Luces y sombras del gran Cus D’Amato

Amado por algunos, odiado por otros, a veces detestado: pero imposible permanecer indiferente. Constantine «Cus» D’Amato representa para muchos una verdadera leyenda del mundo del boxeo. A él se le han dedicado numerosos libros, análisis y vídeos que ofrecen una mirada introspectiva al personaje y a las técnicas pugilísticas que lo hicieron famoso, empezando por la conocida Peek-a-Boo.

Nacido en el Bronx el 17 de enero de 1908, Cus era hijo de inmigrantes italianos. Tuvo una breve carrera en el boxeo amateur y quiso probar suerte como profesional, pero nunca obtuvo la licencia debido a una lesión ocular sufrida en una pelea callejera. Aun así, llegó a ser uno de los entrenadores más importantes de la historia del boxeo.

Descubridor de Rocky Graziano, amigo y consejero de Alí —según Teddy Atlas, fue Cus quien sugirió a Alí adoptar esa actitud desafiante y la estrategia psicológica corrosiva contra George Foreman—, pero sobre todo mentor de tres miembros del Salón de la Fama: Floyd Patterson, José Torres y Mike Tyson.

Muchos creen que, sin Cus, Patterson nunca habría sido campeón del mundo. Aún más piensan que José Torres no habría conquistado el título de los semipesados sin él. Pero todos coinciden en que Mike Tyson no habría llegado ni a los dieciocho años, y mucho menos a convertirse en el campeón mundial de los pesos pesados más joven de la historia, si no hubiera conocido a D’Amato. De un modo u otro, Cus D’Amato marcó la vida de todos los que tuvieron la suerte de cruzarse en su camino.

A veces arisco, a menudo callado, siempre obstinado, Cus estaba convencido de que no debía mostrar debilidad ante sus boxeadores, tal como ellos no debían mostrarla ante sus rivales:

“El héroe y el cobarde sienten lo mismo: miedo. Pero el héroe usa su miedo, lo proyecta sobre su oponente, mientras que el cobarde huye. Es lo mismo, miedo, pero lo que haces con él es lo que cuenta.”

Mike explicó una vez:

“Cus siempre estaba obsesionado con proyectar lo que quieres que los demás vean en ti. Tienes que parecer algo que tu oponente no pueda ser. Tú impones las reglas. Se trataba de maltratar psicológicamente al rival, de confundir al enemigo.”

Entrenador, filósofo y psicólogo al mismo tiempo, Cus tenía una personalidad polifacética y explosiva. Con el tiempo, se ganó muchos amigos y también muchos enemigos. Se sabe que tuvo vínculos con la mafia —que hacía negocios en el mundo del boxeo—, aunque es difícil precisar de qué tipo. Lo cierto es que Cus fue un gran acusador del IBC, el International Boxing Club de Nueva York, que mantenía estrechos lazos con el crimen organizado y acabó siendo disuelto.

Para muchos, D’Amato era un viejo paranoico, quizás incluso un poco loco. Era obsesivo y controlador con sus púgiles, hasta desarrollar relaciones casi enfermizas con algunos de ellos. En más de una ocasión colocó una cama delante de la puerta del cuarto de Floyd Patterson. En otras, incluso durmieron en la misma cama. Cus temía que alguien pudiera envenenar a su boxeador. Rumores, especulaciones, habladurías: la extraña relación entre ambos dio pie a suposiciones sobre la vida privada de D’Amato.

Trazar líneas claras es difícil. La vida de Cus sigue envuelta en misterio.
Algunos dicen que evitó enfrentar a Patterson con los mejores aspirantes estadounidenses porque no quería arriesgar el título. Otros sostienen que se negó a participar en combates amañados. Sonny Liston, el retador designado, no fue considerado por sus vínculos con el crimen organizado hasta que la presión mediática se volvió insoportable. Incluso John Fitzgerald Kennedy intervino, pidiendo públicamente a Patterson que aceptara la pelea con Liston.

Acusaciones de colusión con la mafia, dudas sobre su ética: la Comisión de Nueva York le retiró la licencia de mánager por supuesta mala conducta en relación con el combate por el título entre Floyd Patterson e Ingemar Johansson en junio de 1959.

En un momento de su vida, con el final de las carreras de Patterson y Torres, Cus fue prácticamente exiliado del boxeo. O quizá fue él mismo quien decidió refugiarse en su propio mundo. Se mudó a Catskill en 1962, donde siguió entrenando y formando a jóvenes boxeadores, a menudo sacados de la calle.

Un día entró en su gimnasio un chico de 12 años acompañado por Bobby Stewart, un ex campeón de los Golden Gloves que trabajaba como consejero en la Tryon School for Boys. Stewart quiso presentarle el chico a Cus y a Teddy Atlas. Él mismo subió al ring con el joven, a quien había entrenado hasta entonces, para tres intensos asaltos de sparring.

El chico se llamaba Mike Tyson, y causó tal impresión al viejo entrenador que este exclamó:

“Este chico será campeón mundial de los pesos pesados algún día, si mantiene el interés y la disciplina.”

Cus nunca llegó a verlo con el cinturón de campeón. Murió el 4 de noviembre de 1985 a causa de una neumonía. Un año después, Tyson levantaba el título mundial, dedicando su victoria al hombre que lo había adoptado, que le enseñó todo sobre el noble arte, y al que había prometido que algún día sería campeón del mundo.

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