El viernes por la noche, en directo por Netflix, se celebrará uno de los combates más absurdos de la historia reciente del boxeo. El ex campeón mundial de los pesos pesados Anthony Joshua subirá al ring del Kayesa Center de Miami para enfrentarse al ex youtuber Jake Paul en un combate profesional oficial. Desde que se hizo pública la noticia del enfrentamiento, los aficionados al boxeo han empezado a debatir qué es lo que ha empujado al polifacético showman estadounidense hacia un reto tan peligroso para su integridad física: entre quienes esperan un combate amañado y quienes ven a Paul motivado exclusivamente por el vil dinero. Yo he madurado una opinión algo diferente y en este artículo intentaré explicarla.
Quienes esperan un amaño se llevarán una sorpresa
Un número extremadamente alto de personas está convencido de que Mike Tyson perdió voluntariamente el combate de hace un año contra Jake Paul en virtud de un acuerdo tácito. Si estás entre ellos, te sorprenderá saber que la gran mayoría de los máximos expertos internacionales en boxeo piensa exactamente lo contrario, considerando que entre los dos protagonistas fue Paul quien combatió con el freno de mano echado, perdonando al anciano rival.
Este gran equívoco —al que hace tiempo dediqué un artículo cargado de ironía (haz clic aquí para leerlo)— empuja a las mismas personas que fueron víctimas de él a esperar para este viernes una farsa orquestada de antemano. A mi juicio, este es el principal motivo por el cual la diferencia en las cuotas de las casas de apuestas es tan reducida pese a la enorme disparidad de valores en juego: muchos están apostando por la victoria de Jake Paul no porque crean que puede lograrla, sino porque piensan que Joshua lo dejará ganar.
Esa perspectiva me parece extremadamente poco realista por varias razones, la más importante de las cuales tiene que ver con los planes que AJ ya ha delineado para la última fase de su carrera. Incluso dejando de lado las posibles repercusiones legales de un amaño y el dramático daño reputacional que sufriría el púgil inglés en caso de derrota, siguen estando sobre la mesa los riquísimos combates que Turki Alalshikh le ha propuesto a Joshua para 2026, entre ellos el derbi con su eterno rival Tyson Fury. No lograr una victoria clara ante un rival mediocre como Jake Paul restaría atractivo a cualquier compromiso futuro.
¿Es posible que Paul realmente se lo crea?
Pero si su rival no tiene intención de ir con cuidado, ¿por qué Jake Paul ha decidido hacerse daño? La bolsa que el estadounidense se llevará a casa podría parecer la respuesta más obvia. Aunque todavía no se conocen cifras oficiales, las estimaciones que han circulado en los medios hablan de un pago de alrededor de 90 millones de dólares para cada uno de los contendientes, un “botín” por el cual cualquiera de nosotros estaría dispuesto a hacer (casi) cualquier cosa.
Sin embargo, Jake Paul no es “cualquiera”. Su figura ha alcanzado ya un nivel de popularidad tal que le ofrece una enorme gama de posibilidades para ganar cantidades obscenas de dinero sin correr el riesgo de despertarse en un hospital con algo roto y algunas neuronas menos. Entre las muchas cifras impresionantes que demuestran el increíble poder de difusión de los contenidos del joven de 28 años nacido en Cleveland, hay una particularmente emblemática: su canal principal de YouTube ha superado los 7.800 millones de visualizaciones.
¿Es posible entonces que Jake realmente se lo crea? ¿Que piense tener alguna posibilidad real de dejar al mundo en shock? Por lo general, las personas que experimentan aumentos rapidísimos de fama y riqueza tienden a rodearse de aduladores de todo tipo, dispuestos a hacerles creer que podrían levantar una montaña con un dedo. Pero personalmente no creo que estemos ante un episodio de desconexión de la realidad.
Paul sabe que perdió contra una parodia de boxeador (Tommy Fury) y sabe que pasó serios apuros contra un ex peso medio pasado de kilos, acabado desde hace más de una década (Chávez Jr.). No es estúpido y, por tanto, sabe perfectamente que Joshua lo derrotaría con una mano atada a la espalda. Además, su lenguaje corporal en los primeros cara a cara con AJ, más que el de un hombre seguro de sí mismo, se parecía al de Luis XVI camino a la guillotina.
El verdadero motivo se llama “American Dream(z)”
American Dreamz es el título de una comedia estadounidense estrenada en 2006, dirigida por Paul Weitz y protagonizada, entre otros, por Hugh Grant; una película que, si aún no lo has hecho, te recomiendo ver. Se trata de una sátira mordaz sobre la cultura estadounidense contemporánea que, a decir verdad, hoy puede extenderse tranquilamente al conjunto de los países económicamente avanzados y no solo a ellos.
No resumiré aquí toda la trama. Me limitaré a contar brevemente un episodio particularmente significativo, situado poco antes del final de la película: Martin Tweed, el despiadado presentador de un reality show, mientras un hombre con un cinturón explosivo amenaza con volarse por los aires y todos huyen aterrorizados del plató, agarra la cámara abandonada por el camarógrafo y sigue obstinadamente filmando la escena hasta la explosión.
Jake Paul es un producto de esta época histórica. Una época que, junto al enorme progreso tecnológico que ha facilitado innumerables actividades de nuestra vida cotidiana, ha inculcado en los seres humanos un deseo creciente de popularidad. La búsqueda de nuevos “me gusta”, de nuevos seguidores, de nuevas visualizaciones se ha convertido en parte integrante de nuestras vidas y, para algunos, ha adquirido las mismas características que una droga.
Gran parte de lo que Jake ha construido en los últimos años de su vida —desde su sesquipedal cuenta bancaria hasta la notoriedad universal de su marca y de su apellido— ha sido fruto de su capacidad para sorprender, para ir más allá del límite, para dejar a la gente boquiabierta y despertar cada día la curiosidad de nuevos seguidores. Y así como una droga exige cada vez una dosis más alta para producir los mismos efectos deseados por su consumidor, del mismo modo el universo de las redes sociales en el que todos vivimos inmersos exige cada día un riesgo mayor para mantenernos “en tendencia” y no dejarnos caer en el olvido.
No, Jake Paul no subirá esos escalones después de haber firmado un pacto de no beligerancia con su rival. No lo hará pensando en cómo gastar los millones que obtendrá a cambio, ni mucho menos convencido de ser la reencarnación de Rocky Marciano a punto de lanzar su “Suzie Q”. Paul irá al encuentro del fulminante derechazo de Anthony Joshua con el mismo espíritu con el que Martin Tweed avanzaba hacia la bomba hasta provocar él mismo la explosión: el espíritu de quien sueña con atraer la atención de todos los demás seres humanos del planeta Tierra y está dispuesto al sacrificio extremo con tal de perseguir su American Dream(z).
