El mundo del boxeo aún se está recuperando del impacto causado por la sorprendente derrota del muy valorado boxeador australiano Tim Tszyu, quien fue barrido el pasado sábado en apenas tres asaltos por el ruso Bakhram Murtazaliev. Entre expertos, profesionales y simples aficionados han surgido intensos debates sobre las principales causas de esta inesperada debacle, que algunos relacionan con un mal «matchmaking»: según ellos, los managers de Tszyu lo enviaron al matadero contra un rival demasiado duro y peligroso. Quien les escribe es muy escéptico ante esta teoría y cree que lo que vimos el sábado fue solo uno de los numerosos combates que hemos presenciado en los últimos meses, donde ha surgido de manera contundente la importancia crucial de subir al ring con un buen plan táctico. En el editorial de hoy intentaré desarrollar este tema basándome en cuatro ejemplos concretos.
«Don’t hook with a hooker»: Murtazaliev vs Tszyu
En los círculos pugilísticos de habla inglesa, es muy común la expresión «Don’t hook with a hooker», que en esencia aconseja no lanzar ganchos en el cuerpo a cuerpo contra un rival cuyo mejor arma es justamente ese golpe. Una regla de sentido común que evidentemente no pasó por la mente de Tim Tszyu antes ni durante su desafortunada y breve batalla de hace unos días. Las limitaciones defensivas del australiano eran bien conocidas por quienes han seguido su carrera: cuando lanza sus combinaciones a dos manos, Tim deja la cabeza demasiado frontal, exponiéndose a golpes de contragolpe potencialmente letales.
Sin embargo, en los últimos dos años, el hijo del legendario Kostya Tszyu había dado la impresión de haber comprendido la importancia de un enfoque paciente y gradual frente a boxeadores con manos pesadas. Tanto contra Tony Harrison como contra Brian Mendoza, el australiano comenzó cubierto y cuidadoso, seleccionando sus golpes con precisión y aumentando el ritmo solo después de haber estudiado y debilitado a sus peligrosos rivales. Una estrategia que habría sido más que oportuna repetir contra Murtazaliev, un boxeador conocido por su potencia explosiva pero deficitario en el juego de pies, la defensa y la movilidad de tronco. En su lugar, Tszyu se lanzó al ataque imprudentemente como si tuviera enfrente a un probador, cavando su propia tumba con sus propias manos.
Pon a tu oponente incómodo y habrás recorrido la mitad del camino: Dubois vs Joshua
Si en el caso de la derrota de Tszyu es legítimo señalar el mal plan táctico del australiano, la paliza sufrida hace un mes por Anthony Joshua, igualmente pesada y rotunda, nos lleva a elogiar el excelente enfoque estratégico de Daniel Dubois y su entrenador Don Charles. Muchos esperaban un inicio cauteloso y precavido por parte del recién coronado campeón IBF frente a un rival tan prestigioso como AJ, con el fin de evitar golpes peligrosos a quemarropa. Varios expertos, como el exboxeador inglés Tony Bellew, habían subrayado que la agresividad mostrada por Dubois contra Filip Hrgovic había dejado a DDD expuesto a una serie de violentos derechazos y que un “regalo” similar a Joshua habría sido probablemente fatal.
Sin embargo, Don Charles pensó de otra manera. El experimentado entrenador británico se dio cuenta de que Anthony Joshua se ha metido en problemas varias veces en su carrera cuando se le arrastra al cuerpo a cuerpo. Como suele suceder con quienes deben su talento al trabajo constante y minucioso en el gimnasio, más que a la naturaleza, AJ rinde al máximo cuando tiene tiempo y espacio para pensar y ejecutar con calma las acciones estudiadas y preparadas en el campamento de entrenamiento. A menos que seas un fuera de serie de nivel intergeneracional como Usyk, intentar boxearlo con finura desde la larga distancia no es una gran idea. Cuando se ve obligado a confiar en su instinto e improvisar en fases caóticas y asfixiantes, AJ tiende a cometer errores, a descubrirse, y a perder aplomo y concentración. Abriéndose camino con un sorprendente jab de izquierda, Dubois hizo exactamente eso: llevó la guerra a la casa del guerrero, lo incomodó y lo empujó a cometer el error garrafal que convirtió la pelea en una masacre.
