¿Puede el mejor semipesado de todos los tiempos no haber ganado jamás un título mundial en la categoría semipesado? Según muchos expertos calificados, tal paradoja es posible. Boicoteado por los poderes oscuros del boxeo de la época, Ezzard Charles se vio obligado a buscar la gloria y el cinturón entre los pesos pesados, a pesar de pesar poco más de 80 kilos, ya que en su división natural se le negó la oportunidad titular durante demasiado tiempo. Hoy se cumplen 50 años de la muerte de este extraordinario campeón, increíblemente moderno para su época y capaz de mostrar en el cuadrilátero una elegancia y un dominio técnico que aún hoy siguen siendo inolvidables. Repasemos entonces los capítulos fundamentales de la historia deportiva del Cobra de Cincinnati.
Un amateur (casi) invencible
Algunas fuentes atribuyen a Charles un récord inmaculado en el boxeo amateur, lo que lo convertiría en el único campeón mundial de los pesos pesados de la historia en no haber perdido nunca un combate con camiseta. En realidad, investigando a fondo los documentos oficiales, aparecen tres derrotas entre 1936 y 1937, cuando, de todos modos, el Cobra aún era un adolescente. Más allá de esta discusión de burócratas, no hay duda de que el joven Charles fue un amateur portentoso, ganador de varios torneos y en constante desarrollo físico, tanto que, tras debutar de niño como peso pluma, dio el gran salto al profesionalismo en la prestigiosa categoría del peso medio. Las premisas de su carrera sin camiseta no fueron menos prometedoras: Charles ganó sus primeros 17 combates y sufrió su primer revés ante el excampeón mundial Ken Overlin, que acababa de perder su título y contaba con un impresionante récord de 123 victorias en 149 peleas disputadas. Pero Ezzard no temía los desafíos imposibles y poco después, a pesar de la enorme desventaja en experiencia, derrotó al futuro miembro del Salón de la Fama Teddy Yarosz.
Victorias de prestigio y una dura lección
En esta primera etapa de su carrera parecía que todo le salía fácil a Charles: boxeadores de enorme talento, a menudo más pesados que él y casi siempre más experimentados, eran vencidos uno tras otro de forma clara e indiscutible. El fuera de serie Charley Burley, evitado por los campeones del mundo durante toda su carrera, fue derrotado dos veces a los puntos; el mismo destino sufrió el futuro campeón semipesado Joey Maxim, a pesar de tener una ventaja de 8 kilos a su favor. Pero la convicción de poder vencer fácilmente a cualquier oponente se volvió pronto en contra del joven prodigio de Cincinnati: tras su doble triunfo sobre Maxim, Charles aceptó una vez más enfrentarse a un gran boxeador más pesado, y esta vez Jimmy Bivins le dio una auténtica lección, derribándolo cuatro veces y ganando a los puntos. Poco después llegó otro varapalo, aún más duro, a manos de Lloyd Marshall: esta vez el peso de ambos era similar, pero Charles subió al ring pese a una lesión en la cadera y fue derrotado antes del límite tras sufrir nada menos que ocho caídas. El parón forzoso debido a la Segunda Guerra Mundial llegó entonces en el momento justo para poner en orden sus ideas.
Desde el Teatro Brancaccio, una marcha imparable
Los únicos combates que disputó Charles durante los años de la guerra fueron los organizados en el Teatro Brancaccio de Roma, como parte de un torneo promovido por los militares aliados en Italia. Apenas seis asaltos en total en casi tres años. Pero cuando el Cobra regresó a su país y volvió a tomarse el boxeo en serio, asentándose en la categoría de los semipesados, su rendimiento fue sencillamente espectacular. Desde febrero de 1946 hasta febrero de 1949, Ezzard disputó 31 peleas y ganó 30, con la única derrota sufrida a manos del poderoso Elmer Ray, un peso pesado que en su juventud participaba en luchas a mano limpia contra cocodrilos y que, a pesar de contar con diez kilos de ventaja, necesitó de una decisión muy dudosa para superar al Cobra. Por el contrario, cayeron bajo los golpes de Charles boxeadores del calibre de Archie Moore, los ya mencionados Marshall y Bivins, y el propio Elmer Ray, noqueado en la revancha. Lamentablemente, también hubo una tragedia que ensombreció esa racha de victorias: el joven Sam Baroudi, de 21 años, murió a causa de las lesiones sufridas en el combate contra Charles, dejando al futuro campeón mundial profundamente afectado por lo sucedido.
