Hace cinco años, la muerte de José Napoles: ¿el cubano más fuerte de la historia?

Cuba y boxeo: un binomio inseparable que dura más de un siglo y que ha producido una cantidad impresionante de campeones legendarios, tanto antes como después de la famosa revolución castrista. Algunos de ellos se quedaron dentro de sus fronteras, conformándose con la gloria olímpica; otros encontraron refugio en el extranjero para perseguir los logros y las ganancias del profesionalismo. Es difícil decir quién ha sido el cubano más fuerte de la historia, pero un candidato digno para la cima es sin duda José Napoles, fallecido hace exactamente cinco años tras una larga enfermedad. En el aniversario de este triste evento, repasamos algunas de sus memorables hazañas deportivas.

Cuba y México: una mezcla explosiva y fascinante

La elegancia, el tiempo y la habilidad defensiva de la escuela cubana; los trucos de la distancia corta de la escuela mexicana; Napoles tuvo la suerte de formarse en ambas «academias». Nacido en Santiago de Cuba, aprendió los secretos del boxeo de estilo caribeño antes de dejar la isla cuando Fidel Castro prohibió el profesionalismo. Se refugió en México, donde se convirtió en un héroe nacional y donde durante años se enfrentó a feroces golpeadores locales, inferiores a él en talento, pero dispuestos a dejarse la vida antes de dar un paso atrás. De ahí surgió una mezcla explosiva y fascinante. Napoles lograba estar constantemente frente a su oponente sin ofrecer un blanco fijo, gracias a pequeños movimientos ejecutados con naturalidad y fluidez, similares a los de los bailarines cubanos: bastaba verlo por unos segundos para darse cuenta de que el boxeo corría por sus venas. No en vano lo apodaban «Mantequilla», pero su estancia en México también dejó su marca y quien intentaba arrastrarlo a la pelea cuerpo a cuerpo se encontraba con una dura batalla… La guinda del pastel la puso su entrenador: el legendario Angelo Dundee.

De Cokes a Griffith, el triunfo mundial y la sublime confirmación

A pesar de pesar apenas 57 kilos el día de su debut como profesional, y aunque había logrado vencer claramente a superligeros de nivel mundial como Carlos Hernández y Eddie Perkins, Napoles solo consiguió su primera oportunidad por el título mundial en los pesos welter, ya con 29 años cumplidos. El campeón Curtis Cokes era un gran boxeador, capaz de vencer al talentoso Luis Rodríguez y de defender el título mundial cinco veces, pero su boxeo lineal y algo académico no podía preocupar a un artista de la defensa como Napoles. Mantequilla fue sacudido por un derechazo en el segundo asalto, pero a partir de ese momento no fue alcanzado más y, tras 13 asaltos de dominio, obligó al campeón, con el rostro hinchado, a retirarse: ¡estaba en la cima del mundo! Más que la revancha con Cokes, que terminó de la misma manera aún más rápido, lo que confirmó definitivamente la grandeza de Mantequilla fue la victoria sobre Emile Griffith, recién salido de la histórica trilogía con Nino Benvenuti en los pesos medianos. Regresando a los welter para recuperar su «trono», el estadounidense fue derribado, neutralizado y dejado impotente por un Napoles en estado de gracia que se impuso claramente por puntos.

Un imprevisto llamado Billy Backus

No es raro que un gran campeón, durante su reinado, cometa un paso en falso y luego sea llamado a la revancha. En el caso de Napoles, la «caída» se concretó el 3 de diciembre de 1970 y llevó la firma de Billy Backus, un retador zurdo al que los apostadores le daban pocas esperanzas. Backus era sobrino del gran Carmen Basilio, pero aparte de su ilustre tío, que esa noche estaba en su esquina, no parecía tener las armas necesarias para preocupar al campeón. Napoles controló fácilmente los primeros dos asaltos, pero luego, tal vez arrastrado por un toque de soberbia, comenzó a intercambiar furiosamente: resultó en un tercer asalto violento al final del cual ambos contendientes mostraban heridas visibles en el rostro. Se peleaba en Syracuse, a solo 40 kilómetros de la ciudad natal de Backus, y es difícil no sospechar que el «factor campo» tuvo su peso en lo que ocurrió poco después. En el primer intercambio del cuarto asalto, el árbitro echó un rápido vistazo al ojo izquierdo de Napoles y detuvo la pelea: ¡el cinturón cambiaba de manos! El cubano se desquitó seis meses después, cuando castigó duramente a Backus deteniéndolo en ocho asaltos y recuperando el título mundial.

Napoles contra Monzón: el milagro que no fue

Defensa tras defensa, Mantequilla consolidó su indiscutible primacía en los pesos welter de su época, pero al no encontrar rivales capaces de ponerlo en serios aprietos, comenzó a volverse perezoso. Su compromiso en los entrenamientos se volvió irregular, la tentación del alcohol y los excesos se hizo cada vez más fuerte y, poco a poco, el astro cubano perdió brillo y vigor. Fue entonces en el peor momento cuando el gran público le pidió el milagro: la gente quería un duelo espectacular entre el soberano de los pesos medianos y el de los welter para ver si la clase de Napoles bastaría para desactivar la fuerza bruta del poderoso Carlos Monzón. El choque tuvo lugar en Francia y resultó ser una batalla desigual: un ex peso pluma como el cubano estaba físicamente en desventaja frente a un mediano enorme como el argentino. Sin los reflejos y la rapidez de sus mejores días, Mantequilla comprendió muy pronto que boxeando a la contra no tendría ninguna oportunidad y generosamente intentó dar vida a un combate ofensivo, siendo desmantelado sin piedad y obligado a retirarse tras seis asaltos de gran sufrimiento.

La trayectoria deportiva de Napoles continuó por un tiempo más, pero cuando el no extraordinario inglés John Stracey le arrebató el cetro welter venciéndolo por corte en diciembre de 1975, el formidable atleta nacido en Santiago y afincado en Ciudad Juárez entendió que había llegado el momento de colgar los guantes, una decisión que mantuvo sin arrepentimientos. Hoy Napoles ya no está con nosotros, pero dejó un recuerdo imborrable como un boxeador que boxeaba con la naturalidad con la que los mortales comunes caminan. Su elegancia al dominar las dieciséis cuerdas sigue siendo hoy inigualable.

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