Hay un superhéroe que vela por nosotros. Sus hazañas ocurren en su mayoría bajo los cielos de México y Venezuela, pero cuando es necesario, cuando alguien lo llama, sabe alejarse de su reino habitual, tanto que hace poco se cubrió de gloria en Albania. Su nombre es Alessandro Riguccini, su apodo es «El Rognoso», y dado que hace pocos días se convirtió en el nuevo campeón interino de la WBA, hemos decidido revelarles los superpoderes de los que se ha valido en sus empresas, así como los que han sido utilizados en su contra por parte de sus pérfidos enemigos.
Alessandro Riguccini vs Juan Antonio Ríos: la conversión del deporte
Imaginen entrenar durante meses para una competencia deportiva y luego, sin previo aviso, tener que practicar otro deporte. Eso fue lo que le ocurrió al pobre Ríos, que gracias a un potente hechizo de Riguccini se encontró, sin saberlo, compitiendo en un combate de boxeo de contacto ligero tras la primera campanada. Durante dos asaltos el mexicano permaneció aturdido, mientras él y su rival se intercambiaban suaves golpecitos que no habrían hecho daño ni a un mosquito. Al final, la confusión fue tal que terminó cayendo torpemente contra las cuerdas mientras nuestro héroe lo sepultaba con golpes, ganándose el triunfo.
Alessandro Riguccini vs Edgar Puerta: los golpes de efecto perforante
Lamentablemente, muchos de los rivales de Riguccini también poseen superpoderes. El mexicano Edgar Puerta, por ejemplo, lanza golpes que logran perforar el objetivo y propagarse en profundidad. Así, en el primer asalto de su combate, Riguccini creyó haber bloqueado con el codo derecho un uppercut del rival, pero de repente sintió un pinchazo en el hígado que lo obligó a irse a la lona. La repetición muestra claramente que el golpe impactó en su brazo, prueba de que Puerta había activado su malvado superpoder. Por suerte, nuestro héroe se levantó y se vengó en el siguiente asalto.
Alessandro Riguccini vs Iván Álvarez I: el campo de fuerza paralizante
Frente al público de su Florencia natal, tras acorralar contra las cuerdas a un Álvarez visiblemente en apuros, Riguccini desató una impresionante ráfaga de unos treinta golpes consecutivos. Un espectador ingenuo, viendo la repetición, se quedaría perplejo al notar que la gran mayoría de esos golpes no dieron en el blanco, a pesar de que Álvarez estaba más inmóvil que un bacalao seco. La verdad, sin embargo, es que Riguccini, al cortar el aire con sus puños, estaba creando un campo de fuerza paralizante que bloqueó las funciones vitales del rival. En ese punto, bastó un golpecito al cuerpo para hacerlo colapsar sin vida en la lona.
Alessandro Riguccini vs Juan Ruiz: la mirada hipnotizante
Juan Ruiz era un boxeador peligroso, pero Riguccini logró de inmediato establecer contacto visual con él, hipnotizándolo e impidiéndole desatar su ofensiva. Durante tres asaltos ambos vagaron por el ring mirándose a los ojos, mientras los espectadores de Cancún, incapaces de apreciar el prodigio al que estaban asistiendo, silbaban y se quejaban. Nuestro héroe se distrajo solo un momento y de inmediato un jab de Ruiz le hizo volar el protector bucal. Por suerte, Riguccini volvió a hipnotizarlo poco después y al final el venezolano se retiró por un dolor en el costado, quizás causado por una indigestión de comida picante.
Alessandro Riguccini vs Iván Álvarez II: la invisibilidad y la subversión de las leyes de la física
Para escapar de la venganza del feroz Álvarez en su esperada revancha, Riguccini tuvo que recurrir a dos superpoderes en rápida sucesión. Primero se volvió invisible, haciendo que su rival fallara su derechazo por casi medio metro; un instante después subvirtió las leyes de la física, haciendo que Álvarez cayera hacia adelante, boca abajo, tras haber sido apenas rozado por un recto de derecha al cuerpo. Una acción tan inusual que los científicos de todo el mundo aún la están estudiando.
