El 10 de septiembre de 1973 se celebró el segundo de los tres enfrentamientos entre el gran Muhammad Ali y uno de sus oponentes más duros, el tenaz Ken Norton. Una revancha que se mantuvo al filo de la navaja hasta el último asalto entre dos boxeadores que ya se habían enfrentado poco más de cinco meses antes. En esa ocasión, Norton se impuso, interrumpiendo así una racha de diez victorias consecutivas de Ali, que había comenzado después de la dura derrota sufrida a manos de Joe Frazier.
Este último le había impedido recuperar el título mundial tras su regreso de la pausa forzada debido a su negativa a alistarse y partir hacia Vietnam. The Greatest estaba, por lo tanto, intentando poco a poco volver a los primeros puestos de las clasificaciones para obtener una nueva oportunidad por el título mundial. Norton, por su parte, había llegado al primer enfrentamiento con Ali con un récord sin grandes nombres, empañado además por una inesperada derrota antes del límite a manos del desconocido venezolano José Luis García.
La derrota de Ali, que luchó parte del combate con la mandíbula fracturada por un golpe de Norton, causó un gran revuelo. La revancha se organizó de inmediato: una nueva derrota habría frenado enormemente la carrera de Ali hacia el título mundial, que entretanto había pasado a manos de George Foreman; una victoria repararía el daño y lo pondría nuevamente en el camino correcto.
Muhammad Ali subió al ring en excelente forma. Sus 96,2 kilos fueron el peso más bajo registrado desde la pelea contra Oscar Bonavena en diciembre de 1970: consciente de la peligrosidad de los secos y explosivos golpes de Norton, The Greatest sabía que tenía que moverse con gran agilidad y no ofrecer un blanco fijo para poder prevalecer.
La primera fase del combate estuvo marcada por una soberbia demostración de gracia, elegancia y clase por parte de Ali: el “Labio de Louisville” bailaba alrededor de su rival con la ligereza de sus mejores tiempos, lo pinchaba continuamente con su jab relampagueante y se refugiaba astutamente en el clinch las raras veces que era acorralado. Norton, al principio, se concentró casi exclusivamente en los golpes al cuerpo, intentando ralentizar al rival más laureado y convertirlo en un blanco menos esquivo.
En cierto sentido, el combate de Ken Norton, superado durante casi cuatro asaltos, comenzó en los últimos momentos del cuarto, cuando con un derechazo repentino y bastante violento, dejó claro a todos que no había subido al ring para ser el compañero de sparring del gran campeón. Siguió un quinto asalto equilibrado, en el que Norton se impuso por la creciente frecuencia de sus ataques, y un sexto espectacular en el que ambos boxeadores alternaron sus mejores golpes y Ali ejecutó algunas esquivas dignas de antología.
A mitad del combate, The Greatest estaba claramente en ventaja, pero Norton no tenía ninguna intención de rendirse: a partir del séptimo asalto, uno de los más favorables para el pegador originario de Illinois, el buen Ken empezó a mostrar toda su agresividad, atacando sin descanso, arrinconando al rival contra las cuerdas una y otra vez, y alternando golpes a la cara y al cuerpo sin parar.
Durante al menos tres asaltos, Ali luchó por encontrar una respuesta adecuada a esa agresión salvaje, incapaz de librarse de su furioso oponente. Finalmente entendió que su única opción para no ser superado era guardar el florete momentáneamente y confiar en el sable, ya que solo haciéndole sentir algunos golpes fuertes podría calmar los ánimos de su rival. Así, dos derechas fulminantes sorprendieron a Norton, que no era un gran encajador, durante el décimo asalto, frenando su avance.
Norton todavía podría haber cambiado el rumbo de la pelea ganando los dos últimos asaltos, y ciertamente era consciente de ello. Entonces lo arriesgó todo, lanzando golpes frenéticamente tras la campanada inicial del undécimo asalto, pero Ali resistió el embate y Norton tuvo que enfrentarse al cansancio. The Greatest, en cambio, aún tenía energía: el último asalto decisivo fue otro espectáculo del “Labio de Louisville”, que con combinaciones rápidas, esquivas precisas y movimientos sublimes legitimó una victoria apretada pero justa, a pesar del desesperado ataque final de Norton.
La decisión dividida de los jueces, que premiaron a Ali por un margen estrecho, refleja el gran equilibrio visto en el ring. Quien escribe, con los modernos métodos de puntuación, otorgaría un 115 a 113 a favor de The Greatest, pero varios asaltos fueron realmente difíciles de interpretar. No es casualidad que al final de la pelea Ali describiera a Norton como “el boxeador más fuerte al que me he enfrentado”.
Muhammad Ali tomó impulso de la victoria, recuperando la seguridad perdida: cuatro meses y medio después, se vengaría de Joe Frazier para luego llegar más convencido que nunca al célebre enfrentamiento contra George Foreman, que pasó a la historia como “The Rumble in the Jungle”. Ken Norton, a pesar de la derrota, obtuvo de inmediato su oportunidad por el título mundial, pero debido a su mandíbula no apta para enfrentar a golpeadores fenomenales, fue barrido por Foreman en solo dos asaltos. Supo recuperarse de ese golpe, manteniéndose competitivo al más alto nivel hasta 1978, cuando después del memorable combate contra Larry Holmes, perdido por muy poco, emprendió el camino hacia el declive.
Norton y Ali se encontrarían una tercera vez en septiembre de 1976. Un Ali bastante lento y pesado, ya lejos de su apogeo, se impuso ante los ojos de los jueces con un veredicto cuestionado por muchos expertos. Pero esa es otra historia.