¡Manny Pacquiao roza la hazaña: el mundial con Barrios termina en empate!

Manny Pacquiao (62-8-3, 39 KO) es una leyenda viviente. Sobre eso no hay discusión posible. Campeón mundial en nada menos que ocho categorías de peso —único boxeador en la historia—, miembro del Salón de la Fama y todavía hoy un ícono global del boxeo.

Pero ¿qué se podía esperar razonablemente de su regreso al ring, en un intento por conquistar otro título mundial, a los 46 años y tras más de cuatro años de inactividad? Su última aparición profesional había sido en 2021, con una derrota por decisión ante Yordenis Ugás que parecía haber cerrado definitivamente su gloriosa carrera.

Y sin embargo, lo volvimos a ver hace apenas unas horas en el combate principal de la velada organizada en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas, en un estado de forma bastante bueno, considerando las circunstancias. Pero como era de esperar, lo que presenciamos fue una versión disminuida del gran campeón que fue.

Aun así, Manny estuvo cerca de lograr la proeza de derrotar a Mario Barrios (29-2-2, 18 KO), boxeador estadounidense de origen mexicano, actual campeón mundial wélter del CMB. Tras 12 asaltos, los jueces decretaron un empate, con las siguientes puntuaciones: doble 114-114 y un 115-113. Un empate discutido, que en opinión personal describe solo parcialmente lo ocurrido en el ring: un Pacquiao en buena condición física, claramente concentrado, pero demasiado intermitente y, como es natural, lejos de su mejor versión. Cartulinas quizás un poco generosas hacia el extraordinario púgil filipino.

El boxeo de Manny siempre fue muy físico, más allá de sus cualidades naturales y de una técnica quizás poco ortodoxa pero increíblemente eficaz: un estilo hecho de una resistencia tremenda, combinaciones largas y rapidísimas, con esos brazos lanzando golpes como un poseído, y con desplazamientos constantes del eje de combate que enloquecían a sus rivales, quienes recibían golpes desde todos los ángulos. El desgaste físico que implicaba su forma de pelear hacía difícil esperar hoy en día el mismo tipo de impacto a una edad en la que sería mejor limitarse a ver las peleas, especialmente tras varios años de inactividad.

A sus 30 años, con una estatura de 1,82 m, el mexicano nacionalizado estadounidense Mario Barrios (29-2-1, 18 KO) subía al ring con mucho que demostrar. Tras derrotas ante Gervonta Davis y Keith Thurman, había conquistado el cinturón mundial wélter del CMB frente a Jovanie Santiago y lo había defendido en tres ocasiones antes del empate con Abel Ramos. Una carrera aún no consolidada y tal vez sin victorias de peso frente a rivales de élite. La ocasión era por tanto muy atractiva: enfrentarse a una figura legendaria, aunque ya veterana, en un escenario de primer nivel.

Estilísticamente, el combate se desarrolló como era previsible: Manny avanzaba con ráfagas repentinas, aunque con menos frecuencia, también por la necesidad de no malgastar energía y tomar respiros, y con una velocidad claramente inferior a la de sus mejores años; Barrios, por su parte, utilizaba el jab, el recto y ocasionalmente golpes al cuerpo para controlar la distancia y evitar el intercambio a media y corta distancia, aprovechando su altura y su ventaja en alcance. Mario es un boxeador con buena disciplina táctica, que en general prefiere evitar los intercambios intensos, también debido a una velocidad de ejecución no muy elevada. Además, tiene una gran capacidad de absorción, habiendo sabido recuperarse en varias ocasiones tras caídas.

Al sonar la campana, ambos se dirigieron al centro del ring para una fase de estudio, pero fue evidente desde el principio que Pacquiao estaba en buena forma: rápido al soltar los golpes y con ese característico sentido del tiempo que lo distingue, lo que le permitió conectar de inmediato su directo de izquierda con buena frecuencia.

En su esquina estaba el fiel Freddie Roach, histórico entrenador de Manny y de muchos otros campeones, quien lo instaba a trabajar más al cuerpo y a tener mucho cuidado con la derecha de Barrios, capaz de infligir daño serio. Durante estos primeros asaltos, Barrios recurrió con frecuencia al jab, sobre todo para mantener al filipino a una distancia segura. Manny, por su parte, encontró desde el inicio en su izquierda en retroceso el golpe ideal para incomodar al rival. La clave táctica para Barrios estaba directamente relacionada con la condición física de Pacquiao: evitar las aceleraciones repentinas de Manny y mantener el combate en un ritmo que le resultara cómodo, evitando los intercambios prolongados.

