El 4 de julio de 1919, exactamente hace 105 años, el legendario golpeador de peso pesado Jack Dempsey se convirtió en campeón del mundo al derrotar al gigantesco Jess Willard en un combate tan breve como dramático.
El boxeo de la época aún presentaba diferencias sustanciales en comparación con el boxeo moderno, comenzando por el reglamento. No era obligatorio esperar la cuenta en una esquina neutral después de derribar al oponente: uno podía quedarse al lado y seguir golpeándolo tan pronto como se levantara del suelo. Los guantes pesaban apenas 5 onzas: el poco relleno ofrecía escasa protección y el potencial destructivo de los golpes se amplificaba en consecuencia. A esto se sumaba un criterio arbitral infinitamente más permisivo que el adoptado posteriormente. Estas diferencias y otras aún más marcadas, propias de las décadas anteriores, llevaron a los boxeadores a desarrollar un estilo de combate, una guardia y una postura que hoy parecerían inconcebibles. En un universo poblado de brazos bajos, torsos inclinados hacia atrás y golpes aislados, Jack Dempsey representó una verdadera revelación. El «Manassa Mauler», como fue apodado, introdujo innovaciones impresionantes que servirían de inspiración para los combatientes de los años venideros.
Pionero del boxeo moderno, Dempsey llegó a la pelea por el título como desfavorecido aunque algunos entendidos ya habían intuido que los días de Willard en el trono de la categoría reina estaban contados. Entre ellos estaba el excampeón mundial de los pesos pesados Tommy Burns, quien aconsejó a muchos amigos apostar por el retador. Willard, en testimonio de cómo el boxeo de los inicios seguía lógicas diferentes a las de hoy en día, había trabajado como vaquero durante gran parte de su vida y se había dedicado al boxeo profesional a los 29 años, destacándose rápidamente gracias a su tamaño imponente para la época y conquistando el título mundial con un KO bastante controvertido y discutido sobre Jack Johnson.
Dempsey y Willard se enfrentaron en la Bay View Park Arena de Toledo, Ohio, ante 19,500 espectadores, muchos menos de los esperados. Las expectativas de los organizadores se vieron defraudadas principalmente por el público de los sectores populares, mucho menos numeroso de lo esperado. Los boxeadores subieron al ring a las cuatro de la tarde bajo un sol abrasador, con el termómetro marcando más de 40 grados. Un episodio singular marcó el inicio del combate: una avería impidió que sonara la campana y el cronometrador se vio obligado a usar un silbato para dar inicio a las hostilidades. Como el cronómetro se había puesto en marcha diez segundos antes de encontrar esta solución, el primer asalto duró precisamente diez segundos menos de lo debido, lo que como veremos a continuación sirvió para prolongar el combate un par de asaltos más.
El primer asalto fue de una violencia inaudita: Dempsey asaltó al campeón desde los primeros instantes y lo derribó siete veces. Mientras Willard yacía cerca de su esquina tras el último brutal derribo y el árbitro Ollie Pecord contaba, se escuchó el «silbato» que marcaba el final del asalto. Pecord no lo oyó debido al estruendo del público y declaró a Dempsey ganador. En el caos que siguió se reveló el malentendido y el retador fue llamado de vuelta al ring cuando ya se dirigía a los vestuarios. Los dos asaltos siguientes, aunque sin más derribos, estuvieron marcados por un dominio absoluto del Manassa Mauler. Al final del tercer asalto, Willard decidió quedarse sentado en su banquillo, una decisión que en esa época generó mucha polémica y que algunos, como el árbitro y periodista William Rocap, calificaron de vergüenza para el deporte.
Numerosas fuentes afirman que el derrotado sufrió daños físicos devastadores durante el combate, como la pérdida de varios dientes, fracturas de algunas costillas y de la mandíbula, y la pérdida de audición en un oído. Esta información sigue siendo controvertida ya que el propio Willard, al día siguiente de la derrota, informó a la prensa que los rumores sobre su estado físico estaban exagerados y que las únicas lesiones que había sufrido eran dos profundas heridas cerca del ojo y la boca. Sea cual sea la verdad, los rumores sobre las lesiones sufridas por Willard contribuyeron a alimentar durante años la sospecha de que Dempsey había trucado sus guantes, reforzándolos con material endurecedor. Sobre este tema existen aún visiones diferentes pero nunca se ha presentado ninguna prueba sólida que respalde la acusación y la opinión de quien escribe, basada en los documentos existentes sobre el histórico combate, es que se trata de un mito falso.
Lo que más importa es que Jack Dempsey se había coronado campeón del mundo. Una de sus primeras declaraciones públicas fue para excluir categóricamente la posibilidad de defender su título contra retadores de color, ya que solo tenía la intención de pelear contra atletas blancos. Una postura que aún hoy deja un sabor amargo en los admiradores del boxeo del Destructor de Manassa y que, según algunos críticos, disminuye su valor histórico precisamente por este gran rechazo que de hecho cerró la gran oportunidad a los posibles retadores afroamericanos de la época. En cuanto a Willard, permaneció fuera del ring casi cuatro años, luego intentó regresar a la escena pero después de una buena victoria fue detenido por el tremendo golpeador argentino Luis Ángel Firpo y se retiró definitivamente. Dos meses después, Firpo tuvo su oportunidad de enfrentar a Dempsey, dando lugar a uno de los combates más violentos de la historia del boxeo, pero esa es otra historia.