Picasso resiste, pero no puede evitar el dominio del “Monstruo” Inoue

Hace apenas unas horas concluyó The Ring V: Night of the Samurai, una celebración del boxeo japonés, que ha crecido enormemente en los últimos años, y una oportunidad para ver en acción a dos de los mejores púgiles libra por libra del momento: Junto Nakatani y Su Majestad Naoya Inoue.

La velada también sirvió como una especie de anticipo de lo que podría convertirse en uno de los grandes eventos—si no el gran evento—de 2026: el enfrentamiento entre Inoue y Nakatani, una batalla que promete espectáculo como pocas en el boxeo actual.

Tras Nakatani, fue el turno del Monstruo japonés (31-0, 27 KO), que subió al ring de la Mohammed Abdo Arena de Riad para enfrentarse al mexicano Alan David Picasso (32-0-1, 17 KO), poniendo en juego los cuatro cinturones del peso supergallo.

La ocasión era simplemente única y probablemente irrepetible para el mexicano de 25 años: desafiar a un púgil de época, derrotarlo y convertirse en campeón indiscutido, escribiendo una página histórica del boxeo. Lástima para Picasso que Inoue no le diera ninguna opción ni esperanza. El fenómeno japonés se impuso al joven rival gracias a una técnica claramente superior y a golpes más rápidos y potentes, adjudicándose el combate por decisión unánime con tarjetas de 119-109, 120-108 y 117-111.

Por lo general, un boxeador que sube al ring contra un fuera de serie debe hacerlo creyendo en la hazaña, con una mezcla de arrogancia y convicción necesaria para intentar lo que a otros les parecería imposible. Pero cuando enfrentas a un púgil como Naoya Inoue, el riesgo es no tener la más mínima confianza en tus propios recursos ni en la posibilidad de romper los pronósticos.

Esa fue la sensación que dejó Picasso a quien escribe. No es que no lo intentara en absoluto. En algunos tramos trató de decir lo suyo, y en el tramo final incluso pareció lanzar el corazón por encima del obstáculo durante algunos instantes. Pero eso ocurrió simplemente porque Inoue gestionó el combate a su antojo. Cuando fue necesario, el mexicano fue inmediatamente puesto en su sitio por alguna combinación.

No es fácil definir con precisión dónde comenzaron las limitaciones del retador y dónde los enormes méritos de Naoya, ya que el Monstruo suele destrozar o hacer parecer amateurs a boxeadores de altísimo nivel. Lo cierto es que Picasso no pudo hacer nada, debido a las ya mencionadas limitaciones físicas, técnicas y probablemente también de carácter. El mexicano es un buen boxeador, capaz de hacer todo bien sin destacar de manera sobresaliente en ningún aspecto específico, pero enfrente tuvo a un púgil que sobresale en todo lo que hace, cuya única debilidad identificada hasta ahora reside en un carácter “excesivamente” indomable y en una confianza tan grande en sus medios que a veces lo lleva a subestimar al rival de turno.

Al sonar la campana inicial, Picasso avanzó, presionando y buscando la corta distancia, a pesar de que su ventaja de 10 centímetros de altura sobre el japonés habría sugerido una estrategia más orientada a mantener la larga distancia.

Por su parte, Naoya se movió por las cuerdas con seguridad y tranquilidad. Apenas comenzado el segundo asalto, el japonés decidió dejar las cosas claras, conectando una combinación tremenda que frenó de inmediato las aspiraciones de Picasso. Un posterior derechazo al rostro de Inoue, tras una combinación al cuerpo del mexicano, terminó de subrayar el mensaje.

El trabajo de Inoue al rostro y al cuerpo fue, como siempre, de manual. Aun así, Picasso resistió el impacto inicial y logró conectar un buen derechazo y, al cierre del segundo asalto, un excelente gancho de izquierda.

El Monstruo se mostró dueño absoluto del ring desde el inicio. Sus combinaciones fueron siempre brillantes y fulminantes, y su movimiento dentro y fuera del alcance del rival, preciso y oportuno. Picasso siguió presionando, pero ya parecía cansado alrededor del tercer y cuarto asalto. Su ritmo de trabajo disminuyó y se mostró falto de ideas claras. El único sobresalto llegó cuando Inoue, con una seguridad cercana a la arrogancia, se puso a intercambiar con las manos bajas, recibiendo un buen izquierdazo del mexicano.

Cada vez que Picasso intentó levantar cabeza, fue “apagado” por algún derechazo de Naoya o por su contundente izquierda al hígado. Picasso fue cuidadoso para no quedar descubierto, pero aun así tuvo que absorber duros golpes al cuerpo que fueron minando su resistencia.

Pese a las dificultades, Picasso demostró una gran capacidad para absorber golpes y, sobre todo, ser un boxeador sólido, aunque sin la pegada necesaria para cambiar el curso de un combate tan complicado.

Inoue estuvo en absoluto control durante todo el encuentro. Hacia el octavo asalto, Picasso se mostró algo pasivo. En lugar de usar el jab para intentar frenar el avance de Naoya, se dejó empujar hacia atrás por el jab y la izquierda al cuerpo del japonés.

Ambos ofrecieron un último destello de emoción al final del noveno asalto, con un intercambio a corta distancia en el que Inoue buscó constantemente el golpe al hígado, permitiendo al rival conectar algunos buenos golpes, aunque de manera esporádica.

Fue encomiable la resistencia de Picasso pese a la diferencia física y técnica. Inoue se permitió algunas fases de más con las manos bajas, lo que dio al mexicano la oportunidad de conectar algunos buenos ganchos cortos, especialmente de izquierda. Pero al sonar la campana final, el veredicto era claro para todos: dominio absoluto de Inoue, que conservó todos sus cinturones y reafirmó una vez más su condición de amo y señor del ring. Ahora, para el Monstruo, se perfila uno de los combates más esperados de 2026: el duelo totalmente japonés contra su rival Junto Nakatani.

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