Tres de tres. Una vez más fue Katie Taylor quien se impuso en las tarjetas, poniendo punto final a la trilogía con Amanda Serrano, una de las más fascinantes en la historia del boxeo femenino. En el Madison Square Garden de Nueva York, el evento principal de la velada organizada por MVP Promotions resultó ser una pelea más táctica de lo previsto, sin duda la menos intensa de la serie protagonizada por las dos boxeadoras. Sin embargo, el desenlace fue similar al de los dos primeros capítulos: Taylor fue proclamada vencedora por decisión mayoritaria, con las siguientes puntuaciones oficiales: 97-93, 95-95, 97-93. La boxeadora irlandesa conservó así los cinturones WBC, WBA, IBF y WBO del peso superligero.
Que Amanda Serrano quisiera implementar una estrategia distinta al asalto frontal y la presión infernal de los dos primeros combates fue evidente desde el primer asalto, en el que la boxeadora puertorriqueña asumió el papel de contragolpeadora, esperando a su rival con la intención de sorprenderla al contragolpe. Taylor, sin embargo, no cayó en la trampa, y de allí salieron los dos minutos más insulsos de toda la trilogía.
A partir del segundo asalto, la intensidad aumentó ligeramente, aunque sin acercarse nunca a lo que el público esperaba. Serrano dominaba el centro del ring y avanzaba a pequeños pasos buscando el momento adecuado para lanzar su izquierda, mientras Taylor se movía con astucia a su alrededor, tocándola de vez en cuando con golpes sueltos y veloces.
En una de las raras ocasiones en que Serrano intentó un ataque decidido, en los segundos finales del tercer asalto, Taylor la cruzó magistralmente en dos ocasiones consecutivas, haciéndole reconsiderar su planteamiento.
La primera mitad del combate transcurrió así sin grandes emociones, al punto que los momentos más sorprendentes los ofrecía la absurda tarjeta no oficial mostrada durante la transmisión en directo por Netflix, evidentemente elaborada por alguien convencido de que basta con ocupar el centro del ring y avanzar sin conectar golpes para ganar un asalto.
Amanda Serrano cobró algo de vida tras pasar el ecuador del combate, pero más por errores de su rival que por méritos propios. De hecho, Katie Taylor bajó aún más su ritmo de trabajo y cometió algunas distracciones, recibiendo algunos golpes evitables en el sexto y octavo asalto.
Ese éxito parcial no le dio, sin embargo, a la puertorriqueña el entusiasmo necesario para desatar fuego y furia en los llamados asaltos de campeonato, en parte también debido a la táctica errónea aplicada anteriormente. En efecto, si en los dos primeros combates de la trilogía Katie Taylor se había visto obligada a gastar una enorme cantidad de energía, que la llevaba a detenerse y aceptar intercambios, esta vez la irlandesa llegó a los últimos dos asaltos aún fresca.
No por casualidad, la campeona del mundo evitó sin dificultades los múltiples golpes de izquierda de Serrano en el noveno asalto, retrocediendo con pequeños pasos en el momento justo, antes de imponerse de forma clara y autoritaria en el último round del combate, legitimando plenamente su supremacía.
Personalmente, coincido con el 97-93 marcado por dos de los jueces, mientras que me parece exageradamente generoso hacia la retadora el empate decretado por el señor Mark Lyson, afortunadamente en minoría frente a sus colegas.
Digámoslo sin rodeos: esta fue sin duda la menos emocionante de las tres peleas entre Katie Taylor y Amanda Serrano, pero aunque ambas boxeadoras mantuvieron el freno de mano echado por distintos motivos, en mi opinión las mayores responsabilidades del poco espectáculo recaen sobre la retadora y su equipo.
Serrano quiso cambiar de estrategia con la esperanza de revertir así también el resultado final, pero al hacerlo se desnaturalizó por completo, bajando al terreno preferido de su rival y permitiéndole controlar el ritmo a su antojo, sin sacarla nunca de su zona de confort.
Introducir algunos ajustes en su plan de combate para aumentar sus probabilidades de éxito podía haber sido una idea inteligente: se podía, por ejemplo, trabajar más el movimiento del tronco y la cabeza al avanzar, para dificultar la tarea de Taylor de colocar sus famosos contragolpes. Pero Serrano tiró al bebé con el agua sucia: al intentar minimizar sus defectos, renunció también a mostrar sus mejores virtudes, y pagó las consecuencias.
Cabe señalar también que ambas atletas llegaron a este duelo tras una carrera larga, exigente y llena de batallas espectaculares que sin duda han mermado parte de sus energías físicas y mentales. Por tanto, no se las puede condenar si, después de haber ofrecido tantos espectáculos inolvidables, esta vez no lograron encender la chispa necesaria para dar vida a otro gran combate.