La hazaña histórica y el dominio sobre el legendario Louis
A pesar de que la oportunidad de retar al campeón mundial del peso semipesado Gus Lesnevich parecía estar siempre al alcance, finalmente un Charles cada vez más impaciente tuvo que rendirse ante los oscuros intereses que protegían al monarca. Sin querer envejecer esperando su oportunidad, cambió de rumbo y fijó su mirada en la categoría reina, entonces dominada desde hacía más de una década por el inmenso Joe Louis. Aunque apenas pesaba 80 kilos, Charles fue tomado muy en serio en sus aspiraciones y, cuando Louis optó por su primer retiro, señaló precisamente al Cobra de Cincinnati y al talentoso Jersey Joe Walcott como los dos púgiles más dignos de sucederle en el trono. A pesar de no ser el favorito, Charles firmó su obra maestra en el Comiskey Park de Chicago, neutralizando la reconocida capacidad de contraataque de Walcott con su velocidad y sentido del tiempo, coronando así su sueño. Aquella victoria histórica no fue suficiente para otorgarle un reconocimiento unánime: fue recién al año siguiente, cuando Joe Louis intentó recuperar su cetro y Charles lo dominó claramente a los puntos, evidenciando la pérdida de reflejos y velocidad del legendario Brown Bomber, que el mundo entero reconoció la grandeza del púgil de Cincinnati.
El final del cuento y las dos batallas con Rocky Marciano
Con el tiempo, la durísima carrera profesional empezó a pasar factura al Cobra, quien tras ocho brillantes defensas del título fue destronado por el mismo púgil al que había vencido para proclamarse campeón: fue Walcott, en efecto, quien le apagó las luces en 1951 con uno de los nocauts más bellos de la historia del peso pesado. Los intentos posteriores de Charles por recuperar el trono no dieron frutos, pero los que en 1954 lo enfrentaron al temible pegador ítaloamericano Rocky Marciano quedaron grabados para siempre en la historia. Aunque en la previa del primer combate muchos opinaban que Charles sería una simple víctima, el púgil de Cincinnati, con 33 años, puso en serios aprietos a su más joven rival, manteniendo el combate equilibrado durante mucho tiempo y resistiendo con heroicidad los bombazos de Rocky en los asaltos finales. La revancha, organizada poco después para despejar cualquier duda, estuvo aún más cargada de dramatismo: un golpe de Charles abrió una profunda herida en la nariz de Marciano, quien estuvo a punto de ser detenido por el árbitro antes de lanzar un asalto desesperado que le permitió encontrar el nocaut en el octavo asalto.
Acorralado por problemas económicos, Charles siguió combatiendo mucho más allá de lo debido, acumulando una considerable cantidad de derrotas humillantes en los últimos años de su carrera, tropiezos que sin embargo no pueden opacar las gestas históricas que logró en el pasado. Aquejado por una esclerosis lateral amiotrófica, el Cobra de Cincinnati falleció prematuramente a los 53 años en Chicago, la ciudad donde durante un tiempo fue vecino y buen amigo del gran Muhammad Ali. Su ingreso póstumo en el Salón de la Fama y su proclamación como el mejor semipesado de todos los tiempos por la prestigiosa revista The Ring son solo algunos de los muchos homenajes merecidos que este inolvidable campeón supo ganarse, muchos de los cuales, lamentablemente, le llegaron cuando ya no estaba entre nosotros.