Virgil Hill vs Thomas Hearns: la última obra maestra del Motor City Cobra

Una carrera brillante, que lo había llevado a enfrentarse con todos los grandes nombres de su época, con títulos mundiales conquistados en cinco categorías de peso, desde los wélter hasta los semipesados, y un lugar asegurado en el Salón de la Fama: en 1991, Thomas Hearns ya había logrado más de lo que la gran mayoría de los boxeadores puede siquiera soñar. Y sin embargo, el 3 de junio de ese año, a pesar de la opinión contraria de su histórico entrenador Emanuel Steward, intentó una nueva hazaña, desafiando al campeón mundial WBA del peso semipesado, el invicto Virgil “Quicksilver” Hill. Regresemos entonces con la memoria al Caesars Palace de Las Vegas para celebrar el aniversario de la última obra maestra del Motor City Cobra.

Una dolorosa separación, en busca de la última hazaña

Los aficionados al boxeo de larga data recuerdan el emotivo diálogo entre Thomas Hearns y Emanuel Steward después del terrible primer asalto entre el Motor City Cobra y el Maravilloso Marvin Hagler: el boxeador de Detroit le confesó en aquella ocasión a su entrenador que se había fracturado una mano, despertando en el gran técnico una profunda y sincera preocupación.

Momentos conmovedores como ese, pero sobre todo grandes victorias, vivieron muchos juntos, empujándose mutuamente a alcanzar nuevos retos cada vez más ambiciosos. Sin embargo, llegó el momento en que Steward dijo basta: en su opinión, Thomas Hearns ya le había dado al boxeo todo lo que tenía para dar, y debía colgar los guantes antes de arriesgarse a una derrota dolorosa.

El motivo del desacuerdo, como era de esperarse, fue el combate del que hoy hablamos: aquel desafío al talentoso Virgil Hill que, según el veterano entrenador, representaba un riesgo demasiado grande. Así, tras muchos años y muchas batallas juntos, los dos decidieron separarse. En la esquina del Cobra estaría Alex Sherer, excolaborador de Steward en el legendario gimnasio Kronk.

La tarea de Hearns parecía, sobre el papel, muy difícil: desde su debut profesional, el excampeón olímpico de plata Virgil Hill había acumulado 30 victorias consecutivas y se preparaba para defender su título mundial por undécima vez…

Velocidad contra potencia: ¡una victoria en remontada!

No fue un inicio fácil para el Motor City Cobra. Frente a él tenía a un boxeador extremadamente veloz, con un jab de izquierda fulminante y un excelente sentido del tiempo, que no le permitía al retador encontrar la distancia ideal para lanzar sus característicos golpes explosivos.

Además, Hearns se mostraba algo rígido y torpe: sacudía los brazos repetidamente, como intentando recuperar la fluidez perdida, y tenía dificultades para dar continuidad a sus acciones, al no ver espacios claros para conectar.

Así, Hill logró adelantarse en las tarjetas: tras un inicio muy táctico, el campeón no dudó en aumentar el ritmo, accionando su jab de forma continua y alternándolo con ganchos de izquierda precisos, aunque no especialmente potentes. Al término del quinto asalto, Quicksilver daba la impresión de tener el combate completamente bajo control.

Fue en ese momento cuando debió de activarse algo en la cabeza del astro de Detroit. Tras haber probado los golpes del rival y haberse dado cuenta de que no representaban un riesgo demasiado alto para él, Hearns decidió dejar a un lado cualquier temor reverencial y dar paso a ese boxeo ofensivo que lo había hecho famoso.

Sin preocuparse por el hecho de estar compitiendo cuatro categorías por encima de aquel peso wélter en el que se había coronado campeón mundial por primera vez, el Cobra dominó el sexto asalto con combinaciones violentas e insistentes, dándole un fuerte empujón al destino del combate. A partir de ese momento, la inercia cambió radicalmente.

Cabe destacar que Hill no se vino abajo ante las primeras dificultades: el campeón jamás fue derribado, encajó con gran estoicismo golpes que a simple vista parecían muy peligrosos y siguió intentando tejer su estrategia. Sin embargo, las certezas que traía consigo, respaldadas por las cuotas de las casas de apuestas que lo daban como favorito, empezaban a tambalearse ante una diferencia física evidente que probablemente no se esperaba.

Incluso en los asaltos más parejos de la segunda mitad de la pelea, era la mayor potencia del retador lo que inclinaba la balanza en la puntuación, y así poco a poco la ventaja inicial de Quicksilver se fue erosionando y acabó desapareciendo, hasta el punto de que los dos boxeadores llegaron a los llamados championship rounds en una situación de equilibrio sustancial.

Es probable que, antes de levantarse del banquillo para disputar los últimos seis minutos del combate, a Thomas Hearns se le haya pasado por la mente toda su carrera. El título ganado de forma brutal ante Pipino Cuevas, los históricos duelos con su eterno rival Sugar Ray Leonard, el devastador KO infligido a Roberto Durán, la inolvidable guerra contra Marvin Hagler y todos los campeonatos mundiales disputados a lo largo de una vida dedicada al boxeo lo habían llevado allí, a ese ring del Caesars Palace, en busca de otro destello victorioso.

La ansiada meta estaba ya al alcance de la mano y el Cobra no podía dejarla escapar: a pesar del cansancio, tiró de corazón, conectó los últimos golpes decisivos y se llevó el combate por un suspiro, superando a su rival en las puntuaciones. De hecho, si bien un juez le dio una ventaja cómoda de cuatro puntos, los otros dos otorgaron al retador apenas dos puntos de diferencia, señal de que le habría bastado perder un asalto más para quedarse con la miel en los labios.

La carrera del Motor City Cobra continuó durante varios años más, aunque sin nuevos triunfos del mismo calibre. Tras perder el cinturón del peso semipesado ante Iran Barkley por decisión dividida, Hearns incluso subió al peso crucero, donde conquistó títulos menores como el de la WBU y la IBO, pero ya no obtuvo nuevas oportunidades de campeonato con ninguna de las cuatro principales organizaciones.

De todos modos, el valor de la hazaña lograda en el Caesars Palace quedó reforzado por el desarrollo posterior de la carrera de Virgil Hill, quien pronto volvió a ser campeón mundial, defendió el título en otras diez ocasiones y se consagró también campeón en la categoría de los cruceros. Hearns había domado a un gran boxeador, demostrando a todos los que lo daban por acabado que a un verdadero campeón siempre se le debe conceder la oportunidad de afrontar un último y estremecedor desafío.

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