Ningún atleta puede escapar al inexorable paso del tiempo. Desde el deportista ocasional hasta el campeón consagrado, cualquiera que no tenga la lucidez de retirarse en el momento oportuno está destinado a ver cómo su rendimiento disminuye gradualmente o colapsa de golpe. El caso de «Sugar» Ray Leonard es solo uno de los innumerables ejemplos de boxeadores capaces de escribir la historia del Noble Arte para luego protagonizar una triste salida de escena. Exactamente hace 34 años, el astro estadounidense se dio cuenta de su inevitable declive, cuando su intento de volver a ser campeón del mundo se estrelló contra los puños del joven y ambicioso Terry Norris. Hoy volvemos con la memoria a aquel célebre relevo generacional que tuvo lugar en el Madison Square Garden de Nueva York el 9 de febrero de 1991.
El hombre de los mil regresos, convencido de sorprender una vez más
Leonard había acostumbrado tanto a sí mismo como al mundo a anunciar su retiro, permanecer alejado del ring por mucho tiempo y luego regresar de manera triunfal. Su primera despedida ocurrió en 1982 tras un desprendimiento de retina, seguida por un exitoso regreso ante Kevin Howard 27 meses después.
Derribado por primera vez en su carrera y puesto en serios aprietos por un rival no particularmente peligroso, Sugar anunció su retiro por segunda vez, solo para volver tres años después y desafiar al emperador de los pesos medianos, Marvin Hagler, logrando una victoria histórica.
Otro retiro y otro regreso 19 meses después, conquistando los títulos supermediano y semipesado ante Donny Lalonde. Así que, cuando en 1991 el exmedallista de oro olímpico en Montreal anunció enésimo retorno al cuadrilátero tras más de un año de inactividad, nadie se sorprendió demasiado.
Por el contrario, sus experiencias previas hicieron que muchos creyeran que Leonard, a pesar de sus más de 34 años, la inactividad y el regreso a una categoría, la de los superwélter, en la que no competía desde hacía aproximadamente siete años, podía lograr otra hazaña más. No en vano, las casas de apuestas lo consideraban el claro favorito en la previa.
Cruz y delicia: las virtudes y debilidades del joven Norris
Esperando a Sugar Ray en su enésimo gran regreso no estaba un púgil cualquiera, sino alguien que pronto se convertiría en una de las figuras destacadas del boxeo mundial en los años 90. A pesar de tener solo 23 años, Norris ya había adquirido cierta notoriedad, inicialmente negativa, tras sufrir un espectacular y dramático nocaut en su primer intento de título mundial contra el temible Julian Jackson.
Después de dominarlo técnicamente en los primeros tres minutos, el célebre pegador de las Islas Vírgenes le apagó las luces con un devastador derechazo en el segundo asalto. Sin embargo, posteriormente, «Terrible» se redimió destruyendo en menos de un asalto al temido John Mugabi, enviándolo a la lona con caídas brutales.
Tanto en el aspecto técnico como en el de la potencia, Norris poseía cualidades sobresalientes, hasta el punto de parecer un predestinado. Por otro lado, sus aspiraciones de grandeza se veían limitadas por una resistencia no precisamente férrea y, sobre todo, por un carácter difícil que a menudo lo llevaba a perder el control, como lo demuestran las tres derrotas por descalificación que sufrió en su carrera.
Llegando a la segunda defensa de su título mundial WBC de los superwélter, el joven se encontraba frente a quien había sido su ídolo de la adolescencia, y muchos se preguntaban en qué medida la tensión del gran evento afectaría su desempeño.
El fantasma de Leonard en un combate sin historia
Después de un primer asalto de estudio, en el que el viejo fuera de serie se limitó a moverse en círculo amortiguando las ofensivas de su rival, Leonard intentó tomar las riendas del combate en el segundo round, asumiendo la iniciativa y apuntando principalmente al cuerpo del campeón.
Sin embargo, en los instantes finales del asalto, sonó la primera campana de alarma en la cabeza de los numerosos seguidores de Sugar que se habían congregado en el Madison: un preciso gancho de izquierda de Norris impactó en la sien del excampeón, enviándolo a la lona. Fue el único momento en el que Norris no supo controlar sus impulsos, ya que se abalanzó sobre su oponente y lo golpeó nuevamente mientras estaba en el suelo, lo que provocó una severa reprimenda del árbitro Arthur Mercante Jr, quien lo amenazó con la descalificación.
Tras un tercer asalto durísimo, en el que logró sacudir y castigar con golpes al retador, Norris cambió inesperada y sorprendentemente de táctica, cediendo el centro del ring a su oponente y adoptando un estilo de outfighter. Pocos hubieran imaginado que Leonard pudiera ser superado en un combate de boxeo puro, pero, por desgracia para él, sus reflejos, su rapidez de ejecución y su visión de juego eran un lejano recuerdo. Norris, moviéndose ágilmente sobre las piernas y boxeando a la contra, conseguía mantenerlo constantemente bajo control.
A cada intento ofensivo de Leonard correspondía una peligrosa respuesta del campeón, lo que hacía que la diferencia en las tarjetas se ampliara cada vez más, hasta el punto de llevar a Sugar a ser imprudente y cometer errores. Al final del séptimo asalto, el retador, que buscaba el intercambio con demasiada despreocupación, fue sorprendido por un repentino gancho de derecha y volvió a caer a la lona con una expresión en el rostro que reflejaba su resignación y su impotencia.
El último tercio del combate fue una tortura indescriptible para quienes habían amado a Ray Leonard y lo habían seguido con admiración y entusiasmo en la década anterior. El legendario artista del ring estaba a merced de su verdugo, quien lo controlaba con facilidad desde la distancia para luego imponerle atroces momentos de sufrimiento cuando aplicaba presión.
El décimo y el undécimo asalto fueron particularmente duros y dieron la sensación de que el combate podría incluso terminar por nocaut, tan evidente era la superioridad del campeón. Sin embargo, este último decidió finalmente no ensañarse más, disputando un último asalto de puro control y conformándose con una amplísima y unánime victoria en las tarjetas.
El fantasioso 116-110 del juez Billy Costello fue, presumiblemente, un homenaje a lo que Leonard había representado para el boxeo, pero los enormes márgenes dictados por los otros dos jueces (120-104 y 119-103) fueron más realistas. Lamentablemente, no fue la última aparición de Sugar Ray sobre el cuadrilátero, ya que seis años después lo intentó de nuevo con un resultado aún peor, siendo noqueado por Héctor «Macho» Camacho.
La carrera de Norris, en cambio, continuó durante mucho tiempo, con muchas victorias memorables y algunos pequeños tropiezos: combates que vale la pena ver y contar, y que sin duda nos darán material para futuros análisis.