Esta vez, para el argentino Fernando «Pumita» Martínez, la hazaña de vencer a domicilio al japonés Kazuto Ioka resultó más difícil que el año pasado. El boxeador sudamericano volvió a imponerse por decisión unánime de los jueces, pero para lograrlo tuvo que levantarse de una caída bastante dura. Martínez retuvo así el título mundial de peso supermosca de la AMB y podrá desafiar al ganador del combate de unificación de los títulos del CMB y la OMB que disputarán este verano Jesse Rodríguez y Phumelele Cafu. Estas fueron las puntuaciones oficiales de los jueces al término del combate de revancha entre Martínez e Ioka, celebrado en el Ota-City General Gymnasium de Tokio: 115-112, 117-110, 114-113.
Kazuto Ioka se mostró más cauto de lo habitual en esta esperada revancha. El japonés intentó en los primeros asaltos no ofrecer un blanco fácil al rival, manteniendo una guardia alta para proteger el rostro y seleccionando sus golpes con moderación, apostando más por la precisión que por la potencia.
Sin embargo, al igual que ocurrió en julio de 2024, la diferencia de impacto entre los golpes de ambos púgiles fue evidente y seguramente influyó en la apreciación de los jueces. Mientras los ataques del retador, aunque técnicamente pulidos, no lograban perforar la coraza del campeón, los ganchos de «Pumita», lanzados con ímpetu y con el impulso de todo el cuerpo, parecían mucho más contundentes.
La primera emoción del combate llegó al final del tercer asalto, un episodio que hasta ese momento Martínez venía ganando con soltura gracias a su excelente trabajo al contragolpe. Los dos contendientes protagonizaron un furioso intercambio en el centro del ring y, uno tras otro (primero Martínez y luego Ioka), tambalearon brevemente tras recibir golpes, justo antes de que sonara la campana.
En los minutos siguientes, la pelea se volvió más táctica, con ambos boxeadores frente a frente intentando tenderle trampas al adversario con fintas y aceleraciones súbitas. En esta fase fue sobre todo la mayor reactividad de Martínez, capaz de anticiparse por una fracción de segundo en cada acción, lo que le permitió al argentino aumentar su ventaja, que al ecuador del combate ya parecía significativa.
A partir de ese momento, sin embargo, Kazuto Ioka empezó a cambiar progresivamente la dinámica del enfrentamiento, aprovechando un bajón físico de su rival. Todo comenzó en el séptimo asalto, en el que ambos boxeadores intercambiaron golpes sin reservas, conectando golpes demoledores, y el japonés cerró mejor la ronda.
Martínez parecía afectado y redujo su volumen de golpes, comenzando a respirar con dificultad y mostrando menos chispa en sus ofensivas. Ioka aprovechó entonces para tejer su telaraña, recortando la desventaja mientras mantenía al oponente bajo presión, castigándolo constantemente con directos muy precisos al rostro y al cuerpo.
La actuación de Martínez se volvió muy irregular, alternando arremetidas furiosas con fases de recuperación en las que parecía estar al límite, pero tras un noveno asalto en el que gastó sus últimas energías, el campeón daba la impresión de estar raspando el fondo del tanque en busca de las últimas gotas de combustible.
Ioka aprovechó al máximo la situación en el décimo asalto: al ver que se le venía encima un rival exhausto y poco lúcido, lo cazó de forma magistral con dos ganchos de izquierda consecutivos que lo mandaron pesadamente a la lona. Solo el inmenso orgullo impidió que «Pumita» fuera barrido por los ataques posteriores del japonés.
Fue entonces cuando el retador tomó una decisión estratégica algo extraña que podría haberle costado muy caro. En lugar de meterle enorme presión al rival en el undécimo asalto para intentar rematarlo, se limitó a controlar la distancia desde lejos, ganando la ronda cómodamente pero perdiendo el momento favorable y permitiendo a Martínez recuperar energías.
El último asalto vio a ambos púgiles, ya visiblemente exhaustos, luchar sin tregua hasta el último segundo en un intento de convencer a los jueces de su superioridad, pero ninguno logró conectar golpes lo suficientemente precisos y potentes como para provocar una caída.
En lo personal, en mi tarjeta tenía solo un punto de ventaja para Daniel Martínez al término de los doce asaltos. Por tanto, considero razonables las puntuaciones otorgadas por los jueces Raúl Caiz Sr. y Bence Kovacs, mientras que el 117-110 dictado por Robert Hoyle me parece claramente desproporcionado respecto a lo que vimos sobre el cuadrilátero.
Kazuto Ioka merece una ovación por haber ofrecido una actuación de este nivel ante un rival joven y hambriento, a pesar de sus 36 años y de una larga y desgastante carrera. El japonés hizo que el combate fuera mucho más igualado que el de hace un año y, con un poco más de chispa física, tal vez habría logrado una obra maestra deteniendo al rival tras la espléndida caída del décimo asalto.
En cuanto a Martínez, causaron admiración su tenacidad para sobrevivir al momento crítico del combate y su habitual capacidad para lanzar interminables combinaciones en la corta distancia. Sin embargo, en comparación con sus estándares, se notaron carencias en cuanto a resistencia física que generan cierta preocupación.
El argentino nos tenía acostumbrados a ritmos frenéticos que solía mantener durante los doce asaltos, mientras que esta vez, tras los primeros seis episodios, comenzó a perder frescura y a pelear a su manera solo por momentos. Es posible que los sacrificios hechos para mantenerse dentro del límite de peso de la categoría estén empezando a pasar factura.
Si fuera así, «Pumita» haría bien en reflexionar seriamente sobre la posibilidad de seguir en el peso supermosca, ya que en un eventual combate contra el ganador entre Rodríguez y Cafu no podría permitirse errores y necesitaría todo su vigor físico.