Ascenso y caída de Tommy Morrison: Rocky V, el triunfo sobre Foreman, el triste final

En su momento fue conocido principalmente como Tommy Gunn, personaje de la célebre película Rocky V, que le otorgó una popularidad efímera. Sin embargo, muy pronto Tommy “The Duke” Morrison hizo conocer al mundo su verdadero nombre, gracias a aquellas cualidades boxísticas que lo convirtieron durante años en la gran esperanza blanca del boxeo.

Thomas David Morrison, para todos Tommy, nació en Gravette, Arkansas, en 1969. Sobrino nieto de John Wayne, Tommy era el típico muchacho estadounidense: de buen aspecto, simpático, sociable y querido por todos, en especial por el sexo femenino. Su padre fue boxeador, al igual que su abuelo y su bisabuelo antes que él. El camino ya estaba trazado.

Talentoso al punto de destacar en todos los deportes que practicaba, Tommy comenzó a boxear a muy temprana edad, con apenas trece años, falsificando documentos para poder pelear “legalmente” en competiciones locales contra hombres que le doblaban la edad. Y los demolía en el ring.

Estamos en los años 80, la golden age del boxeo estadounidense. Tyson es la estrella, Holyfield y Lewis las nuevas figuras emergentes, y la saga de Rocky atrae a millones de espectadores que se acercan así al noble arte.

Mientras tanto, Tommy se destaca entre los amateurs acumulando victoria tras victoria. Entre 1985 y 1988, ganó 290 combates, de los cuales 263 por nocaut. Números sensacionales que lo proyectaron al profesionalismo. ESPN lo descubrió y decidió de inmediato lanzarlo en horario estelar.

Dueño de un físico imponente, de gran potencia y de una velocidad poco común de torso y brazos, Tommy tenía en el gancho de izquierda un golpe extraordinario. Muy eficaz en la corta distancia, desde donde lanzaba potentes uppercuts y rápidas combinaciones, Morrison pronto se reveló como un notable power-puncher.

Un ascenso arrollador de 28 victorias consecutivas, 23 de ellas por nocaut, lo convirtió en el nuevo nombre del boxeo estadounidense. También el cine se fijó en él. Tommy fue elegido por Stallone para el papel de Tommy Gunn: las críticas fueron positivas –Morrison no tenía ninguna preparación actoral– y la película incrementó considerablemente su fama.

Se empezó a hablar de Tommy para un desafío contra Mike Tyson. Un combate con un atractivo enorme, dos superestrellas del boxeo y especialistas del nocaut. Pero cuando la pelea parecía cercana, llegó la inesperada derrota de Iron Mike frente a James “Buster” Douglas y todo se vino abajo.

De todas maneras, Tommy consiguió su oportunidad por el título, contra el campeón WBO Ray “Merciless” Mercer. Morrison comenzó muy bien, conectando a Mercer con espléndidas combinaciones, rápidas y potentes. Pero Mercer tenía una quijada increíblemente sólida. Lo aguantó todo y, en cuanto Morrison mostró signos de cansancio, lo castigó con uno de los nocauts más violentos de toda la historia del boxeo, dejando al descubierto todas sus limitaciones: una quijada poco resistente, una defensa muy deficiente y una resistencia insuficiente.

Tommy desaparece durante tres meses. En una entrevista admite llevar un estilo de vida bastante disoluto, pero asegura querer retomar desde donde lo había dejado. Sin embargo, lo que no cuenta es mucho más de lo que confiesa: se rodea de malas compañías, abusa del alcohol y las drogas y es adicto al sexo.

Aun así, su increíble atletismo le permite mantenerse en la élite. Tras algunos combates de regreso, logra una nueva oportunidad mundial contra el viejo pero siempre peligroso George Foreman. Tommy pelea con inteligencia, se mueve, no concede el intercambio a Big George, entra y sale con rápidas combinaciones que el campeón, lento e incapaz de frenar su vigor, recibe sin remedio. Tommy gana por decisión unánime. Finalmente es campeón del mundo.

Más fama, más dinero, más mujeres. Tommy no sabe decir que no y la historia, ya vista muchas veces, se repite. Un boxeador que pierde hambre y ambiciones es un boxeador acabado. Tommy sigue combatiendo, pero es evidente para todos que ya no es el mismo. Pierde también un poco de sí mismo: en dieciocho meses cambia de fisonomía, aparece más hinchado, fofo, envejecido; ya no es la imagen del muchacho atractivo, ganador y carismático. En el ring sigue siendo potente, pero ha perdido velocidad y movilidad. Esto acentúa aún más sus defectos en la fase defensiva. Una derrota inesperada ante Michael Bentt, algunas victorias contra rivales de relleno y su canto del cisne: la victoria sobre “Razor” Ruddock.

Después llega Lennox Lewis, y la comparación es despiadada: Morrison termina noqueado en el sexto asalto.

Don King huele el negocio. Quiere relanzar a Tommy y le hace firmar un contrato de diez millones de dólares por tres combates. En el primero debe enfrentarse a Arthur “Stormy” Weathers, un rival de escasa entidad. Sin embargo, Tommy se niega a someterse a los controles de sangre, alegando como excusa el miedo a las agujas. La Comisión Atlética de Nevada lo suspende. Tommy no tiene elección y se somete a los exámenes. Tan pronto como se anuncian los resultados, convoca una rueda de prensa.

Es el 15 de febrero de 1996. Morrison aparece frente a las cámaras con la mirada apagada, y queda claro para todos que algo no va bien. Con voz firme y gran dignidad pronuncia estas palabras: «Soy positivo al VIH».

Su reticencia a someterse a los exámenes dice mucho más que mil palabras. La madre declarará después que Tommy sabía del virus desde hacía tiempo, debido a unos controles rutinarios realizados siete años antes, al momento de suscribir un seguro de vida.

Los viejos amigos y todos los que lo rodeaban desaparecen. Tommy está solo y asustado.
Magic Johnson, el gran baloncestista estadounidense, también seropositivo desde hace tiempo, se ofrece a ayudarlo. Y gracias a él Tommy logra levantarse. Los dos empiezan a recorrer Estados Unidos yendo de escuela en escuela, advirtiendo a los jóvenes sobre el VIH.

Tommy parece renovado. Vuelve a entrenarse, se pone en forma y, gracias a las terapias contra el virus, recupera la salud. Se autoconvence de haber vencido la enfermedad, y suspende el tratamiento. Retoma el abuso de alcohol, marihuana, cocaína y metanfetaminas, y los efectos sobre su salud resultan devastadores.
Consumido por la enfermedad, olvidado, abandonado por casi todos: Morrison es literalmente irreconocible, con el aspecto de un anciano de sesenta años, demacrado, maltrecho y andrajoso. El 1 de septiembre de 2013, Tommy muere de un paro cardíaco a causa del colapso de varios órganos internos.

Tenía solo 44 años.

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