Empate entre Davis y Roach: ¡Gervonta salvado por un error arbitral!

Para muchos, la pelea de anoche debía ser otra fácil defensa del título mundial WBA de peso ligero para Gervonta Davis, pero su retador, Lamont Roach, tenía otros planes. Al final de una feroz batalla en el Barclays Center de Brooklyn, bajo la promoción de Premier Boxing Champions, los jueces emitieron un veredicto de empate, lo que permitió al gran favorito de la noche conservar su cinturón. Sin embargo, el resultado estuvo marcado por un grave error arbitral que fue determinante en las tarjetas de puntuación, registradas de la siguiente manera: 114-114, 114-114 y 115-113 a favor de Davis.

El combate comenzó a un ritmo extremadamente lento, con ambos púgiles lanzando muy pocos golpes en los dos primeros asaltos, estudiándose con cautela. Sorprendentemente, fue Roach quien se mantuvo en el centro del ring, mientras que Davis giraba a su alrededor, aceptando el papel de contragolpeador.

El campeón mundial empezó a mostrar sus cartas a partir del tercer asalto, cuando finalmente se plantó frente a su rival y conectó algunos golpes violentos, principalmente al cuerpo. Sin embargo, Roach no se inmutó, absorbió las ráfagas de su prestigioso oponente sin retroceder y continuó siguiendo su plan táctico.

A pesar de protagonizar el trabajo más claro y efectivo en los asaltos siguientes, Davis mostró cierta frustración al darse cuenta de que sus mejores golpes, que normalmente desestabilizan y ponen en pánico a sus rivales, no lograban quebrantar la determinación y la calma de su adversario.

Esta frustración quedó en evidencia, por ejemplo, cuando «Tank» se giró hacia el árbitro para quejarse de una supuesta falta, perdiendo momentáneamente la concentración hasta el punto de ser sorprendido por los golpes de Roach, o cuando, durante un clinch, lanzó un golpe con el hombro al mentón de su rival, recibiendo como respuesta un potente gancho al rostro tras la orden de separación arbitral.

A pesar de estos signos de tensión, Davis llegó al ecuador de la pelea con una clara ventaja en las tarjetas, ya que su retador, aunque manejaba con notable soltura los intercambios en el centro del ring, no estaba produciendo suficiente ofensiva como para impresionar a los jueces. Sin embargo, este aspecto del combate cambió radicalmente a partir del séptimo asalto.

Al darse cuenta de que podía asimilar los temidos golpes de Tank sin sufrir demasiado daño, Roach comenzó a soltar las manos con una frecuencia y determinación mucho mayores que en la primera mitad de la pelea, y no tardó en recoger los frutos de su esfuerzo. Su gancho de derecha resultó particularmente efectivo, gracias a su capacidad para conectarlo a corta distancia, liberando el brazo en las fases de contacto.

Davis pareció sorprendido y desconcertado por el repentino aumento de intensidad de su oponente y tuvo dificultades para encontrar las contramedidas adecuadas, protagonizando en el noveno asalto una acción que generará mucha polémica. Justo después de un jab de Roach, que apenas le rozó cerca del ojo derecho, el campeón se arrodilló y luego se dirigió a su esquina—sin la autorización del árbitro—para que le secaran el rostro.

Un comportamiento de lo más inusual que, según el reglamento, debió haber provocado una cuenta de protección: solo el árbitro tiene la autoridad para interrumpir la acción y un boxeador que apoya una rodilla en la lona, a menos que sea por un golpe ilegal, debe ser contado. Sin embargo, el árbitro Steve Willis decidió ignorarlo, privando así al retador de un 10-8 en las tarjetas que podría haber sido crucial.

En los asaltos finales, Davis no logró cambiar la inercia del combate, que ya estaba firmemente en manos de su rival. El campeón esperaba demasiado entre una acción y otra, buscando el espacio ideal para conectar el golpe perfecto, mientras tanto, el incesante bombardeo de Roach destacaba frente a sus intentos esporádicos e intermitentes de buscar el nocaut.

A pesar de lo ajustado del combate en las puntuaciones, Tank no logró realizar un asalto final digno de ese nombre. Por el contrario, en el último asalto, se limitó a hablar y provocar a su oponente, quien respondía con golpes.

Al finalizar la pelea, mi puntuación personal marcaba dos puntos de ventaja para Lamont Roach. El empate, dictado por dos de los jueces, es un resultado aceptable en cierta medida, aunque la cuenta no otorgada en el noveno asalto deja un fuerte sabor amargo y hace aún más deseable la inmediata organización de una revancha.

Roach se ha ganado el derecho a intentarlo de nuevo. Dado por perdido por muchos expertos, el estadounidense de 29 años demostró con hechos que es un boxeador sólido, determinado y de gran calidad. Quizás le quede un ligero remordimiento por no haber aumentado antes su ritmo de trabajo y haber regalado demasiados asaltos en la primera mitad del combate, pero su actuación fue sobresaliente.

Davis, en cambio, tuvo una actuación muy decepcionante. Al enfrentarse por primera vez a un oponente que no se dejó intimidar por su pegada, mostró una preocupante falta de un plan B y dificultades para mantener la calma. Una carrera construida en la minimización constante del riesgo—con peleas evitadas y rivales debilitados mediante astutas cláusulas de rehidratación—hizo que Tank llegara sin la preparación necesaria para responder cuando realmente lo necesitaba.

Por increíble que parezca, en esta pelea, la número 31 de su carrera profesional en doce años, Gervonta Davis ha aprendido más que en sus 30 combates anteriores juntos. Ahora, solo nos queda esperar una pronta revancha para comprobar si el campeón de Baltimore será capaz de hacer los ajustes necesarios para reafirmar su estatus de súper estrella, tantas veces proclamado pero aún no demostrado en el ring.

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