Hace 20 años, Vidoz vs Hoffmann: ¡el rugido de Paolone en la guarida del lobo!

Genio y desorden, talento y desgana: toda la carrera de nuestro último peso pesado de verdadero nivel, el goriziano Paolo Vidoz, estuvo marcada por el contraste entre sus excelentes fundamentos técnicos —que le permitieron incluso conquistar una medalla de bronce olímpica— y una profesionalidad no siempre ejemplar. El 11 de junio de 2005, exactamente hace 20 años, Paolone dio el gran golpe al conquistar el título europeo en Alemania ante el gigantesco alemán Timo Hoffmann. En el aniversario de aquella brillante victoria, les contamos el combate que hizo ondear la bandera tricolor durante un año en la cima del boxeo europeo de los pesos pesados.

Los altibajos de Vidoz y su “mandíbula de titanio”

Una plata europea, dos bronces mundiales y un bronce olímpico: estos fueron los logros más destacados que Vidoz supo ganarse como amateur y que justificaban el optimismo de los aficionados italianos de cara a su paso al profesionalismo. En particular, los Juegos Olímpicos de Sídney lo habían visto deshacerse con autoridad de rivales que años después alcanzarían renombre, como Calvin Brock y Samuel Peter, antes de caer en semifinales ante el británico Audley Harrison. Sin embargo, en el boxeo profesional Vidoz fue extremadamente irregular desde el inicio: su experiencia en Estados Unidos terminó con una decepcionante derrota ante el modesto Zuri Lawrence, mientras que su primera oportunidad por un título internacional, disputada en Alemania contra el enorme ruso Nikolay Valuev, lo vio quedarse sin energías y caer ante los golpes del rival. Precisamente la operación que tuvo que afrontar tras aquel violento KO dio origen al apodo de Vidoz: debido a la fractura de mandíbula le colocaron una placa de titanio, lo que llevó a que en sus futuras presentaciones se lo conociera como “Mandíbula de Titanio”.

Timo Hoffmann: “el mejor de los verdaderos alemanes”

Con algo más de dos metros de estatura y casi 120 kilos de peso, Hoffmann parecía un auténtico gigante malo sacado de un cuento, y no por casualidad lo apodaban “El Roble Alemán”. El boxeo alemán confiaba en él, y su equipo incluía a un entrenador principal de fama mundial como el excampeón James “Buddy” McGirt, cuyos conocimientos han beneficiado durante años a boxeadores de primer nivel, y quien en 2002 fue nombrado “Entrenador del Año”. Causaron cierto revuelo las palabras de Hoffmann cuando se autoproclamó “el mejor peso pesado entre los verdaderos alemanes”, una referencia polémica hacia los púgiles de origen extranjero de esa generación que Alemania había naturalizado. Entre ellos, el kosovar de nacimiento Luan Krasniqi, con quien Timo había empatado seis meses antes de enfrentarse a Vidoz. Técnicamente bastante limitado, Hoffmann contaba sin embargo con una mandíbula durísima que en el año 2000 le permitió escuchar la última campana ante Vitali Klitschko.

Más fuerte que los jueces y con la ayuda de Kalambay: Vidoz, nuevo campeón

Si el rincón alemán podía presumir de la experiencia y sabiduría de McGirt, el italiano no se quedaba atrás: Vidoz contaba con los consejos del excampeón mundial Sumbu Kalambay. A este último le bastaron unos pocos instantes para darse cuenta de que la lentitud y previsibilidad del jab de izquierda de Hoffmann podían ser aprovechadas por Paolo para cruzarlo sistemáticamente. Vidoz siguió al pie de la letra la sugerencia y en los tres primeros asaltos fue protagonista de un arranque deslumbrante: sus golpes llovían sobre el rival desde todos los ángulos mientras los directos siempre iguales y monótonos del “Roble” eran esquivados una y otra vez.

Un Hoffmann confundido y desorientado comenzó a entrar en ritmo recién a partir del cuarto asalto, favorecido por el bajón de nuestro representante, algo fatigado por el gran esfuerzo inicial.
Tras dos rounds muy parejos, las esperanzas de remontada del púgil local fueron aplastadas por un verdadero rayo en cielo sereno: un sensacional gancho de derecha de Vidoz mandó a Hoffmann a la lona, elevando al máximo la moral del italiano y devolviéndole por completo el control del combate. Paolo fue muy astuto al no dejarse arrastrar por la euforia: consciente de que no tenía el aire necesario para sostener doce asaltos a ritmo alto, adormecía los rounds gestionándolos gracias a su superior técnica para luego estallar esporádicamente con combinaciones explosivas a dos manos, suficientes para desestabilizar al rival y acumular puntos.

Tras un noveno round de gran entrega, el boxeador italiano empezó de todos modos a pagar el precio del desgaste y sufrió en parte los ataques desordenados de un Hoffmann desesperado, al que McGirt ya había dejado en claro la necesidad ineludible de buscar el KO. Sin embargo, la potencia y el instinto asesino no eran armas que el alemán tuviera en su arsenal, y así su ofensiva resultó poco eficaz. Fue incluso Vidoz quien terminó mejor un último asalto marcado por el agotamiento extremo de ambos atletas.

La victoria de Vidoz había sido clara y rotunda, y en un mundo ideal habría sido sancionada con un veredicto unánime y con márgenes amplios. Sin embargo, la constante protección que los púgiles alemanes recibían por parte de los jueces cuando combatían en casa hizo que la espera del anuncio estuviera cargada de suspenso. Increíblemente, uno de los jueces tuvo el descaro de dar la victoria a Hoffmann, lo que provocó incluso los abucheos del público local, pero los otros dos, aunque con puntuaciones ajustadas, evitaron el escándalo y premiaron a Paolone: ¡Vidoz era el nuevo campeón de Europa y podía festejar entre lágrimas!

Su permanencia en el trono continental duró poco más de un año y, tras ser destronado por el potente ucraniano Volodymyr Vyrchys, el goriziano falló en las cuatro oportunidades siguientes para reconquistar el cinturón EBU. Sin embargo, aquella noche triunfal en el BigBox de Kempten quedará para siempre en su memoria… ¡y también en la nuestra!

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