La dificultad agudiza el ingenio: López vs Leo
Tal vez la pelea entre Luis Alberto López y Angelo Leo, por el título mundial de peso pluma de la IBF, pasó desapercibida para los aficionados ocasionales, pero quienes siguen el boxeo a fondo saben que fue una obra maestra táctica por parte del retador. Lo que vimos esa noche en Albuquerque, en perfecta sintonía con los otros combates mencionados en este artículo, pone de manifiesto cómo a menudo es el púgil que no parte como favorito el que más se ingenia para llevar trampas estratégicas al ring, capaces de subvertir los valores sobre el papel.
Leo ciertamente hizo sus deberes: enfrentado a un boxeador con una fisicalidad abrumadora pero que tiende a descomponerse, cayendo sobre los golpes y descuidando la defensa, centró su plan de combate en la búsqueda obsesiva del contraataque, refugiándose en el clinch y limitando los daños cada vez que López lograba imponer el cuerpo a cuerpo. El excelente plan táctico del retador se contrapuso a la total ausencia de uno por parte del campeón, quien durante diez asaltos no hizo más que cargar sus golpes de manera excesiva, esperando encontrar eventualmente la trayectoria ganadora. En cambio, no por casualidad, fue el púgil más racional quien encontró el golpe de suerte: ante una nueva apertura defensiva dejada por su rival, Leo conectó el golpe perfecto, firmando un KO sensacional.
Mal Matchmaking, Mala Estrategia: Anderson vs Bakole
En los últimos días, las declaraciones del famoso promotor Bob Arum han causado revuelo, al revelar a la prensa la fuerte oposición de Top Rank a la decisión del joven prospecto estadounidense Jared Anderson de enfrentarse al gigante congoleño Martin Bakole. Según las palabras de Arum, su organización fue «anulada» por empresarios árabes que habrían ofrecido una jugosa bolsa al chico, induciéndolo a aceptar el combate a pesar de la opinión contraria del promotor.
Si bien es ciertamente cierto que Bakole representaba un salto de calidad enorme y probablemente excesivo en comparación con los anteriores oponentes de Anderson, también es verdad que la forma en que «Big Baby» eligió pelear contra el peligroso rival fue simplemente suicida. Plantado constantemente frente al pegador congoleño, Anderson confió en sus reflejos, intentando esquivar todos los golpes con las manos bajas, como si tuviera la solidez y agilidad defensiva de Floyd Mayweather Jr. Es imposible afirmar con certeza cómo habría salido si el estadounidense se hubiera movido constantemente sobre sus pies manteniendo la guardia alta y lanzando combinaciones rápidas y cortas entre movimientos, pero sin duda sus probabilidades de éxito habrían aumentado exponencialmente en comparación con las miserables probabilidades a las que se condenó con su actitud presuntuosa.
Cuidado al Culpar a los Entrenadores: A Veces el Boxeador es el Único Responsable
Cuando un boxeador pierde un combate debido a una estrategia desastrosa, inmediatamente surgen muchas voces críticas que piden el despido inmediato de su equipo. Sin embargo, hay que tener cuidado al señalar rápidamente al entrenador: los boxeadores no son marionetas manejadas a distancia por los hilos movidos por su entrenador, ni son personajes de un videojuego a los que se les puede dar órdenes mediante un joystick. Cuando un atleta sube al ring, debe lidiar con sus emociones, su orgullo, el enorme flujo de adrenalina en su sangre y con lo que su instinto le sugiere hacer.
Sucede mucho más frecuentemente de lo que se imagina que un entrenador prepara un buen plan táctico, perfeccionándolo día tras día en el campamento de entrenamiento, solo para verlo desmoronarse cuando su boxeador sube al ring. Por lo tanto, atribuir desde afuera las responsabilidades de una derrota a uno u otro es una operación muy arriesgada, ya que solo quienes han vivido la preparación del combate día tras día saben con certeza qué salió mal y qué se recomendó hacer al que se puso los guantes.