Alessandro Riguccini vs Johan Pérez: la clarividencia
Pérez era un rival muy temible, sobre todo por su capacidad para prever el futuro. Al comenzar el segundo asalto, el venezolano ya sabía lo que le iba a suceder: se lanzó al centro del ring, inclinándose hacia un costado una fracción de segundo antes de que el temido gancho al cuerpo de Riguccini cayera sobre él. Claro, dar un paso atrás o cubrirse mejor con el codo habrían sido decisiones más inteligentes, pero la canción favorita de Pérez es Samarcanda de Roberto Vecchioni: él sabe que no se puede escapar del destino.
Alessandro Riguccini vs Jesús Correa: el bloqueo articular
Y llegamos a nuestros días. Correa supera a Riguccini en altura y alcance, y en teoría podría haberlo mantenido a raya con sus largos brazos. Sin embargo, hace apenas cinco días tuvo que enfrentarse a uno de los muchos superpoderes del Rognoso: el bloqueo articular. Sus codos se trabaron de repente y Correa nunca logró estirar los brazos. Así, Riguccini lo acorraló contra las cuerdas y lo noqueó sin grandes dificultades.
El camaleónico vaivén de peso
La mayoría de los boxeadores de buen nivel se estabilizan en una categoría de peso y permanecen en ella el mayor tiempo posible. Pero Riguccini no es como los demás: para proteger a la humanidad, debe adaptarse a sus enemigos más peligrosos. A principios de 2017 era un wélter; luego, en tan solo tres semanas, perdió cinco kilos y se convirtió en un ligero. Se mantuvo así durante mes y medio para después crecer como Hulk y transformarse en superwélter. A las posteriores oscilaciones entre wélter y superwélter siguió su última metamorfosis: ya con 36 años cumplidos, nuestro héroe perdió seis kilos en seis meses. La categoría superligero esperaba su talento.
¿Un héroe necesario?
Sé muy bien lo que están pensando a estas alturas del artículo. Ustedes, lectores, se preguntan si realmente necesitamos a este superhéroe. La duda se ha instalado en su mente: tal vez, con un poco de suerte, nuestras vidas de aficionados al boxeo habrían seguido adelante tranquilamente incluso sin las hazañas inenarrables de Alessandro Riguccini. Y para ser del todo sinceros, tienen razón.
Sin embargo, los invito a detenerse un instante a reflexionar. Durante años permitimos que nuestro deporte cayera cada vez más bajo, cerrando los ojos ante los martillazos que desde muchos frentes golpeaban su credibilidad y su prestigio.
Aceptamos convivir con decisiones localistas, carreras construidas en despachos, y los juegos políticos de los promotores más poderosos. Nos resignamos a la multiplicación sin control de cinturones de cartón, a clasificaciones elaboradas con el mismo rigor con que un borracho ordena sus pensamientos, y a médicos de velada que detienen combates por un simple rasguño o permiten que sigan luchando boxeadores con la cara hecha trizas, dependiendo de la conveniencia del organizador de turno.
Permitimos que los focos alumbraran a fenómenos de feria, relegando al anonimato a atletas mucho más talentosos que se dejan la cara por sueldos miserables. Salvo unas pocas y loables excepciones, que predican en el desierto denunciando las injusticias como modernos Don Quijotes, hemos aceptado canjear nuestra ética y nuestra dignidad por un poco de protagonismo, una acreditación, una palmada en la espalda o treinta monedas de plata.
¿Podemos entonces sorprendernos si en este mundo que también nosotros hemos contribuido a construir emergen y prosperan ciertos protagonistas? Como les decía, tienen razón: Alessandro Riguccini, muy probablemente, no es el héroe que necesitamos. Pero sin duda, es el que nos merecemos.