Cuando en tu juventud recibes una condena de 15 años de prisión y en esa misma cárcel eres apuñalado hasta el punto de ser declarado muerto dos veces en la mesa de operaciones durante una cirugía de siete horas, los golpes de Muhammad Ali, Earnie Shavers y George Foreman no pueden asustarte demasiado. No es de extrañar, entonces, que Ron Lyle, un verdadero terror en la categoría de los pesos pesados durante los gloriosos años setenta, enfrentara a las grandes figuras de esa época dorada sin ningún respeto reverencial, peleando de tú a tú y regalando emociones inolvidables a los aficionados. Exactamente 13 años después de su fallecimiento, echamos un vistazo a la carrera deportiva del temible pegador estadounidense.
Un talento que emergió tras las rejas
Tercero de diecinueve hermanos, Lyle se metió en problemas con la ley desde joven, asociándose con el peligroso mundo de las pandillas juveniles de su barrio en Denver, adonde su familia se había mudado cuando él era adolescente. Uno de los tantos enfrentamientos con bandas rivales terminó en tragedia, y aunque Ron siempre declaró que no fue él quien apretó el gatillo, fue condenado a un mínimo de 15 años de prisión con tan solo 19 años. De un drama a otro: una pelea con un compañero de celda, una herida potencialmente mortal y una cirugía desesperada que incluyó transfusiones masivas. Pero de la oscuridad más profunda surgió la luz de un posible cambio de destino. Durante el largo aislamiento tras la cirugía, Lyle pasó el tiempo haciendo flexiones, abdominales y otros ejercicios físicos, empezando a moldear al brutal noqueador que sería en el ring. El director deportivo de la prisión, Cliff Mattax, lo convenció de probar el boxeo, lo que marcó un antes y un después: de los numerosos combates organizados entre los reclusos, Lyle solo perdió el primero y luego se volvió imparable.
Un nocaut tras otro hasta el primer revés
Liberado bajo palabra en noviembre de 1969, Ron consiguió un trabajo como soldador mientras comenzaba su carrera en el boxeo. Disputó 29 combates como amateur (los realizados en prisión no se contabilizaron oficialmente), ganando 25, con 17 nocauts. Sin embargo, desde su debut sabía que su destino se encontraba en el profesionalismo. Como profesional, logró una racha de 19 victorias consecutivas, 17 de ellas por nocaut, consolidándose como uno de los pesos pesados más prometedores de principios de los años setenta, a pesar de su tardío debut profesional a los 30 años. Los observadores se impresionaron por su agresividad, su devastadora potencia y su coraje indomable, pero el primer golpe de realidad estaba cerca: en febrero de 1973, en el Madison Square Garden, Lyle enfrentó al experimentado Jerry Quarry y sufrió una dura derrota por puntos. Ante un rival técnico y con experiencia, la furia descontrolada no fue suficiente, una lección que le serviría para ampliar su repertorio y volver a intentar escalar posiciones en las clasificaciones.
El año dorado de Ron Lyle: Bonavena, Ellis y Kirkman en el camino hacia Ali
El año 1974 fue, en términos de resultados, el mejor de la carrera de Lyle. Uno tras otro, contendientes creíbles al título mundial como Oscar Bonavena, Jimmy Ellis y Boone Kirkman fueron derrotados por el estadounidense. El argentino Bonavena, como de costumbre, dio batalla, pero no pudo compensar la diferencia física. Ellis fue derrotado claramente en un ambiente sofocante en el Coliseum de Denver, donde se registró una temperatura cercana a los 40°C, mientras que Kirkman fue detenido en el octavo asalto con el rostro convertido en una máscara de sangre. La impresión causada por estas tres brillantes victorias fue tan positiva que, a pesar del posterior tropiezo contra el escurridizo Jimmy Young—cuyo estilo representaba un enigma insoluble para Lyle—, no tardó en llegar la oportunidad de disputar el título mundial. Su combate de ensueño contra Muhammad Ali se materializó en mayo de 1975 y terminó en una cruel decepción: con ventaja en dos de las tres tarjetas oficiales tras diez asaltos, Lyle fue sorprendido por un directo de derecha al mentón justo cuando parecía haber encontrado la clave para una sorpresa histórica. Bombardeado con golpes mientras permanecía en defensa pasiva, el árbitro Ferd Hernandez detuvo la pelea, dejando escapar su sueño.
Las inolvidables guerras con Shavers y Foreman
La amarga derrota contra Ali no desalentó a Lyle en su objetivo. Consciente de que, a sus 34 años, no podía permitirse perder tiempo, aceptó peleas de alto riesgo para recuperar su lugar en la élite. Su feroz choque con Earnie Shavers sigue siendo uno de los combates más violentos en la historia de los pesos pesados. Los dos guerreros intercambiaron golpes salvajes en emocionantes intercambios. Mientras Lyle se recuperó milagrosamente de una devastadora caída en el segundo asalto, Shavers no pudo hacer lo mismo y fue detenido en el sexto, completamente exhausto. No menos espectacular fue el enfrentamiento posterior contra el excampeón George Foreman, quien intentaba volver a la cima tras su sorprendente derrota en la famosa “Rumble in the Jungle”. Foreman y Lyle protagonizaron cinco asaltos de infarto, derribándose mutuamente varias veces y enloqueciendo al público. El cuarto asalto, en particular, en el que Big George cayó dos veces mientras él mismo lograba un derribo, se considera uno de los mejores de la historia. Esta vez fue Lyle quien cayó primero, iniciando un lento pero inevitable declive.
No hubo más momentos de gloria en la carrera del formidable estadounidense, quien se retiró en 1980 tras una humillante derrota en el primer asalto a manos de la joven promesa Gerry Cooney. Cabe destacar, sin embargo, su breve regreso 15 años después, con la esperanza de conseguir una revancha contra su viejo rival George Foreman, quien recientemente había logrado la increíble hazaña de convertirse nuevamente en campeón mundial a los 45 años. Cuando esa posibilidad se desvaneció, Lyle dejó definitivamente el boxeo.
El inolvidable guerrero falleció en su natal Denver a los 70 años, pero su increíble historia de redención perdurará para siempre.