Ese hilo rojo que une a Fulton, Smith y Magnesi: los boxeadores no son personas comunes

PorMario Salomone

May 30, 2025 #Fulton, #Magnesi

¿Qué tienen en común el estadounidense Stephen Fulton, el británico Callum Smith y el italiano Michael Magnesi? Aparentemente poco o nada, aparte del hecho de que los tres son boxeadores profesionales. Sus estilos son distintos, al igual que sus categorías de peso, sus puntos fuertes y sus historias personales. Sin embargo, sus actuaciones más recientes, analizadas una por una, revelan un hilo rojo que los une, ese hilo que conduce a una máxima aparentemente banal pero que a menudo olvidamos: los boxeadores no son personas comunes.

Clint Eastwood lo había comprendido, y logró expresar maravillosamente el concepto poniéndolo en boca del personaje Eddie «Scrap-Iron» Dupris, interpretado por Morgan Freeman, en su obra maestra Million Dollar Baby:

“Si hay magia en el boxeo, es la magia de pelear batallas más allá de toda resistencia, más allá de costillas rotas, riñones destrozados y retinas desprendidas. Es la magia de arriesgarlo todo por un sueño que solo tú puedes ver.”

Y es precisamente porque ese sueño solo lo ves tú, que logras tener éxito donde un hombre común fracasaría. Por eso tu umbral de tolerancia al dolor, al cansancio, a las decepciones y a los golpes que la vida reparte sin piedad está un paso más allá del de quien nunca ha puesto un pie entre esas dieciséis cuerdas. Y es por eso también que sigues sorprendiendo, dejando boquiabiertos a quienes se empeñan en darte por acabado.

A Stephen Fulton se le vino el mundo abajo. Invicto, valorado, a punto de entrar en el Top 10 de las clasificaciones libra por libra elaboradas por los expertos, el estadounidense se encontró recogiendo los pedazos de una carrera destrozada por la contundente derrota sufrida en Japón ante el fuera de serie Naoya Inoue.

La posterior victoria, trabajosa y controvertida, contra Carlos Castro llevó a muchos observadores —incluido el autor de este artículo— a pensar que Fulton no tendría en 2024 la fuerza, la determinación ni la confianza necesarias para salir ileso por segunda vez de las garras del agresivo Brandon Figueroa, al que había vencido por escaso margen cuatro años atrás.

Un hombre común habría subido al ring lleno de dudas, frustrado por las cuotas de las casas de apuestas e intimidado por la excelente racha de su oponente. Pero Fulton es un boxeador, y los boxeadores no son personas comunes. Así, el 1 de febrero, «Cool Boy Steph» ofreció una de las mejores actuaciones de su carrera, desactivando por completo al tenaz Figueroa.

También el británico Callum Smith, de 35 años, parecía haber tragado un bocado demasiado amargo como para digerirlo sin consecuencias. Desmenuzado asalto tras asalto por el demoledor pegador ruso Artur Beterbiev, había tomado conciencia de que no estaba preparado para competir con los mejores del mundo y de que no podría salvar esa brecha. No en vano, tras aquella amarga derrota, comenzaron a circular rumores sobre su posible retiro del boxeo.

¿Qué aspiraciones podía tener entonces al viajar a Riad para enfrentarse al invicto y hambriento Joshua Buatsi? Sabía que Smith tenía calidad técnica suficiente para imponerse a su compatriota, pero creía que le faltarían los atributos mentales para atravesar otro desierto abrasador. Un hombre común habría ido a cobrar su última buena bolsa y habría tirado la toalla ante la primera dificultad. Pero los boxeadores no son personas comunes, y Smith nos lo recordó siendo alzado en hombros tras doce asaltos repletos de intercambios furiosos.

Y llegamos a nuestro Michael Magnesi, que hace poco más de un año dejó helados y desconsolados a los aficionados italianos al perder de forma dramática, cruel y dolorosa su increíble combate contra el japonés Masanori Rikiishi. Un combate dominado durante largos tramos por el atleta italiano, que se desplomó a pocos pasos de la meta bajo una lluvia de golpes violentísimos.

Una derrota tan dura en lo físico y en lo mental que podía poner en peligro sus futuras ambiciones. Así, cuando se entró en los últimos asaltos de la pelea de hace dos meses entre Magnesi y el francés Khalil El Hadri, muchos de los seguidores del italiano sintieron una desagradable e inquietante sensación de déjà vu.

En desventaja en las tarjetas e inferior en la parte central del combate por la mayor velocidad de ejecución y la superior variedad de golpes de Michael, El Hadri lo apostó todo en el tramo final, acorralando al italiano contra las cuerdas y descargando combinaciones potentes. Yo veía el combate en directo y sudaba frío pensando: “Ya está, otra vez. Ahora se viene abajo otra vez”.

Un hombre común habría revivido los fantasmas de aquel catastrófico último asalto del año pasado. En su mente, los rasgos faciales de El Hadri se habrían mezclado con los de Rikiishi, en un crescendo de desconfianza y desesperanza. Pero los boxeadores no son personas comunes, y Magnesi emergió de esa fase crítica como un león, logrando incluso hacer retroceder a su rival en un memorable undécimo asalto, para luego apretar los dientes en los últimos tres minutos.

Cambian los escenarios, los protagonistas, las dinámicas tácticas y muchas otras cosas, pero la enseñanza que dejan estos y otros mil episodios similares es siempre la misma. Quienes seguimos el boxeo, lo contamos y tratamos de analizarlo para el gran público, olvidamos con demasiada frecuencia cuán inmensos son el corazón, el coraje y las ganas de vencer de quienes se calzan un par de guantes y ponen en riesgo su salud al subir esos fatídicos escalones para perseguir su sueño. Tan inmensos que arrasan como un tornado con esos pronósticos construidos sobre el error de pensar que un boxeador es solo un hombre común.

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