También la apariencia cuenta. Y así, a veces, los boxeadores, además de ofrecer espectáculo con la fuerza de sus puños, añaden un toque de color con su actitud, su vestimenta y su estilo excéntrico. ¿Una forma de aumentar el interés del público y su valor mediático? También. Pero no hay que subestimar los efectos psicológicos que una conducta “poco convencional” puede tener sobre el rival, irritándolo y sacándolo de su estrategia. A lo largo de los años hemos visto a muchos boxeadores bailar, hablar, protagonizar las provocaciones más insólitas, despertando el entusiasmo de los fanáticos y la rabia de los detractores. Hoy recordamos diez ejemplos de auténticos histriones del ring, capaces de convertir sus combates en verdaderos espectáculos.
Sugar Ray Leonard
Si batallar cara a cara con Roberto Durán no dio resultado, ¿por qué no hacerlo enloquecer a base de burlas y provocaciones? Solo un loco habría ideado tal estrategia, pero un “campeón loco” como Leonard logró aplicarla. Girar un brazo antes de golpear con el otro, agarrarse a una cuerda para improvisar un zapateo, sacar la cara hacia delante para provocar al rival: a “Sugar” le encantaba hacer todo eso, pero también sabía cuándo ponerse serio.
Muhammad Ali
Genio absoluto de la provocación además de su deporte, Muhammad Ali aprovechó su personalidad arrolladora hasta convertirla en un arma aún más letal que sus puños. Sus rimas irreverentes, los apodos que les ponía a sus rivales, su inolvidable danza sobre el cuadrilátero hicieron que muchos perdieran la brújula y olvidaran su táctica. No en vano se dice que George Foreman perdió contra él antes incluso de subir al ring.
Tyson Fury
El boxeo actual también tiene sus histriones. Entre los más llamativos está sin duda el hombre del momento en los pesos pesados: el Rey Gitano. Capaz de presentarse disfrazado de Batman a la conferencia de prensa previa al mundial contra Klitschko, Fury no tiene miedo de parecer extravagante; al contrario, le encanta, y su personalidad ha sido muchas veces el arma secreta que le permitió lograr hazañas que parecían imposibles.
Ricardo Mayorga
Llamado “el hombre más loco del deporte” y criado entre pobreza y violencia —con cicatrices visibles desde la infancia— el nicaragüense nunca intentó cambiar de piel con la fama y siguió siendo un “personaje” incorregible. Desde los cigarrillos que fumaba incluso en el ring después de los combates, hasta las peleas en ruedas de prensa o las veces en que se dejaba golpear a propósito para desmoralizar al rival, El Matador hizo de todo.
Chris Eubank
Suena la campana y uno de los boxeadores se queda inmóvil, en pose de estatua y con una expresión de soberbia en el rostro. ¿Una escena absurda? No si el boxeador en cuestión es Chris Eubank, un hombre cuyo ego, en el ring como en la vida, supera al de cualquier otro. Su arrogancia, sin embargo, se basaba en un gran talento, tanto que lo incluimos entre los mejores supermedianos de todos los tiempos.
Héctor Camacho
Quizá el más grande histrión que haya pisado un ring fue el gran Macho Man, cuyos trajes lujosos habrían llamado la atención incluso de un ciego. Steve Farhood dijo de él: “Cuando entraba en una sala, todos los ojos se posaban sobre él”, en señal de un carisma inigualable y una personalidad con pocos rivales. Su confianza en sí mismo lo hacía tenaz como una roca: jamás fue noqueado en toda su carrera.
Naseem Hamed
Amado por sus fanáticos y odiado por los del contrario, el británico de raíces yemeníes no estaba acostumbrado a mostrar respeto sobre el cuadrilátero. Muecas, provocaciones, risas y bailes formaban parte integral de su repertorio y se sumaban a la ausencia total de guardia, con la que invitaba a ser golpeado justo antes de lanzar sus ataques. Sus entradas espectaculares a los estadios contribuían a convertirlo en un personaje fuera de lo común.
Vinny Pazienza
Muchos conocieron su historia gracias a la película Bleed – Más fuerte que el destino, otros por haberlo visto pelear. En cualquier caso, cuando se subía al ring Vinny Paz, era imposible aburrirse. Desde sus atuendos originales hasta su estilo frenético, el boxeador de Rhode Island adoraba convocar al público y empujarlo a auténticas ovaciones. Memorables los momentos en que se daba puñetazos a sí mismo para encender a la multitud y provocar al rival.
Max Baer
Entre los primeros boxeadores que comprendieron la importancia de convertir las peleas en auténticos espectáculos estuvo el temible pegador de Livermore. Riéndose en la cara del rival para descolocarlo y entreteniendo al público con movimientos de payaso, Baer aceptó de buena gana la fama injustificada de “villano del ring”, sabiendo que un boxeador fuera de lo común tendría más oportunidades de ser considerado para peleas de primer nivel.
Emanuel Augustus
No es raro que a un boxeador le guste el reggae, pero que insista en bailar como si lo estuviera escuchando en medio de un combate es, sin duda, algo poco común. Apodado “The Drunken Master” por sus movimientos originales, que lo hacían parecer un borracho, Augustus fue muchas veces penalizado por los jueces, pero jamás renunció a su estilo loco e inimitable, ganándose así el cariño del público.