El legendario campeón cubano Kid Gavilán falleció el 13 de febrero de 2003, a los 77 años, en la pobreza y la soledad. Su lugar de descanso, en una zona descuidada del cementerio “Our Lady of Mercy” de Miami, fue inicialmente señalado con una simple placa de bronce. Para exhumar su cuerpo, trasladarlo a un área más digna y rendirle homenaje con una lápida acorde a su legado, fue necesario recurrir a donaciones de otros grandes campeones. La más generosa provino de Mike Tyson, quien, a pesar de haber declarado bancarrota poco tiempo antes, estuvo dispuesto a donar 5.000 dólares. Sin embargo, en sus años de gloria, el Cuban Hawk escribió páginas imborrables en la historia del boxeo, consagrándose como uno de los pesos wélter más grandes de todos los tiempos.
Débil en potencia, sublime en todo lo demás: el artista del “bolo punch”
Cuando la Madre Naturaleza repartió sus dones al pequeño Gerardo González, nombre real de Gavilán, quizá se dio cuenta de que le había dado demasiados y, en compensación, le privó de la pegada. Por lo demás, el Halcón Cubano lo tenía prácticamente todo: veloz como un felino, sólido como una roca, técnicamente sublime y con un carácter indomable. Si hubiera tenido también la facilidad para noquear, probablemente habría disputado con Sugar Ray Robinson el título de mejor boxeador de la historia. Sin embargo, de los 143 combates que disputó como profesional, solo 28 terminaron por la vía rápida, viéndose obligado a dejar su destino en manos de los jueces en muchas más ocasiones, con todas las consecuencias que ello implicaba. Si bien el arsenal ofensivo del púgil nacido en Camagüey carecía del golpe definitorio, él mismo lo enriqueció con un arma espectacular: el inconfundible bolo punch. La invención de este peculiar golpe, ejecutado con un giro hacia atrás del brazo antes de impactar al oponente, se atribuye tradicionalmente al filipino Ceferino García, pero Gavilán lo aprendió de forma autodidacta: ¡el movimiento era el mismo que usaba al cortar caña de azúcar en los inmensos campos cubanos!
De los inicios en casa al mundial contra el Dios del boxeo
Convertido en profesional a los 17 años, Gavilán disputó la mayor parte de sus primeros combates en su país, con algunas incursiones en México. Pasaron cuatro años antes de que se estableciera definitivamente en Estados Unidos, donde inmediatamente mostró su talento y no tardó en recibir grandes oportunidades. Aunque inicialmente fue derrotado por figuras más experimentadas como Ike Williams y Sugar Ray Robinson, el joven cubano se ganó el cariño del público, que en ambas ocasiones abucheó ruidosamente los veredictos. De hecho, tras la pelea con Robinson, los abucheos fueron tan intensos que el evento tuvo que ser interrumpido para restablecer el orden. Cada vez más consciente de su potencial, Gavilán se tomó la revancha con Williams y ganó el tercer combate entre ambos, lo que le valió una oportunidad por el título mundial wélter, en manos de ese mismo Sugar Ray Robinson que ya lo había vencido en un combate sin título en juego. El retador, que nunca había peleado más allá de diez asaltos, se mostró extremadamente competitivo en los primeros seis, pero bajó el ritmo en la segunda mitad y perdió por decisión. Su cita con la gloria quedaba pospuesta.
Altibajos, el título mundial y las polémicas
Siguieron años de resultados irregulares marcados por una constante: jueces, público y periodistas a menudo veían tres combates distintos, y las discusiones posteriores se prolongaban por mucho tiempo. Al final de su carrera, Gavilán acumuló un récord de 19 decisiones divididas: 11 a su favor y 8 en contra. Combatir frecuentemente fuera de casa lo perjudicó en algunos casos, pero en otros, el respaldo de sus mánagers—conocidos por sus conexiones con el crimen organizado y su cercanía al mafioso ítalo-estadounidense Frankie Carbo—pudo haberle abierto algunas puertas. Sin embargo, no hubo controversia cuando en mayo de 1951 se proclamó campeón del mundo al dominar por puntos al titular Johnny Bratton y romperle la mandíbula. Muy diferente fue lo que ocurrió en su primera defensa: Billy Graham fue derrotado por una discutida decisión dividida que pasó a la historia cuando, en su lecho de muerte, el juez Arthur Schwartz confesó haber favorecido a Gavilán por temor a su entorno. Sin embargo, en honor a la verdad, Graham había sido demasiado pasivo en la primera mitad del combate, que de todos modos fue sumamente equilibrado.
