Francesco Paparo se ha convertido casi en una presencia fija en los eventos de TAF (The Art of Fighting).
El púgil de 24 años, originario de Rho, volvió a subirse al ring del Allianz Cloud de Milán para defender el título italiano del peso superpluma, tras conquistarlo ante Mohammed Diallo y defenderlo con éxito dos veces frente a Nicola Henchiri, al que derrotó por KO en ambas ocasiones, pese a que el primer combate se vio empañado por un exceso de ímpetu (Francesco golpeó a su rival cuando ya tenía una rodilla en la lona, arriesgándose a la descalificación pese a su gran actuación).
Anoche, en TAF11, el púgil local se midió con Catalin Ionescu, quien llegaba con un récord de 16 victorias (6 por KO), 4 derrotas y 1 empate.
A sus 28 años, Ionescu, italiano de nacionalidad pero nacido en Alejandría (Rumanía), llegaba tras una victoria por puntos ante Luka Veljovis. Para él, TAF11 era una gran oportunidad: pese a algunos tropiezos, representaba una importante vitrina y una pelea por título.
Paparo (11-1-1, 5 KOs) es un boxeador de excelente técnica y gran sentido del tiempo, cualidades que volvió a demostrar anoche al imponerse a un rival combativo y resistente como Ionescu, ganando por decisión técnica en el sexto asalto después de enviarlo varias veces a la lona. En esta etapa de su carrera, además, está demostrando poseer un poder de pegada notable. Aunque su porcentaje de nocauts no sea alto, en sus últimas cuatro peleas Paparo ha mostrado una pegada fuerte, precisa y decidida, señal de una mayor confianza y de un gran trabajo en el gimnasio.
El combate, pactado a diez asaltos, fue intenso y entretenido, con intercambios constantes entre ambos.
Paparo encontró rápidamente en su gancho de izquierda, rápido y seco, el arma ideal para desestabilizar al decidido Ionescu. El rumano avanzó con presión constante, obligando a Paparo a un duelo exigente. Sin embargo, su defensa abierta y la velocidad del italiano le hicieron blanco fácil. Ya en el primer asalto, Ionescu terminó con la ceja derecha sangrando tras un gancho de Francesco.
La historia se repitió en el segundo asalto: Ionescu voluntarioso pero impreciso, y Paparo certero, golpeando de lleno al rostro del rival.
En el tercer asalto, Paparo conectó una bella combinación de gancho de izquierda y gancho de derecha que mandó a Ionescu a la lona. El rumano se levantó enseguida y volvió a la carga, pero un durísimo gancho de derecha de Paparo estuvo a punto de derribarlo otra vez. Sorprendentemente, Ionescu resistió y siguió atacando.
Los intercambios fueron continuos, y en ese terreno el más rápido —Paparo— llevó ventaja.
A pesar del castigo, Ionescu nunca dejó de presionar, intentando arrastrar a Paparo a una guerra. Con el ritmo altísimo, ambos comenzaron a amarrarse para recuperar aire.
Ionescu, aunque poco preciso por su ímpetu, logró conectar algunos buenos golpes que Paparo absorbió con calma. Sin embargo, pronto el rumano también sangraba por la ceja izquierda, tras otro gancho de derecha de Francesco.
Hacia la mitad del combate, el ritmo se volvió caótico. Paparo tuvo que manejar la presión constante del rival, mientras Ionescu demostraba un corazón enorme y una gran resistencia. Paparo redujo momentáneamente su actividad. Los golpes rectos habrían ayudado a ambos —uno para atacar, el otro para mantener la distancia—, pero la intensidad los llevó a buscar intercambios cerrados y potentes.
En el sexto asalto, Paparo volvió a conectar un durísimo gancho de derecha que dobló las piernas de Ionescu. Una vez más, el rumano se levantó con coraje. Entonces el árbitro llamó al médico, que tras examinar los cortes de Ionescu decidió detener la pelea. Al haberse determinado que la herida sobre el ojo izquierdo fue causada por un cabezazo accidental, se acudió a las tarjetas: triple 59-54 para Paparo.
El joven milanés confirmó las buenas sensaciones mostradas en sus anteriores apariciones: Francesco ganó de manera convincente y demostró tener todo lo necesario para aspirar a metas mayores. Ahora será el momento de subir el nivel de oposición, para adquirir la experiencia y dureza propias de escenarios más exigentes.
Un aplauso para ambos púgiles, por el espectáculo ofrecido y por la gran deportividad mostrada durante todo el combate.
