Cuando pensamos en el legendario Rocky Marciano, nos vienen inmediatamente a la mente su KO sobre Joe Louis, sus inolvidables batallas contra Jersey Joe Walcott y Ezzard Charles, y su combate de despedida contra Archie Moore. Sin embargo, al ser interrogado sobre cuál había sido la pelea más dura de su ilustre carrera, el gran pegador italoamericano no mencionaba a ninguno de estos nombres conocidos por el gran público. En cambio, pronunciaba el nombre de Carmine Vingo, el hombre con quien el 30 de diciembre de 1949, hace exactamente 75 años, compartió un combate dramático que generaría un vínculo profundo entre los dos boxeadores.
Vingo era un joven de raíces italianas criado en el Bronx, conocido en el ring por su enorme valentía. Su enfoque temerario le había ganado el apodo de “Bingo Vingo”, ya que su constante búsqueda del intercambio violento hacía que cada uno de sus combates fuera una lotería. Sin embargo, Vingo casi siempre lograba sacar el billete ganador: de los 17 combates disputados desde su debut profesional, había ganado 16, con una única derrota debida a una decisión controvertida.
El enfrentamiento entre estas dos promesas italoamericanas era un auténtico punto de inflexión, diseñado para determinar cuál de ellos estaba mejor preparado para llegar a las altas esferas de la categoría de los pesos pesados. La desesperada búsqueda de los estadounidenses por la nueva “gran esperanza blanca” no permitía vacilaciones, empujando a jóvenes como Vingo, que apenas dos días antes había cumplido 20 años, a enfrentarse a los leones sin demasiados miramientos. Nadar o hundirse: esa era la filosofía imperante en aquellos tiempos.
La pelea, que tuvo lugar en el Madison Square Garden de Nueva York ante poco más de 9.000 espectadores, fue brutalmente intensa. Rocky, más maduro y mejor preparado que su rival, utilizó su gancho izquierdo con gran eficacia en los asaltos iniciales, logrando dos caídas en los dos primeros asaltos. Sin embargo, Vingo se levantó en ambas ocasiones y reaccionó furiosamente, sus derechas sacudían a Marciano, quien estuvo cerca de caer él mismo.
Durante cinco asaltos, el combate se mantuvo equilibrado e incierto, pero en el sexto asalto, Vingo comenzó a mostrar signos de fatiga. Alcanzado por un devastador uppercut izquierdo al mentón, cayó al suelo golpeándose violentamente la cabeza en la caída y perdiendo el conocimiento. Sin ninguna ambulancia presente en el lugar, Vingo fue trasladado en camilla a un hospital cercano, donde entró en coma.
Fue una noche dramática, con los médicos dando al joven no más del 50% de posibilidades de sobrevivir. Rocky Marciano, que se apresuró al hospital, caminaba nerviosamente por los pasillos rezando por el hombre con quien había librado una feroz batalla pocas horas antes. Un sacerdote administró la extremaunción a Vingo, pero afortunadamente, para gran alivio de todos, el joven logró sobrevivir. Aunque sufrió una ligera parálisis en el lado izquierdo del cuerpo, pudo regresar a casa con su familia.
Rocky esperó a que su “colega” se recuperara antes de volver al ring: reconciliarse con el hombre al que sus golpes casi habían matado era un paso imprescindible para continuar su carrera como boxeador. El propio Marciano lo admitió más tarde: “Carmine es mi amigo. Me perdonó. Si no lo hubiera hecho, no habría podido seguir adelante”.
Eventos cargados de tanta tensión suelen generar vínculos indisolubles, y de hecho, Vingo asistió a la boda de Rocky en 1950, fue invitado a presenciar en vivo algunos de sus combates por el título mundial e incluso asistió al funeral del gran campeón tras su trágica muerte en un accidente aéreo. Para Vingo, Rocky era “uno de los hombres con los que es más agradable sentarse a conversar”.
Carmine Vingo, quien estuvo a punto de morir aquella noche hace 70 años, vivió una vida plena y feliz. Nunca volvió al gimnasio, pero se casó con su novia del instituto, consiguió trabajo como “portero de seguridad” en un edificio de Manhattan—término que él mismo inventó para describir sus funciones—y finalmente falleció por causas naturales en 2015, a la edad de 85 años.
El mundo del boxeo lo ha olvidado en gran medida, pero cualquiera que ame la historia del gran Rocky Marciano debe saber que, entre quienes formaron parte de su camino, estuvo también “Bingo Vingo”, un joven que estuvo a punto de pagar muy caro su valentía, pero a quien el destino le concedió una segunda oportunidad para vivir.