Un golpe al racismo y la destrucción de los invictos
Tras otro veredicto discutible—un absurdo empate al término de un combate sin título en juego contra el excampeón Bratton, a quien Gavilán había dominado con facilidad—el cubano protagonizó una defensa histórica de su cinturón ante el zurdo Bobby Dykes en Miami: por primera vez en la historia de Florida, un boxeador negro enfrentaba a un blanco por el campeonato mundial. Dykes incluso recibió amenazas de muerte de fanáticos que lo acusaban de “deshonrar a la raza blanca” por aceptar pelear contra un negro, pero subió al ring, peleó con gran valentía y perdió por escaso margen. Además de no temer al público en contra, Gavilán no tenía reparos en desafiar a boxeadores invictos: primero Gil Turner y luego Chuck Davey fueron aniquilados por el Halcón, quien ensució por primera vez sus respectivos récords. Entre ambas peleas, Gavilán concedió una nueva oportunidad a Billy Graham, pero una vez más este último tuvo motivos de sobra para quejarse: al llegar a Cuba, fue arrestado bajo un pretexto absurdo y retenido en prisión durante varios días antes del combate. No es de extrañar, por tanto, que sobre el ring esta vez no hubiera historia.
Los últimos destellos del Cuban Hawk
Antes de iniciar su declive inevitable, Gavilán aún tenía algunas cartas por jugar. Así, sus dos últimas defensas exitosas del título lo vieron superar primero al formidable ítalo-estadounidense Carmen Basilio y luego, una vez más, a su eterno rival Johnny Bratton. Basilio aún no había inscrito su nombre en la historia, pero estaba en pleno proceso de convertirse en un guerrero indomable. Gavilán sufrió la segunda y última caída de su carrera y tuvo problemas con el estilo poco ortodoxo del retador, pero gracias a su mayor astucia en el cuerpo a cuerpo, logró recuperar terreno en la segunda mitad y se llevó una apretada decisión. Muy distinta fue la revancha contra Bratton, donde esta vez ningún juez en el mundo podría haberle regalado un empate: Gavilán jugó al gato y el ratón durante la mitad del combate y luego desató un bombardeo devastador que dejó al pobre aspirante al borde del nocaut en varias ocasiones. La pelea terminó con una victoria amplísima por puntos, pues el orgullo desmedido de Bratton le permitió escuchar el último tañido de la campana.
La hazaña fallida y la última injusticia
Tras tres años de dominio en la categoría, Kid Gavilán no podía evitar el intento de ampliar su legado histórico apuntando al título de peso mediano. Antes de enfrentarse al campeón Bobo Olson, el cubano subió a la báscula sin siquiera quitarse la ropa y, aun así, marcó dos kilos por debajo del límite de la categoría. Para hacer aún más insalvable la diferencia de tamaño, Gavilán arrastraba una lesión en la mano derecha sufrida en su pelea anterior, lo que lo obligó a combatir casi exclusivamente con la izquierda. La montaña resultó demasiado alta para escalar, y el Cuban Hawk tuvo que regresar a las 147 libras, donde, sin embargo, lo esperaba su última gran decepción. Enfrentado al retador Johnny Saxton, cuya carrera también estuvo marcada por oscuros intereses mafiosos, Gavilán protagonizó un combate horrible, lleno de clinches y carente de acción, pero que, según la mayoría de los observadores, ganó claramente. No fue así en los carteles: una vez más, una decisión dividida, esta vez en su contra, puso fin de forma ingrata a un reinado que, pese a todas las polémicas, sigue siendo extraordinario.
El ocaso iniciado aquella noche concluyó en 2003, tras ocho años en un centro de asistencia donde la salud de Gavilán se deterioró día tras día. Olvidado por sus seres queridos en la última etapa de su vida, el Halcón de Camagüey jamás será borrado de la memoria de los aficionados al boxeo, quienes, gracias al noble gesto de púgiles como Roberto Durán, Leon Spinks, Buddy McGirt, Emile Griffith y el ya mencionado Mike Tyson, podrán rendirle homenaje frente a una lápida digna de un campeón del mundo.