitiva, no existe una verdad absoluta sobre quién es el ganador de una pelea equilibrada, sino múltiples verdades, todas respetables, dependiendo del criterio adoptado por quien da su opinión.
Por estas razones, aunque al final del combate del viernes yo también tuviera a Katie Taylor con un punto de ventaja, al igual que los tres jueces, no tengo ningún problema en aceptar la opinión de quienes, a diferencia de mí, hubieran dado la victoria y los cinturones a la retadora puertorriqueña. Sin embargo, lo que me dejó perplejo e inspiró la redacción de este artículo es uno de los argumentos más utilizados por los defensores de la teoría del «robo», es decir, la supuesta evidencia aplastante proporcionada por las estadísticas de golpes conectados.
Apoyar una opinión sobre las tarjetas de un combate señalando la tabla elaborada por Compubox es un mal hábito que he observado a lo largo de los años en una gran cantidad de aficionados y, a veces, incluso en algunos profesionales de mala fe. Las razones por las que no debería hacerse son numerosas, y en este artículo intentaré destacar las más lógicas y evidentes.
Para empezar, algunos aficionados, especialmente aquellos más rudimentarios en su análisis interpretativo, cometen el grave error de fijarse exclusivamente en las estadísticas totales, comparando el número de golpes conectados por ambos boxeadores a lo largo de todo el combate. Este dato, en relación con la puntuación final, es muy poco representativo, ya que los asaltos en un combate de boxeo se juzgan uno a la vez y no en su conjunto.
Si un boxeador gana de manera clara y amplia seis asaltos, sin derribos ni un dominio tal que justifique un «10-8», pero pierde los otros seis asaltos de forma muy ajustada, las estadísticas de golpes probablemente estarán muy desequilibradas a su favor, pero el 114-114 seguirá siendo el resultado más justo.
Sin embargo, incluso desglosando cada asalto y analizándolo correctamente como una entidad separada, Compubox sigue siendo una herramienta deficiente para elaborar una tarjeta de puntuación por dos razones fundamentales: la falta de información sobre la eficacia de los golpes y la ausencia de garantías sobre la veracidad de los números.
El primer factor es especialmente crucial. Cualquiera que tenga un conocimiento mínimo de las dinámicas del boxeo profesional sabe que un golpe devastador que hace tambalear las piernas del oponente tiene un valor inmensamente mayor, en términos de puntuación, que un toque suave apenas perceptible para quien lo recibe. Sin embargo, desde el punto de vista de Compubox, ambos golpes tienen el mismo valor: 1.
Muchos se dejan engañar por la expresión “power punches” que aparece en las tablas publicadas por la entidad estadounidense. En realidad, contrariamente a lo que podría pensarse en un primer momento, este término no se refiere en absoluto a los golpes «potentes», sino a cualquier golpe que no sea un jab. Un gancho débil e ineficaz al cuerpo durante un clinch será registrado bajo la categoría de “power punches”, mientras que un directo izquierdo que mueve la cabeza del oponente medio metro hacia atrás se incluirá en la categoría de “jab”. En otras palabras, esos números son un auténtico agujero negro que pueden significar todo o nada.
El otro aspecto que mencioné, es decir, la ausencia de garantías sobre la veracidad de los datos, también merece ser considerado. Personalmente, no tengo motivo alguno para dudar de que los responsables de Compubox actúen con total buena fe y que quienes están encargados de “presionar los botones” durante el desarrollo de un combate se esfuercen al máximo por captar el impacto de cada golpe.
El problema es que esta tarea, aparentemente sencilla, se vuelve realmente prohibitiva en algunos combates particularmente intensos o caóticos, al punto de que el margen de error no puede ser sino considerablemente alto. Recuerdo, por ejemplo, que mientras veía el combate entre Errol Spence Jr y Shawn Porter con un amigo cercano, este último, tras una de las innumerables combinaciones cerradas de Porter, se preguntó en voz alta: “¿Pero cómo logran contar los golpes en estas situaciones? ¿Hacen un aproximado?”
Y es que las ráfagas de golpes que Porter era capaz de lanzar en una fracción de segundo eran prácticamente imposibles de contar y catalogar de forma precisa y en tiempo real por un observador sin superpoderes. De manera similar, en un combate con un ritmo tan frenético e intenso como Taylor vs Serrano 2, es totalmente legítimo cuestionarse cuántos golpes habrán pasado desapercibidos para los encargados de Compubox y cuántos otros habrán sido asignados por error, habiendo impactado en los guantes o en los brazos.
Las dificultades interpretativas del combate entre estas dos extraordinarias exponentes del Noble Arte, que se presentaron en el AT&T Stadium de Arlington, son evidentes si consideramos que los tres jueces oficiales, a pesar de coincidir en el mismo puntaje final, solo otorgaron de manera unánime cuatro de los doce asaltos. Estas dificultades fueron magistralmente resumidas por el director de The Ring, Douglass Fischer, quien al finalizar el combate publicó el siguiente mensaje en X:
Serrano siempre impondrá un ritmo más alto que Taylor y conectará los golpes más contundentes, pero las manos rápidas de Katie, sus combinaciones y sus precisos directos de derecha siempre captarán la atención de los jueces. Y los asaltos de 2 minutos son PERFECTOS para el estilo de Taylor.
En definitiva, elaboren como prefieran su tarjeta personal del combate y defiendan con convicción, si lo consideran justo, sus argumentos sobre quién fue la ganadora moral de esta contienda. Pero al hacerlo, por favor, no usen Compubox, porque su opinión, a los ojos de quienes comprenden las dinámicas de este deporte, perderá de inmediato peso y consistencia.