«Mi Vida Loca»: un apodo muy acertado para el pintoresco campeón estadounidense de raíces mexicanas Johnny Tapia, que a pesar de llevar una vida llena de excesos y desenfreno, ha sabido brindar emociones, escalofríos y peleas inolvidables en el ring. Sin embargo, al igual que otros grandes del cuadrilátero, también se encontró en su camino con un hueso duro de roer, capaz de descarrilar un tren aparentemente imparable: el temible zurdo Paulie Ayala, a su vez nacido en Estados Unidos con sangre mexicana corriendo por sus venas. A 25 años exactos de su primer encuentro, en el que Ayala se impuso por decisión unánime de los jueces, como también sucedería en la revancha, repasemos las etapas de una rivalidad capaz de encender los ánimos de los aficionados de la época.
De un combate predecible a combate del año: las raíces del primer increíble encuentro
El primer capítulo que vio a los dos protagonistas de nuestra historia enfrentarse no se esperaba como un clásico imperdible. Esta subestimación del espectáculo que los espectadores del Mandalay Bay Resort & Casino de Las Vegas disfrutarían fue resultado del diferente estatus con el que los dos atletas se acercaban al gran evento. Tapia era una estrella internacional de renombre, habiendo brillado en la categoría de peso supermosca con trece defensas exitosas del título de la WBO, además de una reunificación que también le otorgó el cinturón de la IBF. Su posterior paso a los pesos gallo, marcado por la inmediata conquista del título WBA de la categoría, había certificado su grandeza, lo que llevó a los corredores de apuestas a considerarlo como un gran favorito para la primera defensa en la nueva clase de peso. Por otro lado, Ayala se presentaba al gran evento sin haber sido campeón del mundo nunca y habiendo fallado en su única oportunidad en su carrera, siendo derrotado por decisión técnica por el no irresistible boxeador japonés Joichiro Tatsuyoshi. Por lo tanto, un campeón con múltiples títulos y acostumbrado a estar en la cima se enfrentaba a un atleta cuyo único logro había sido el título norteamericano: comprensiblemente, se esperaba una diferencia abismal.
La guerra sin cuartel de junio del ’99
El primer asalto del combate que dejó sin aliento a periodistas y espectadores el 26 de junio de 1999 pareció confirmar plenamente las expectativas previas. Un Tapia literalmente electrizado, después de empujar al oponente durante la presentación y casi desatar una riña antes del inicio, dominó el primer asalto dando la sensación de poder controlar la pelea sin mucho esfuerzo. Sin embargo, esta impresión fue muy prematura: desde el segundo asalto, el retador entró con fuerza en el combate con su trabajo intenso y efectivo desde corta distancia, demostrando que no estaba allí para ser un simple espectador. Mientras Tapia mostraba su mejor boxeo al esquivar y contraatacar, Ayala se destacaba en los intercambios cerrados por la mayor explosividad de sus golpes, tanto que al final del primer tercio del combate la pelea seguía estando completamente en el aire.
La mayor frescura atlética del retador, claramente menos desgastado por la carrera pero también por el estilo de vida en comparación con su oponente, le permitió tomar una pequeña ventaja en las tarjetas entre el séptimo y el noveno asalto, pero donde no llegaba con su estado físico, Tapia llegaba con técnica y clase: esquivas magistrales, control del ritmo y gestión perfecta de la distancia le permitieron llegar al último asalto habiendo vuelto a ponerlo todo en juego. Sin embargo, los últimos tres minutos, luchados pecho a pecho en un crescendo de emoción entre los dos guerreros, justificaron el triunfo de Ayala, capaz de unos pocos destellos más y merecidamente proclamado nuevo campeón.
Una obra maestra que se desvanece en su mejor momento: la revancha fallida de Mi Vida Loca
Pasó más de un año antes de que los dos boxeadores se enfrentaran nuevamente, esta vez en el MGM Grand de Las Vegas. Mientras tanto, Ayala había defendido con éxito el título de la WBA en dos ocasiones, mientras que Tapia había obtenido el de la WBO. La lógica habría querido que se enfrentaran en un prestigioso combate unificatorio, pero no fue así: increíblemente, los dos equipos acordaron un peso pactado de 124 libras, ¡incluso superior al límite de peso supergallo! Evidentemente, los muchos sacrificios hechos en la carrera para respetar las reglas de la balanza, junto con el estilo de vida despreocupado, habían hecho improbable la tarea de seguir peleando como gallo para Mi Vida Loca, y el histórico rival Ayala, para no renunciar a la lucrativa bolsa, había accedido a sus demandas.
Los primeros dos asaltos fueron un verdadero déjà vu: una exhibición soberbia de técnica por parte de Tapia en el primero y una violenta reacción enojada de Ayala en el segundo. A partir de este momento, sin embargo, el curso táctico del combate comenzó a diferir significativamente del del año anterior. De hecho, Tapia, como había anunciado en la presentación, no se dejó llevar a una pelea cuerpo a cuerpo, prefiriendo hacer valer sus mejores cualidades con una conducta de combate prudente y astuta. La elección resultó ser en gran parte exitosa: al evitar sistemáticamente los golpes del oponente y conectar rápidas combinaciones de dos manos, Mi Vida Loca asumió plenamente el control de las operaciones, tanto que desde el tercer hasta el sexto asalto fue el absoluto dueño del ring y de la escena.
Solo en la segunda mitad Ayala dio tímidos signos de despertar, prontamente frustrados por un noveno asalto nuevamente portentoso de su célebre oponente. Sin embargo, fue en este punto cuando la gasolina de Tapia comenzó a agotarse, permitiendo así que el rival se hiciera con los últimos tres asaltos uno tras otro, enfrentando a los jueces a un dilema de solución no fácil. Quien escribe hubiera considerado aceptable un empate, pero la decisión del jurado premió nuevamente a Paulie Ayala, enfureciendo a Tapia y a sus seguidores. Mientras el boxeador era llevado a los vestuarios con mano dura por parte de los guardias de seguridad, su cuñado golpeó al hijastro de Bob Arum y luego fue llevado esposado. De hecho, Arum fue acusado por el equipo del perdedor de sabotear a Mi Vida Loca por no haber aceptado unirse a Top Rank.
Hoy Johnny Tapia ya no está entre nosotros, los rencores y las polémicas han quedado en el pasado, pero lo que permanece son las imágenes de dos combates de alta clase que él y el valiente Paulie Ayala nos regalaron.