Cuando Vasiliy Lomachenko se hizo profesional en 2013, tras una larga y gloriosa carrera amateur, se fijó un objetivo muy ambicioso: ganar un título mundial en sus dos primeros combates para entrar en el Libro Guinness de los Récords. El ucraniano no logró su objetivo, ya que Orlando Salido lo derrotó por puntos en una decisión muy ajustada: así que Loma solo consiguió igualar el histórico récord existente, conquistando un título mundial en su tercera pelea como profesional. El dueño del imbatible récord sigue siendo el tailandés Saensak Muangsurin, y hoy, en el 73° aniversario de su nacimiento, el 13 de agosto de 1951, les contamos su historia.
De la Muay Thai al boxeo con un estilo original
Como muchos de sus compatriotas, Muangsurin se sintió atraído en su juventud por la Muay Thai, el deporte de combate más practicado en su país, y obtuvo en esta disciplina resultados excelentes, llegando a conquistar el título mundial. Sin embargo, la gran mayoría de sus nocauts eran el resultado de golpes que en un ring de boxeo habrían causado admiración, lo que llevó al atleta, ya con 24 años cumplidos, a dar el gran salto para obtener gloria en un segundo deporte. Su estilo, inevitablemente, estaba influenciado por su pasado como luchador; lo que resultaba particularmente singular era su guardia, muy abierta, perfecta para defenderse de los ganchos pero vulnerable a los golpes rectos y los golpes internos. Sin embargo, el tailandés tenía a su favor un recto de izquierda explosivo y violento, un gancho de derecha potencialmente letal, un físico imponente para la categoría de superligeros y una mandíbula a prueba de bombas, ya templada por los durísimos combates en la Muay Thai.
Un comienzo impresionante: del debut relámpago al gran récord
Las expectativas de los aficionados tailandeses resultaron estar bien fundadas desde su primer combate de boxeo. El rival elegido para su debut en el mundo del boxeo fue el modesto filipino Rudy Barro, y la forma en que el tailandés lo derribó después de poco más de dos minutos con un gancho de derecha inesperado dejó a todos boquiabiertos. El triunfo fue tan arrollador que convenció al equipo del recién convertido boxeador a ponerle frente a un rival difícil: el japonés Lion Furuyama, que ya había sido dos veces retador mundial y tenía en su haber 41 combates. A pesar de la diferencia de experiencia, el boxeador del Sol Naciente cayó en siete asaltos y, en ese momento, las esperanzas se convirtieron en certezas: Muangsurin podía realmente acelerar el paso y hacer algo irrepetible. Entre dicho y hecho se encontraba el español Perico Fernández, campeón mundial superligero del WBC, quien viajó a Tailandia convencido de deshacerse del tailandés con facilidad. El ibérico se burló repetidamente del estilo extraño de su oponente antes del gran día, pero cuando subió al cuadrilátero, comprendió que había reído demasiado pronto. Muangsurin lo dejó fuera de combate en ocho asaltos e inscribió su nombre en la historia: ¡había ganado el título mundial en solo tres combates!
Entre Japón y España, un campeón que no temía luchar fuera de casa
A diferencia de muchos campeones famosos por defender su título siempre y solo en su país, Muangsurin se mostró más que dispuesto a pelear frente a un público hostil, tanto que cinco de sus primeras seis defensas ocurrieron en el extranjero, dos en Japón y tres en España. Este coraje lo expuso al riesgo de una sorpresa desagradable: mientras dominaba al ídolo local Miguel Velázquez en Madrid, cometió el error de golpearlo después del sonido de la campana al final del cuarto asalto, perdiendo su cinturón por descalificación. Sin embargo, su venganza fue inmediata: solo cuatro meses después, el español fue derribado cuatro veces y detenido en solo dos asaltos. Ni siquiera Perico Fernández pudo poner fin al reinado del tailandés: la atmósfera infernal del Palacio de los Deportes de Madrid no fue suficiente para intimidar a Muangsurin, quien paradójicamente enfrentó los mayores peligros después de la lectura del veredicto, cuando la multitud enfurecida comenzó a lanzar de todo al ring en un intento de golpearlo.
Un reinado brillante pero breve: temprano fue el comienzo, temprano fue el fin
El reinado de campeón de Saensak Muangsurin fue sin duda digno de admiración: de los nueve boxeadores que derrotó con el título en juego, cuatro habían sido o serían campeones mundiales. Sin embargo, las numerosas batallas en la Muay Thai y su estilo temerario, que lo llevaba a recibir una gran cantidad de golpes también en el boxeo, condujeron al poseedor del récord a un declive prematuro. Las primeras señales del desastre se vieron cuando el modesto retador venezolano Francisco Moreno, a pesar de su mal historial (tres victorias, dos derrotas y un empate), logró derribar al campeón y resistir hasta el décimo tercer asalto. Muangsurin había perdido velocidad y reflejos, y la siguiente defensa en Corea del Sur contra el local Sang Hyun Kim, zurdo como él, marcó el colapso definitivo: lento y torpe en comparación con sus mejores días, el campeón recibió una auténtica lección de boxeo, siendo superado y golpeado duramente en cada asalto. Mientras intentaba desesperada y valientemente revertir la situación, otro izquierdazo en plena mandíbula lo derribó, dejándolo inconsciente en el décimo tercer asalto: con solo 28 años, Muangsurin era un boxeador acabado.
La caída de un hombre, dentro y fuera del ring
En poco tiempo, el destino del tailandés cambió completamente. Si durante su reinado se había convertido en un ídolo nacional, se había casado con una famosa actriz tailandesa y había ganado en total unos trescientos mil dólares, tras perder el cinturón, todo se derrumbó. Muangsurin subió al peso welter, pero solo cosechó más derrotas, incluida la brutal sufrida en Estados Unidos contra el emergente Thomas Hearns. Los muchos golpes recibidos, especialmente en esta última fase de su carrera, minaron su salud, tanto que cuando finalmente decidió retirarse, después de haber perdido cinco de sus últimos seis combates, estaba ciego de un ojo. Los años siguientes estuvieron marcados por una multitud de problemas: desde el divorcio con su esposa, la disolución de su fortuna económica, hasta la aparición de diversos problemas de salud. A pesar de las ayudas solidarias del WBC y del Estado tailandés, Muangsurin vivió en la pobreza en la última etapa de su vida, y falleció a los 58 años en el Hospital Rajavithi de Bangkok, aquejado de graves problemas hepáticos e intestinales. Hoy una estatua con su figura recuerda sus hazañas en su ciudad natal de Petchabun.