La historia del boxeo está llena de eventos extraños que han ocurrido en el ring. A veces, un episodio inusual, por insignificante que sea, termina siendo tan divertido o sorprendente que permanece siempre ligado a la memoria de una pelea. Así, la prestigiosa conquista del título mundial WBC de peso crucero por parte del boxeador de Romagna, Massimiliano Duran, siempre será asociada, por aquellos que asistieron a la Outdoor Arena en Capo d’Orlando, con la lluvia de paquetes de espaguetis arrojados al ring por el enfurecido público justo antes de que el puertorriqueño Carlos De Leon fuera declarado derrotado por descalificación. Exactamente 34 años después de ese triunfo que llevó a «Momo» a la cima del mundo, recordamos una noche con un final extraño pero victorioso para nuestro país.
De la guerra por el título italiano a la oportunidad mundial: el gran salto de Momo Duran
Hay trenes a los que uno debe subirse un poco a ciegas, porque podrían no volver a pasar. La noticia de que Massimiliano Duran, recién campeón italiano de peso crucero, lucharía contra el legendario De Leon por la corona mundial hizo que muchos observadores dudaran de la sensatez de tal salto para un boxeador que, tras solo quince combates, se encontraría cara a cara con un fenómeno del ring. Sin embargo, esa aparente apuesta se basaba en un razonamiento lógico: mientras el campeón parecía en declive, Momo mostraba un crecimiento significativo cada vez que subía al ring. La espectacular victoria sobre Alfredo Cacciatore, que le valió el título italiano, había certificado su plena madurez: dos violentas caídas superadas, control recuperado con el uso magistral del jab izquierdo y una ofensiva tan punitiva que obligó al árbitro a detener la pelea, habían doblegado a un rival peligroso y decidido. El famoso Rocco Agostino decidió entonces confiar en el atleta de Ferrara: listo o no, Duran intentaría dar el gran golpe.
Las últimas balas del gran De Leon
Observar los movimientos de Carlos De Leon en su apogeo casi se siente como ver en acción a un Wilfred Benitez con veinte kilos más. La escuela puertorriqueña, después de todo, había moldeado a ambos, y De Leon, al igual que su ilustre compatriota, se movía con elegancia en el ring, ligero de pies y rápido de manos, maestro en controlar el ritmo a su gusto. Sus inmensas cualidades lo habían llevado a hacer historia en la categoría de peso crucero, ganando el título mundial cuatro veces, marcando una carrera verdaderamente longeva en los niveles más altos. Sin embargo, la dura derrota que Evander Holyfield le infligió en 1988 había quebrado algo en la psique y el cuerpo del talentoso puertorriqueño. Aunque volvió a reclamar el título, De Leon comenzó a tener dificultades para hacer el peso y mostraba signos de reflejos embotados en el ring. Su defensa del título en Inglaterra contra Johnny Nelson, que terminó en empate, es recordada como una de las peleas por el título mundial más aburridas de la historia: una señal poco alentadora antes del viaje a Italia…
De la tensión al coraje: Momo toma el control
Frente a las cámaras de la RAI, introducidas en los vestuarios para los últimos comentarios antes de que comenzara el desafío, Duran aparecía audaz y confiado, invitando a los espectadores a no perderse «el final de De Leon». Sin embargo, la tensión del gran evento no podía dejar de afectar al joven tras el sonido de la primera campana: Momo aparecía vacilante, temeroso de soltar las manos ante una leyenda del ring, y los primeros seis minutos pasaron en total inactividad. Poco a poco, sin embargo, el boxeador de Ferrara, ante la falta de energía del rival, comenzó a tejer su red: primero tímidamente, doblando el jab rápidamente y entregando algunos uppercuts al cuerpo, luego con más libertad, activando finalmente su mano derecha y ampliando su ventaja en las tarjetas. Duran se dio cuenta de que «el Diablo no es tan feo como lo pintan»: el campeón le dejaba la iniciativa y no picaba en el contraataque, la hazaña histórica estaba a su alcance.
El caótico final: los nervios del veterano campeón se rompen
De Leon se dio cuenta a medida que pasaban los asaltos de que la pelea se le escapaba de las manos. Despertando de un letargo, intentó cambiar su estrategia de defensiva a ofensiva, pero lo hizo de manera caótica, con poco éxito. Al entrar en los championship rounds, la ventaja del retador seguía siendo tranquilizadora. Sin embargo, en el undécimo asalto, estalló el pandemonio en un crescendo de giros de trama que culminó en el increíble final. Frustrado por su incapacidad para cambiar la pelea, De Leon empujó descaradamente a su rival con el antebrazo durante un clinch, y tras desequilibrarlo, lo golpeó y lo derribó. Sorprendentemente, el árbitro Bob Logist contó sin pestañear, enfureciendo a la multitud. Momo reaccionó con rabia, y tras arrinconar a su rival, le devolvió el favor con algunos golpes bajos. Aún más irritado, De Leon cometió un gran error: dirigiéndose a su taburete después de la campana, golpeó a Duran en la barbilla con una mano derecha.
La lluvia de espaguetis y la coronación: ¡Duran campeón del mundo!
El golpe, en verdad, por lo que se puede juzgar por las imágenes, no fue particularmente violento, y la reacción de Duran, colapsando al suelo, parecía un poco exagerada. Sin embargo, fue suficiente para inflamar los ánimos de la multitud y producir una densa lluvia de objetos en el ring: botellas, latas, incluso un zapato, y numerosos paquetes de espaguetis, distribuidos por uno de los patrocinadores de la noche. Después de una consulta con el supervisor de la WBC, el señor Logist tomó su decisión: ¡Carlos De Leon fue descalificado, Massimiliano Duran era el campeón del mundo! Si bien la decisión fue, a juicio de quien escribe, demasiado severa para el boxeador puertorriqueño, todo sugiere que Momo se habría llevado el cinturón en cualquier caso, incluso si el duodécimo asalto se hubiera disputado regularmente. Con solo 26 años, nuestro abanderado había cumplido el sueño de su vida y pronto se enfrentaría tres veces con el muy fuerte francés Anaclet Wamba en una trilogía llena de giros y no exenta de controversias. Pero esa es otra historia…