Anoche en Calangianus, en el evento organizado por la Promo Boxe Italia de Mario Loreni, se disputó uno de los combates más espectaculares del boxeo italiano reciente. Francesco De Rosa conquistó el título EBU Silver del peso supergallo, pero para lograrlo tuvo que atravesar el mismísimo infierno, porque su rival, el belga de origen armenio Geram Eloyan, lo arrastró a una auténtica guerra sin cuartel. El duelo, digno de una nominación a Fight of the Year, terminó a favor del italiano por KO técnico en el décimo asalto.
La llamada “fase de estudio”, en la que los púgiles intentan descifrar los movimientos, el estilo y las características del rival sin asumir demasiados riesgos, duró apenas medio asalto. Ya en la segunda mitad del primer round ambos habían empezado a lanzar sus armas pesadas.
Avanzando como un carro de combate, De Rosa mostró de inmediato su esencia de guerrero indomable, dispuesto a encajar un golpe con tal de colocar dos propios: un estilo típico de la escuela mexicana que rara vez vemos en Italia.
Pero Eloyan no se quedó mirando. El belga trató de responder a cada ofensiva con gran determinación, y ya en el segundo asalto, aunque De Rosa imponía un ritmo de trabajo superior y mantenía firmemente la iniciativa, tenía el pómulo izquierdo visiblemente marcado.
El salernitano intentó entonces introducir ajustes en su plan de combate y, a partir del tercer round, comenzó a mover más el tronco al avanzar para pasar por debajo de los contragolpes del rival antes de entrar en corta distancia.
El ritmo siguió altísimo: cada vez que el italiano insinuaba una leve bajada de intensidad, Eloyan salía de su caparazón y lo forzaba a intercambiar de nuevo con furia, desatando el entusiasmo del público.
Tras cinco asaltos, De Rosa tenía una ventaja clara en las tarjetas: pese a sus esfuerzos, el campeón no lograba contrarrestar la impresionante cantidad de golpes del italiano. Pero justo cuando la pelea parecía encaminada por un sendero previsible, un giro dramático dejó atónitos a los aficionados y estuvo a punto de cambiar todo.
Quizá demasiado confiado, durante el sexto round Francesco se quedó un instante de más frente al rival con la guardia baja. Eloyan lo aprovechó de inmediato para conectar un gancho de izquierda tremendo que envió al italiano a la lona. De Rosa, visiblemente tocado, se levantó, pero cayó de nuevo contra las cuerdas poco después debido a otro gancho de izquierda, lo que provocó una segunda cuenta.
Sólo su impresionante fuerza de voluntad le permitió escuchar la campana y regresar a su esquina con sus propias piernas, obteniendo ese minuto de descanso que tanto necesitaba.
De Rosa recuperó la claridad suficiente para recomponerse, aunque aún tuvo que soportar momentos difíciles en el round siguiente, donde Eloyan, oliendo sangre, se lanzó con todo y conectó varios uppercuts al cuerpo realmente duros.
Como un ave fénix resurgiendo de sus cenizas, el italiano encontró dentro de sí el coraje y la determinación para remontar, y a partir del octavo round volvió a convertirse en un auténtico rodillo.
En dos ocasiones —primero en el octavo y luego en el noveno— Eloyan pareció al borde del derrumbe, pero se mantuvo estoicamente en pie. La tercera, sin embargo, fue la definitiva: en el décimo asalto, una larga combinación de De Rosa colapsó el sistema nervioso del belga, que perdió el control de las piernas y quedó tambaleando en el centro del ring, totalmente indefenso.
Con un movimiento preciso, el árbitro inglés Kevin Parker intervino abrazando a Eloyan y decretando el KO técnico. Tras unos segundos de confusión —mientras el ganador era llevado en hombros por su equipo—, el derrotado protestó tímidamente, pero desde mi punto de vista la intervención fue oportuna y ejemplar. Eloyan estaba literalmente KO de pie, y permitir más golpes habría sido extremadamente peligroso.
Un triunfo emocionante para Francesco De Rosa, que tras la magnífica victoria lograda el año pasado en el Reino Unido da otro paso hacia escenarios de alto nivel, ofreciéndonos además un espectáculo inolvidable.
Por muy agradecidos y admirados que estemos con Francesco tras esta actuación, debemos implorarle a él y a su equipo que trabajen de manera obsesiva en la defensa de cara a los próximos compromisos. De Rosa entretuvo, emocionó y ganó, pero también estuvo a un paso del desastre y recibió una cantidad considerable de golpes duros.
Como dice el viejo dicho, “un boxeador es como una hucha”: cada golpe que recibe es una moneda más que se deposita dentro, acercando el momento en que se llena, es decir, el punto de no retorno. Francesco, además de ser un gran boxeador, es un chico inteligente, y estamos seguros de que intentará aplicar los ajustes necesarios para mantenerse entero y en la élite el mayor tiempo posible.
