Cuando Andy Ruiz Jr. arrasó con Anthony Joshua en junio de 2019, muchos se preguntaron cómo era posible que un boxeador con un físico tan fofo pudiera destacar entre los protagonistas de la categoría reina. Sin embargo, Ruiz no fue el primer peso pesado con un cuerpo “cuestionable” en dejar su huella en la historia del boxeo. Hace 115 años, el 12 de marzo de 1910, nació en Estados Unidos un ilustre predecesor suyo, el folclórico “gordito” de manos de hierro, Tony Galento. Su cintura (más de cien kilos repartidos en una altura de 1,75 metros) se compensaba con un formidable gancho de izquierda y una mandíbula irreal, al punto de convencer a su médico personal de que Tony era “insensible al dolor”. En el aniversario de su nacimiento, repasamos su historia.
El anti-profesional por excelencia
Dueño y gerente de un bar en su ciudad natal, Orange, en Nueva Jersey, Galento se entrenaba después de cerrar el negocio a las dos de la madrugada, un primer indicio de lo excéntrico que era como atleta. La profesionalidad era un concepto ajeno a Tony: bebedor empedernido y comedor voraz, el estadounidense no solo era incapaz de abstenerse de los excesos antes de sus compromisos, sino que a veces ni siquiera durante. Se cuenta que el 1 de mayo de 1931, cuando ganó tres combates en una misma noche en un mini-torneo de pesos pesados, fue visto bebiendo cerveza entre pelea y pelea.
Sin embargo, su “obra maestra” llegó al año siguiente, cuando, para ganar una apuesta y embolsarse 10 dólares, engulló 52 hot dogs uno tras otro el mismo día de su combate contra Arthur De Kuh. Durante tres asaltos, Galento recibió golpe tras golpe, apenas capaz de moverse, hasta que finalmente resolvió el pleito con su temido gancho de izquierda.
Adoptado y repudiado por el gran Jack Dempsey
Alguien había notado, en tiempos no tan obvios, que detrás de ese físico desastroso y esas maneras de bebedor incorregible también había talento. De hecho, el legendario campeón Jack Dempsey quiso convertirse en su mánager en 1933 y convenció a un reacio Jay Arcel de entrenarlo, aunque el célebre entrenador lo consideraba una pérdida de tiempo y dinero. Sin embargo, la asociación no duró mucho y terminó de una manera bastante peculiar.
Un día, Dempsey entró al gimnasio sin hacerse notar y vio a su pupilo en condiciones deplorables, más gordo que nunca, burlándose de sus compañeros de entrenamiento y haciendo el payaso en el ring. Cuando Galento se dio cuenta de la presencia de su mánager, lejos de avergonzarse, soltó una carcajada al ver lo elegante que iba vestido aquel que una vez había sido el Verdugo de Manassa.
Sin rodeos, Dempsey se quitó la ropa, se puso un par de guantes y le dio al joven boxeador una lección inolvidable. Mientras Galento se limpiaba la sangre del rostro, todavía aturdido por los golpes recibidos, Dempsey le dijo que buscara otro mánager. Luego, dirigiéndose a Arcel, sentenció: “Tenías razón: es una pérdida de tiempo intentar hacer un campeón de este cabezón.”
La redención de Galento: de nocaut en nocaut hasta el mundial
Tal vez la humillación sufrida a manos de Dempsey quedó grabada en su memoria y despertó en él una sed de venganza, o quizás fueron otras las razones, pero el hecho es que, a partir del verano de 1937, cuando arrasó con el desafortunado Al Ettore enviándolo dos veces fuera del ring con sus golpes, Tony Galento se volvió imparable. Once rivales cayeron noqueados consecutivamente, y aquella impresionante racha de victorias llevó al muchacho de Orange a conseguir una oportunidad por el título mundial en manos del legendario Joe Louis. Una ocasión tan prestigiosa que lo llevó a no beber alcohol durante dos días antes de la pelea, todo un récord para él.
Algunos creen que el trash talking en el boxeo, como estrategia para sacar de quicio al rival, fue introducido por Muhammad Ali, pero se equivocan: Galento llegó al mundial con todo tipo de provocaciones, al punto de que su frase “Voy a matar a ese tarro de basura”, pronunciada con un inglés popular y mal articulado, apareció en todos los medios de la época. Louis confesó más tarde que su rival logró enfurecerlo y que subió al ring con la firme intención de castigarlo.
El milagro que rozó: Joe Louis vs. Tony Galento
La pelea entre Louis y Galento fue breve, pero intensa y espectacular. Cegado por la rabia, el campeón salió con demasiada furia y, para sorpresa general del público, fue sacudido por un gancho de izquierda en el primer asalto. Recuperado del susto, Louis comenzó a bombardear a su rival con sus golpes demoledores y lo envió a la lona en el segundo round; era la primera vez en once años de carrera que Galento caía al suelo.
Sin embargo, las sorpresas no habían terminado: un terrible gancho de izquierda del retador volvió a sorprender a Louis en el tercer asalto, derribándolo estrepitosamente. La multitud quedó atónita, el milagro parecía estar a punto de ocurrir, pero a Tony le faltó el golpe final, y el campeón logró recuperarse para cerrar la pelea en el asalto siguiente, cuando una serie de golpes violentísimos quebró definitivamente la resistencia del valiente aspirante.
Durante varios minutos, un Galento inconsolable permaneció sentado en su banquillo con el rostro cubierto de sangre: “No me dejaron hacer mi pelea. Habría noqueado a ese idiota”, decía a su cutman Whitey Bimstein, apartándolo de un empujón cada vez que intentaba acercarse.
Las últimas locuras de un “personaje” incorregible
Su “pelea”, como explicó más tarde el propio Bimstein, habría sido la clásica riña callejera sin reglas a la que Galento estaba acostumbrado. Sus segundos lo convencieron de no cometer infracciones y de mover el torso para esquivar los golpes, una táctica que, según Bimstein, lo había dejado a un paso del triunfo. Pero para Tony, un combate “limpio” era inconcebible: “No veo nada malo en meterle el pulgar en el ojo al rival, tal vez solo un poquito…”, llegó a declarar.
Galento estaba dispuesto a cualquier artimaña para ganar, incluida la de no ducharse durante varios días antes de una pelea para molestar a sus rivales con su olor, que, según Max Baer, recordaba al de un atún en mal estado. Las trampas que evitó en la pelea por el título, sin embargo, las aplicó todas en su siguiente combate contra Lou Nova, que la revista The Ring calificó como la tercera pelea más sucia de todos los tiempos.
A pesar de aquella cuestionable victoria, la estrella del peleador de Orange estaba en declive: perdió antes del límite contra los hermanos Max y Buddy Baer y poco después se retiró.
Tony siguió siendo un personaje excéntrico incluso después de su carrera, incursionando en la lucha libre profesional, obteniendo pequeños papeles como actor, incluyendo uno en la obra maestra Nido de ratas, y participando en extravagantes espectáculos, como una pelea con un pulpo que escandalizó a los ambientalistas, hasta que se reveló que el animal ya estaba muerto por causas naturales antes del show y era movido artificialmente.
Diabético, falleció de un ataque al corazón el 22 de julio de 1979.