El excelente jab de Barrios marcó las primeras fases del combate, conectando con frecuencia. El boxeador de origen mexicano mostró golpes rectos sólidos y precisos, capaces de poner en aprietos a Manny. Tras los dos primeros asaltos, Pacquiao pareció ralentizarse, en busca de la clave adecuada para abrir la defensa de Barrios, especialmente del ángulo correcto desde donde lanzar sus ataques. Barrios siguió trabajando de manera efectiva con los rectos, ocasionalmente al cuerpo, y durante la primera mitad del combate pareció tener el control. Aun así, Manny demostró estar en la pelea: quizás no siempre bien equilibrado, sin duda menos constante que en el pasado, pero todavía increíblemente competitivo.

A partir de la mitad del quinto asalto, impulsado por los vítores de toda la Arena, Manny comenzó a soltar más las manos y a moverse de manera más frenética (aunque ni remotamente como en sus mejores años).
El combate se desarrolló mayormente en el centro del ring. Una auténtica guerra táctica basada en el control de la distancia: Mario intentando mantener al filipino a media-larga distancia, y Manny buscando acortar constantemente para desatar sus combinaciones a dos manos. Al fin y al cabo, la ventaja de alcance era tal que condicionaba claramente las decisiones tácticas de ambos boxeadores.

La acción de Manny fue por momentos esporádica, tanto por la dificultad real de poner en práctica esa velocidad y explosividad que marcaron su glorioso pasado, como por el buen planteamiento de Barrios, quien supo estar bien plantado sobre las piernas y lanzar sus rectos con excelente sentido del tiempo. Sin embargo, el ritmo de trabajo de Barrios no fue suficiente como para superar claramente al rival ni para agotarlo, y el filipino supo administrar sus energías con inteligencia.

Durante el octavo asalto, Manny logró llevar brevemente la pelea al intercambio cercano, y quedó claro para todos que, para poder ganar, tendría que arriesgar más, acortar distancias y soltar las manos.
“Beautiful combination, great job”: con estas palabras, Freddie Roach motivó a su pupilo de cara a la fase final del combate, sabiendo bien que para imponerse, Manny tendría que dejarlo todo sobre el ring.

Pero la edad rara vez engaña, y el extraordinario púgil filipino, pese a entregarse por completo, ya no podía mantener el mismo ritmo de actividad de su época dorada, cuando abrumaba a sus oponentes con golpes constantes. Su producción ofensiva fue demasiado intermitente, con ráfagas breves, lo que permitió a Barrios respirar y reanudar el combate con calma. Aun así, Barrios pareció conformarse con gestionar el ritmo, tal vez temiendo uno de los famosos arranques del histórico campeón, o quizá creyendo que ya había hecho lo suficiente en cuanto a volumen de golpes y control del combate como para convencer a los jueces.

Los championship rounds comenzaron con una buena combinación prolongada de Barrios, que encontró a Manny algo estático sobre las piernas. Pero Pacquiao respondió de inmediato con algunos uno-dos cortos, jab y recto, dejando claro que intentaría hasta el final.

El último asalto no hizo más que confirmar lo visto hasta ese momento: Barrios concentrado, poco inclinado a buscar el golpe definitivo o a dejarse arrastrar a una batalla final, y Manny dando fondo a sus últimas reservas, conectando breves combinaciones, sobre todo al rostro.

El empate, a juicio de quien escribe, es quizá algo generoso con Pacquiao. Sin restarle méritos a un boxeador increíble, que supo pisar el ring con coraje y con calidad aún presente. Aguantar 12 asaltos frente a un campeón mundial en activo, 16 años más joven y con menos desgaste, ya es en sí una hazaña. Y conociendo a Manny, es probable que vuelva a intentarlo.
Por su parte, Barrios mostró un buen boxeo, pero pareció conformarse con gestionar y mantener el combate en terreno seguro, sin ese plus que le habría permitido ganar de manera contundente. Ahora queda por ver si ambos volverán a cruzarse los guantes para definir de una vez por todas al ganador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *