Sugar Ray Leonard: un fuera de serie tocado por el talento

Hay quienes en el deporte se ganan su estatus de campeones día tras día, partiendo de bases ordinarias y alcanzando la grandeza gracias al trabajo duro en el gimnasio, y hay quienes nacen tocados por el talento y solo necesitan perfeccionar con el entrenamiento el don especial que les dio la naturaleza. “Sugar” Ray Leonard formaba parte del grupo de los predestinados: sobre el ring se movía como un pez en el océano, cada movimiento le salía natural, cada gesto técnico surgía del instinto incluso antes que de la preparación, y las gestas legendarias logradas ante algunos de los mejores boxeadores de todos los tiempos fueron la prueba de ello. Hoy Sugar cumple 69 años y nosotros nos adentramos en el mundo mágico de su carrera como fuera de serie.

Del triunfo olímpico al sublime mundial contra Benítez

Que Leonard no era un boxeador como los demás quedó claro ya desde su magnífica carrera amateur. 145 victorias frente a solo 5 derrotas, con la impresionante cifra de 75 nocauts, entre ellos uno sobre nuestro durísimo Luigi Minchillo, quien como profesional lograría resistir auténticas andanadas de golpes.

Un recorrido arrollador, por tanto, el que condujo a Sugar hasta lo más alto del podio olímpico en Montreal 1976, al término de un torneo impresionante: el estadounidense se impuso por 5-0 en todos y cada uno de sus seis combates, incluida la final, completamente unilateral, contra el fuerte cubano Andrés Aldama.

El paso al profesionalismo no afectó en absoluto las cualidades de Leonard, quien, al contrario, dio la impresión de rendir aún mejor en el boxeo sin camiseta. Menos de tres años después de su debut, ya estaba listo para presentarse ante el campeón mundial del peso wélter Wilfred Benítez y disputarle el cinturón del WBC.

Fue una pelea técnicamente sublime entre dos fuera de serie del cuadrilátero, pero Leonard, que a diferencia de su rival se había preparado meticulosamente para la cita, supo descifrar una de las mejores defensas de todos los tiempos y se llevó la victoria antes del límite en el decimoquinto y último asalto.

El doble duelo con el eterno rival Durán

No pasó mucho tiempo antes de que aquel joven de rostro angelical y boxeo elegante fuese “marcado” por otro campeón legendario que, en muchos aspectos, representaba su polo opuesto. Roberto Durán era la personificación de la contundencia: rudo, feroz en el ring y a años luz de los adornos y danzas de los estilistas del noble arte, el panameño había aterrizado en el peso wélter dos años antes tras haber hecho historia en los ligeros, y no veía la hora de medirse con el campeón estadounidense tan idolatrado por las masas.

El destino quiso que los dos se enfrentaran precisamente en Montreal, la ciudad que había otorgado a Leonard la medalla de oro en los Juegos del ’76, pero esta vez la ciudad canadiense fue escenario de una debacle para Sugar: el estadounidense cometió el error de aceptar el terreno preferido de su rival y perdió por poco en las tarjetas tras quince asaltos de extraordinaria intensidad.

Sin embargo, la venganza no tardó en llegar: apenas cinco meses después, en Nueva Orleans, un Durán obligado a bajar muchos kilos en poco tiempo perdió la calma ante las provocaciones y la táctica evasiva de Leonard, y pronunció el célebre “No más”. Así, Sugar volvió de inmediato a lo más alto del mundo.

La Pelea del Año con Hearns y los problemas de retina

Tras una breve incursión en el peso superwélter, que le valió el título mundial del CMB en las 154 libras, Leonard vivió otro capítulo inolvidable de su carrera cuando, en septiembre de 1981, subió al ring con el invicto “Cobra de Detroit” Thomas Hearns para unificar los títulos mundiales del WBC y la WBA del peso wélter.

El combate estuvo marcado por una remontada clamorosa y asombrosa de Sugar Ray, quien en la primera mitad del duelo sufrió ante el largo alcance y los golpes explosivos de su rival. Sin embargo, después del ecuador del combate, la dinámica comenzó a cambiar: Hearns abandonó progresivamente el centro del ring y Leonard empezó a creer en sí mismo y a conectar con más frecuencia.

A pesar de la preocupación de su gran entrenador Angelo Dundee, que después del duodécimo asalto le dijo a su pupilo “Estás echando a perder la pelea”, Sugar encontró precisamente en el asalto siguiente los golpes decisivos para ablandar las defensas del “Cobra”, quien en el decimocuarto asalto ya se movía con piernas flojas y no pudo evitar el KO técnico.

A esa victoria espectacular y contundente le siguieron, sin embargo, unos molestos problemas de retina que marcaron los últimos años de la carrera de Leonard, obligado a dos larguísimas pausas: de 1982 a 1984 y de 1984 a 1987.

La hazaña de su vida contra el Maravilloso Hagler

Cuando Sugar anunció su intención de volver al ring tras tres años de inactividad para desafiar al campeón mundial del peso mediano Marvin Hagler, muchos lo tomaron por loco. El “Maravilloso” venía de una demostración de fuerza descomunal ante el temible noqueador ugandés John Mugabi, a quien venció por KO tras once asaltos de infarto, y la opinión generalizada era que Leonard se encaminaba hacia una derrota catastrófica.

Probablemente lo pensaba el propio Hagler, que a cambio de una repartición de bolsas favorable aceptó dejar a su rival carta blanca sobre todas las demás condiciones: tipo de guantes, tamaño del ring, número de asaltos (12 en lugar de los canónicos 15).

Estas concesiones resultaron ser un boomerang para el campeón en funciones, que tras tantas batallas cruentas había perdido algo en términos de reflejos y visión de conjunto, y se sintió incómodo ante la movilidad imparable del aspirante. Leonard logró así sacar una ventaja clara en la primera mitad del combate y luego resistió estoicamente los intentos de remontada de su oponente, arrebatándole una victoria ajustada pero merecida por decisión y entrando definitivamente en la leyenda.

El empate polémico y el declive inevitable

Igualmente espectacular fue la revancha con Thomas Hearns, disputada dos años después en Las Vegas por los títulos del WBC y la WBO del peso supermediano. Los dos viejos rivales se enfrentaron sin demasiados cálculos, buscando a toda costa la definición por la vía rápida. Hearns estuvo cerca de conseguirla en dos ocasiones, derribando a Leonard en el tercer y en el undécimo asalto, pero Sugar también logró estremecer a su rival y ponerlo en serios aprietos en varios pasajes.

El empate decretado por los jueces no convenció a todos y el propio Leonard, demostrando un espíritu deportivo poco común, declaró públicamente que él y Tommy, en lo que a él respectaba, habían ganado un combate cada uno. Sin embargo, la revancha había sido muy equilibrada y fuentes autorizadas como la revista The Ring coincidieron con el resultado.

Mucho menos emocionante fue, en cambio, el tercer e innecesario capítulo con un Roberto Durán que ya era una sombra del luchador de los años dorados: doce asaltos deslucidos, sin emociones ni momentos brillantes, que le dieron a Sugar su victoria número 36 como profesional.

El estadounidense debería haber evitado nuevos y arriesgados regresos al ring, pero intentó revivir la gloria del pasado en dos ocasiones más. En ambas le fue muy mal: Terry Norris lo venció claramente por puntos en 1991 y Héctor Camacho incluso lo noqueó en 1997. Fracasos debidos al inevitable paso del tiempo que no pueden empañar el legado de uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos.

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