El 12 de julio de 1971 nació en Guantánamo uno de los muchos talentos excepcionales que la isla de Cuba ha dado al mundo del boxeo en el último siglo, el zurdo de carácter rebelde Joel «El Cepillo» Casamayor. Campeón olímpico en Barcelona en 1992, huyó de su país en vísperas de los siguientes Juegos de Atlanta para emprender una carrera profesional llena de éxitos y desafíos memorables. En el día de su cumpleaños, repasamos las batallas más significativas de este atleta de técnica prodigiosa y espíritu indomable.
Todo por una bicicleta: de la medalla de oro al exilio voluntario
Los números de la carrera amateur de Casamayor, como suele ocurrir con los boxeadores cubanos de alto nivel, son impresionantes. En el amateurismo, El Cepillo disputó 393 combates, ganando 363, y se destacó en todos los torneos importantes a nivel internacional. Su triunfo más brillante lo logró a los 21 años, cuando en la final olímpica de Barcelona dominó al fuerte golpeador irlandés Wayne McCullough, quien más tarde se convertiría en campeón mundial profesional, infligiéndole incluso una cuenta. Esa noche de gloria también marcó la ruptura entre Casamayor y el gobierno de su país: esperando un premio en efectivo o al menos un automóvil por el resultado obtenido, el boxeador se quedó perplejo al recibir solo una bicicleta. Fue el punto de no retorno: desde ese momento, la idea de huir a los Estados Unidos para convertirse en profesional se convirtió en una obsesión y se concretó poco antes de Atlanta 1996, durante una concentración en México con su selección nacional. Dotado de una defensa portentosa y de una precisión quirúrgica, especialmente en el uso de su mano izquierda en contragolpe, el cubano estaba perfectamente adaptado también para el boxeo profesional y no tardó en demostrarlo.
Los años dominantes hasta la unificación fallida
Con la experiencia adquirida en el amateurismo, Casamayor manejaba con facilidad a los rivales que se le presentaban y no tuvo problemas en obtener, después de 20 combates, su primera oportunidad por el título mundial en la categoría de superpluma. El campeón mundial de la WBA de la época, el coreano Jong Kwon Baek, fue dominado durante cuatro asaltos y detenido en el quinto por una pequeña herida que no parecía tan peligrosa. La superioridad aplastante de Casamayor quedó clara y lo mismo ocurrió en las cuatro defensas siguientes, con solo Robert Garcia, hoy un entrenador respetado, capaz de plantearle algunos problemas antes de ser superado por las contundentes aceleraciones del campeón. Los tiempos estaban maduros para una histórica unificación mundial con el campeón de la WBO, Acelino Freitas, un invicto boxeador brasileño que al momento del combate tenía 30 victorias, 29 de ellas por KO. Casamayor se sorprendió por el arranque explosivo del rival, intentó recuperar terreno en la fase central del combate pero no conservó suficientes energías para un final dominante y fue dado perdedor por un veredicto ajustado pero justo, aunque él nunca lo reconoció como tal.
La fantástica trilogía con Diego Corrales
Tras una breve incursión en el peso ligero con tres victorias por KO, Casamayor volvió al superpluma para iniciar una hermosa trilogía con el terrible golpeador Diego «Chico» Corrales. El primer combate entre ambos, válido por el título menor IBA, fue una auténtica guerra sin cuartel, con ambos púgiles intercambiando golpes feroces sin mucha atención a la defensa. Al final de este «slugfest» de seis asaltos, después de que ambos habían caído a la lona, Corrales fue detenido por las heridas sangrantes, dejando al público deseoso de una revancha. La revancha tuvo lugar cinco meses después, esta vez por el más prestigioso título mundial de la WBO, y resultó ser mucho más táctica que la primera pelea. Casamayor actuó como un elusivo puro mientras Corrales trató de aprovechar su alcance, manteniéndose en el centro del ring y confiando principalmente en sus golpes directos. Al final de un combate extremadamente equilibrado, cuyo veredicto pudo haber ido a cualquiera de los dos sin escándalos, los jueces premiaron a «Chico» a pesar de una caída sufrida en el décimo asalto. Casamayor emergió victorioso de la trilogía con una merecida victoria por puntos dos años más tarde.
De Castillo a Raiymkulov, a Santa Cruz: los muchos veredictos dudosos
Con su boxeo conservador y «científico», Casamayor fue protagonista de numerosos combates cuyos veredictos generaron profundos debates entre expertos y aficionados. Los amantes del boxeo defensivo, propensos a premiar la precisión y la limpieza de los golpes, solían verlo siempre como ganador; por el contrario, los fanáticos del boxeo agresivo, acostumbrados a valorar el volumen de trabajo y el pressing, lo penalizaban negándole los asaltos equilibrados. Contra el fuerte mexicano Jose Luis Castillo, Casamayor comenzó muy bien, pero luego fue sofocado por los continuos cuerpos a cuerpo impuestos por el rival y al final convenció solo a uno de los tres jueces. Le fue un poco mejor contra el invicto Raiymkulov, conocido como «Kid Diamond»: también en este caso, el cubano comenzó rápido, anotando incluso una caída en la apertura antes de empezar a sufrir el pressing, pero esta vez se recuperó al final arrancando un empate. Decididamente benevolente fue el jurado en su combate con el poco impresionante Jose Armando Santa Cruz: Casamayor pagó el precio de las muchas batallas sostenidas, ofreciendo una actuación muy floja y fue favorecido con una polémica Decisión Dividida.
De Katsidis a Marquez: último resplandor y última muestra de orgullo
Cuando la WBC le impuso conceder la revancha a Santa Cruz para disipar las dudas sobre el veredicto cuestionado, Casamayor prefirió abandonar su cinturón interino y pelear en cambio con el agresivo golpeador australiano Michael Katsidis. Muchos pensaban que el cubano, casi al final de su carrera deportiva, sería arrollado por los poderosos golpes del rival, pero el ex campeón olímpico sacó de la galera su última obra maestra. Katsidis cayó dos veces en el primer asalto, continuó luchando valientemente y logró incluso derribar al rival en el sexto asalto, pero finalmente sucumbió en el décimo con las tarjetas aún equilibradas. El inesperado triunfo le dio a Casamayor la oportunidad de enfrentarse al gran Juan Manuel Marquez, y el cubano dio lo mejor de sí: una vez más brilló en la primera parte del combate, pero nuevamente decayó con el tiempo y finalmente fue superado, cediendo bajo los golpes del rival en el undécimo asalto. Los años siguientes vieron el estado de forma de El Cepillo deteriorarse progresivamente hasta la última derrota sufrida a manos de Timothy Bradley, quien lo derribó repetidamente antes de noquearlo.
Aunque no logró ser el dominador absoluto de su época, Joel Casamayor permaneció durante muchos años en la cima mundial, regalándonos innumerables combates de altísimo contenido técnico y dividiendo al público entre quienes lo adoraban y quienes no apreciaban su estilo. Todos, en cualquier caso, le reconocen y le reconocerán siempre su valor y su clase cristalina.