El 9 de septiembre de 1995, exactamente hace 29 años, la feroz rivalidad entre el «Celtic Warrior» irlandés Steve Collins y el inglés Chris Eubank, apodado «Simply the Best», llegó a su segundo y último capítulo. Un enfrentamiento que confirmó el resultado de la primera pelea, que tuvo lugar menos de seis meses antes: el cinturón mundial de los supermedios de la WBO, que Collins había arrebatado a Eubank dejando al mundo en shock, se quedó en las poderosas manos del irlandés, quien reafirmó su superioridad de manera aún más clara. Para celebrar el aniversario de esa emocionante pelea disputada en una atmósfera inolvidable, nos sumergimos en el pasado con nuestro análisis de hoy, redescubriendo esa sana rivalidad deportiva.
El campeón invencible y el guerrero en ascenso
Cuando los destinos de estos dos boxeadores se cruzaron por primera vez, sus estatus en el mundo del boxeo eran bastante diferentes. Chris Eubank ya había alcanzado una posición de absoluto renombre, habiéndose coronado campeón mundial de los pesos medianos primero y de los supermedianos después, logrando un total de diecisiete defensas mundiales. «Simply the Best» era por lo tanto una auténtica estrella en su país, en parte gracias a algunas épicas batallas que protagonizó contra los mejores boxeadores británicos de su peso: los derbis con Nigel Benn y Michael Watson mantuvieron a los aficionados del Reino Unido al borde de sus asientos, brindándoles emociones inolvidables.
A diferencia del campeón vigente, cuya estrella brillaba desde sus primeras apariciones en la élite internacional, el camino del retador Collins había estado lleno de obstáculos. El Celtic Warrior, antes de coronarse campeón mundial, había probado tres veces el amargo sabor de la derrota: primero fue superado por el mucho más experimentado Mike McCallum en 1990, luego cayó por poco ante Steve Johnson y nuestro Sumbu Kalambay en 1992. Sin embargo, estas derrotas lo ayudaron a crecer y encontrar su lugar, tanto que, tras finalmente hacerse con el título mundial de los pesos medianos de la WBO derrotando al inglés Chris Pyatt, Collins dio el salto hacia las 168 libras para enfrentarse a Eubank.
Irlanda en delirio: ¡Eubank derrotado por primera vez!
El 18 de marzo de 1995, en la Green Glens Arena de Millstreet, se percibía una tensión increíble. El ambiente ya candente en la previa fue aún más intenso debido a una polémica muy singular surgida entre los protagonistas: Collins había afirmado que se había sometido a una sesión de hipnosis para convencerse de que era invencible, lo que enfureció a Eubank y su equipo, quienes creían que el estado psicológico alterado del irlandés podría afectar el desarrollo de la pelea. Solo después de la contienda, el Celtic Warrior admitió que todo había sido una invención para poner nervioso a su rival, ¡y a juzgar por la reacción sorpresivamente desconcertada de Eubank, lo había logrado! Sin embargo, lo que realmente importó fue lo que sucedió en el ring: Collins manejó magistralmente la distancia, manteniendo siempre bajo control los arrebatos del campeón y logrando derribarlo con un perfecto golpe al cuerpo en el octavo asalto. Eubank, quien fue sorprendido con los pies juntos por el gancho, intentó una desesperada remontada, logrando también un knockdown en el décimo asalto, pero no encontró el golpe decisivo. Los jueces otorgaron la victoria a Collins por decisión unánime, desatando la euforia del público irlandés.
La revancha: ¡Collins se confirma como el rey!
Nada de hipnosis, nada de excusas: menos de seis meses después del sorprendente cambio de mando en marzo, Collins y Eubank volvieron a encontrarse cara a cara, nuevamente en territorio irlandés. El combate se llevó a cabo esta vez en el Pairc Ui Chaoimh de Cork, pero el calor del público no fue menos fervoroso: si en el primer enfrentamiento la gente había impulsado a su favorito hacia la victoria, esta vez debían ayudarlo a mantenerse en la cima, rechazando el asalto del odiado peleador inglés. Quien esperaba que Collins repitiera la estrategia que le permitió sorprender en Millstreet se quedó perplejo: el Celtic Warrior abandonó su acostumbrada actitud de boxeador de media distancia y desató un auténtico asalto desde los primeros rounds. Eubank, quien durante años había sido temido y respetado por todos sus oponentes debido a sus reflejos felinos y su velocidad de manos, fue literalmente abrumado por esa agresividad sofocante y, asalto tras asalto, fue quedándose atrás en la puntuación sin poder montar una contraofensiva digna de mención. Una vez más, el despertar del inglés se concretó solo en los últimos rounds, pero de manera menos violenta que en el primer encuentro, y después de haber sufrido un castigo mucho más severo. Increíblemente, a pesar de que su victoria fue aún más clara y convincente que en marzo, Collins fue premiado solo con una decisión dividida.
Fue un duro golpe para el orgullo de Eubank, el hombre que durante toda su carrera se había definido a sí mismo como «simplemente el mejor», y que de repente, a los 29 años, había encontrado a alguien más fuerte que él. No es de extrañar que el boxeador inglés manifestara su intención de retirarse tras su segunda derrota en Irlanda, aunque luego cambió de opinión, disputando otras cinco peleas, sin recuperar la gloria perdida. Una gloria que Collins reclamó con pleno derecho, logrando otras seis exitosas defensas antes de retirarse como campeón, cuando comprendió que era hora de colgar los guantes.