“Matar o ser matado”. Parece un eslogan sacado de una película de terror, pero en realidad es un lema promocional utilizado por “Sparring Club”, un nombre que quizá les suene nuevo, pero que en Estados Unidos está dando mucho de qué hablar debido a un caso con tintes decididamente inquietantes.
Unos cincuenta boxeadores profesionales, reclutados de forma voluntaria, lanzados al ring frente a una multitud electrizada e incitados a pelear. Sin exámenes médicos previos, sin control de peso, sin árbitro, sin cuidado alguno al emparejar boxeadores de nivel y experiencia similar, sin nadie preparado para intervenir en caso de KO. Todo esto, aunque parezca increíble, ocurrió en Brooklyn hace un mes y ahora un informe muy detallado sobre el asunto ha sido publicado por Thomas Hauser en The Guardian.
Sparring Club es una creación ideada y puesta en marcha por la empresa británica BoxRaw, especializada en la venta de ropa y accesorios para deportes de combate. La “sesión de sparring” de la que hablamos, celebrada el 11 de julio en la Greenpoint Terminal Warehouse de Brooklyn y promocionada conjuntamente por BoxRaw y The Ring, fue anunciada con un cartel que mostraba un perro enseñando los colmillos y gruñendo de forma feroz. Las palabras junto a la bestia anticipaban un sparring entre los mejores prospectos de Nueva York, dejando entrever la naturaleza violenta del evento con la frase: “Sin filtros. Escogido con cuidado. Perro come perro”.
Una multitud considerable de espectadores, en el día señalado, se reunió alrededor del ring, pero el público no fue el único objetivo de la publicidad previa al evento. También era necesario reclutar a los boxeadores, y los organizadores pensaron que la mejor forma era prometer un puesto en la cartelera de respaldo del megaevento que enfrentará a Saúl “Canelo” Álvarez y Terence Crawford a los dos atletas que más llamaran la atención. Esto también estaba claramente escrito en el cartel promocional.
Después de todo, el actual propietario de The Ring es precisamente el poderoso funcionario saudí Turki Alalshikh, organizador del esperado combate del 13 de septiembre y que el 11 de julio estuvo presente en el evento de Sparring Club. A su lado se encontraba también el conocido promotor británico Eddie Hearn, quien, sin embargo, se marchó pronto para asistir al tercer combate entre Katie Taylor y Amanda Serrano.
Imaginen tomar decenas de boxeadores profesionales, emparejarlos sin seguir criterios lógicos y hacerlos realizar sparring con la promesa de que los mejores recibirán una oportunidad irrepetible para dar un gran salto en sus carreras. Entenderán que la probabilidad de que algo salga mal es bastante superior a cero.
En el ring, aquella tarde, pasó de todo. Algunos boxeadores se limitaron efectivamente a hacer sparring sin golpear con demasiada contundencia. Otros subieron al cuadrilátero con la intención de arrasar. Y, como era de esperar, alguien terminó lastimado.
El episodio más desagradable y peligroso involucró al púgil de 33 años Jacob Solis, un boxeador de nivel modesto cuyo récord profesional de 7 victorias y 1 empate se construyó enfrentando rivales extremadamente flojos. Ese día, Solis se encontró frente a Marquis Taylor, un atleta de muy distinta categoría: número 13 del mundo en el ranking WBC del peso superwélter, con 21 combates profesionales, de los cuales ganó 18, perdió 1 y empató 2.
Tras arrinconar a su “compañero” de sparring contra las cuerdas y sacudirlo, Taylor culminó la faena asestando dos golpes violentos en la nuca de Solis, quien cayó al suelo golpeando el rostro contra la lona. Nadie subió al ring para comprobar su estado. Nadie lo ayudó a levantarse. Solis volvió solo a los vestuarios, sin recibir asistencia, y se fue a casa en taxi. Días después, un examen neurológico confirmó que había sufrido una conmoción cerebral.
Resulta casi innecesario subrayar lo repugnante, peligroso y condenable de todo esto, además de lo tremendamente dañino que es para la imagen del boxeo. Lo que lo hace aún más inquietante es que este triste espectáculo haya sido financiado y patrocinado por quien se hace llamar “Su Excelencia”: el enigmático Turki Alalshikh, ante el que la mayoría de los protagonistas del boxeo, atraídos por sus aparentemente inagotables recursos económicos, han desplegado y siguen desplegando alfombras rojas.
Boxe Punch expresa toda su indignación por lo sucedido y espera que las autoridades políticas y deportivas tomen medidas serias para que eventos similares no se repitan. Un deseo que, lamentablemente, salvo un cambio de rumbo repentino, chocará con la dura realidad en pocos días, ya que una nueva sesión de Sparring Club está programada para el 15 de agosto en Riad. Esta vez, el cartel promete “Comida, bebida y caos”. Los protagonistas, en cambio, serán los “mejores prospectos de Oriente Medio”. Solo nos queda esperar que nadie salga gravemente herido.
En el minuto 5:05 del siguiente vídeo, la secuencia del sparring entre Solis y Taylor a la que nos hemos referido en el artículo: