A un paso del paraíso: la historia inconclusa de Yvon Durelle

En el deporte, como en la vida, a veces se llega a estar a pocos centímetros de un éxito que podría cambiarlo todo. Esos pocos centímetros marcan la diferencia entre la gloria eterna y el abismo del olvido, entre la felicidad buscada con feroz determinación y el túnel de los arrepentimientos. El 10 de diciembre de 1958, Yvon Durelle, el protagonista de esta historia, estuvo a un paso de una victoria que habría cumplido su sueño y grabado su nombre de manera indeleble en la lista de campeones mundiales de la historia del boxeo. Hoy, en el aniversario de esa noche mágica, queremos relatar lo que ocurrió en el Forum de Montreal hace 66 años.

Durelle nació en Baie-Ste-Anne, un pequeño pueblo pesquero en la región canadiense de New Brunswick. Como muchos de sus contemporáneos, dejó la escuela muy joven para ayudar a su familia en la pesca. Durante los fines de semana, cuando no estaba trabajando en el barco, empezó a boxear para complementar sus ingresos. Este trabajo le valió el apodo de «Fighting Fisherman» (“Pescador Luchador”), un nombre que lo acompañaría durante toda su carrera.

Aunque no contaba con una técnica refinada, su agresividad y tenacidad eran notables. Durelle debutó como profesional antes de cumplir los diecinueve años, iniciando una carrera irregular, marcada por un constante crecimiento físico que lo llevó desde el peso wélter hasta los semipesados. Su desempeño culminó en una brillante actuación contra el ex campeón olímpico Floyd Patterson, quien luego se coronaría campeón mundial de los pesos pesados y que lo venció por un estrecho margen.

Fue entonces cuando algo en la mente del joven canadiense se quebró. Durelle cayó en una racha de derrotas de la que parecía no poder escapar, se fracturó una mano e incluso perdió dos veces por descalificación, evidenciando la pérdida de su estabilidad emocional. Sin embargo, cuando un boxeador ha sentido dentro de sí el fuego sagrado de los grandes guerreros, sabe que ese fuego puede volver a encenderse en cualquier momento. A veces, basta un estímulo pequeño, un episodio aparentemente trivial, para recuperar la confianza perdida y volver a dominar a los rivales entre las dieciséis cuerdas. No sabemos qué fue lo que devolvió la chispa a Yvon Durelle, pero sabemos que a partir de julio de 1956 su carrera dio un giro espectacular. El Pescador Luchador empezó a acumular victoria tras victoria, ganándose la oportunidad de desafiar al campeón mundial de los semipesados, el legendario Archie Moore.

Moore llegó al ring con un récord impresionante de 174 victorias, 21 derrotas y 9 empates. Estaba a punto de cumplir 42 años, y tras una larga y agotadora carrera, los primeros signos del inevitable declive físico empezaban a notarse en las actuaciones de la «Vieja Mangosta». No obstante, en la categoría de los semipesados seguía siendo considerado invencible, y su visita a Canadá para enfrentarse al valiente ídolo local era vista por muchos como una especie de paseo.

La misma Vieja Mangosta presumiblemente subestimó el compromiso, tanto que, tras el primer sonido de la campana, se plantó frente a su adversario, molestándolo perezosamente con el jab y limitándose a esquivar los golpes doblando el torso en defensa. Tanta superficialidad casi lo llevó al desastre: ¡un derechazo letal de Durelle dirigido a la mandíbula mandó al campeón a la lona!

Simultáneamente, todos los espectadores se levantaron de sus asientos: ante sus ojos incrédulos se estaba gestando un milagro deportivo. Moore se levantó con un esfuerzo colosal a pocos instantes de terminar el conteo y trató desesperadamente de resistir los ataques furiosos de su hambriento rival, pero sus piernas no respondían a sus órdenes. Tras caer nuevamente por la pérdida de equilibrio, fue abatido una vez más por un terrible derechazo con la potencia de un tren en marcha, cayendo entre los gritos del público ya en éxtasis. Lo que debía ser una tranquila exhibición de talento se estaba convirtiendo para Archie Moore en una verdadera pesadilla.

Si bien la determinación, el coraje y el directo de derecha de Yvon Durelle eran de primer nivel, no se podía decir lo mismo de sus habilidades técnicas. Cuando el viejo Moore, recuperado durante el minuto de descanso y plenamente consciente de la peligrosidad del canadiense, empezó a pelear con la prudencia debida, moviéndose por el ring y elevando la guardia cuando era necesario, para el Pescador Luchador se volvió cada vez más complicado encontrar el blanco.

El protagonista de nuestro relato, sin embargo, no dejó de intentarlo y el destino le concedió una última gran oportunidad. A partir del cuarto asalto, un Archie Moore nuevamente relajado cometió el error de aceptar cada vez más intercambios directos. Durelle agradeció el regalo y, en el quinto asalto, tras acorralarlo contra las cuerdas, lo derribó con uno de sus proverbiales derechazos.

Una vez más, el retador tuvo la oportunidad de buscar el golpe decisivo: una lluvia de golpes al rostro y al cuerpo arremetió contra Moore desde todas las direcciones, pero el estadounidense, demostrando una tenacidad infinita, resistió estoicamente, incluso llegando a sacudir a su retador tras soportar su ofensiva. A partir de ese momento, no hubo más historia: escapando al ciclón, la Vieja Mangosta dominó con claridad creciente, encontrando el nocaut en el undécimo asalto.

Hubo una revancha entre ambos púgiles al año siguiente, pero el tren para el Pescador Luchador ya había pasado: Moore se impuso en solo tres asaltos sobre un Durelle aún traumatizado por los trágicos sucesos ocurridos en su pueblo dos meses antes, cuando 35 pescadores, varios de ellos amigos suyos, murieron ahogados durante una terrible tormenta. La carrera de Durelle al más alto nivel había terminado.

No obstante, el primer combate entre el Pescador Luchador y Archie Moore jamás será olvidado, siendo uno de los enfrentamientos más emocionantes y dramáticos del siglo pasado. A este respecto, el célebre árbitro Mills Lane dijo una vez: “No creo que vuelvan a ver un combate como el Durelle vs Moore. Esa pelea superó lo que son los grandes combates”.

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