Naseem Hamed vs Marco Antonio Barrera: una memorable lección de boxeo

El 7 de abril de 2001, el MGM Grand de Las Vegas fue escenario de un combate de peso pluma muy esperado, destinado a quedar grabado en la memoria de los aficionados: el invicto Naseem Hamed ponía en juego el título de campeón lineal de los pesos pluma ante el asalto del aguerrido mexicano Marco Antonio Barrera, en lo que se preveía como un enfrentamiento explosivo, tanto que en los carteles promocionales de la época fue denominado Playing with fire (“Jugando con fuego”). La pelea trajo consigo múltiples sorpresas, sobre todo en el plano táctico, y tuvo un desenlace claro e inequívoco: Barrera fue premiado con una decisión unánime por su actuación estelar, lo que marcó el inicio del retiro prematuro de Hamed.

El funámbulo Hamed al final del camino

Pocos boxeadores han sabido fascinar, entusiasmar y entretener como el británico de origen yemení “Prince” Naseem Hamed. Su enorme carisma, sus movimientos inimitables, sus provocaciones constantes y sus espectaculares nocauts le habían garantizado, durante su reinado como campeón de la OMB, una gran legión de seguidores… y también muchos detractores. “Que hablen, bien o mal, pero que hablen”, ha sido el lema de muchos atletas cuyo comportamiento arrogante ha generado tanto amor como odio, convirtiendo cada una de sus apariciones en un evento imperdible. Hamed añadía a estos rasgos de personalidad un estilo de combate que garantizaba espectáculo: su potencia fulminante, unida a una guardia desenfadada y a un equilibrio siempre precario sobre las piernas, hacían de sus peleas auténticos shows llenos de giros inesperados. Sin embargo, tras 15 defensas consecutivas del título mundial, el púgil británico empezó a notar algunos crujidos en la máquina perfecta que había sido su físico hasta entonces. Una fea fractura en la mano sufrida en el combate contra Augie Sanchez lo obligó a interrumpir los entrenamientos durante seis meses, período en el cual subió nada menos que 35 libras. No eran las mejores condiciones, por tanto, de cara al combate de su vida.

La búsqueda de consagración de Marco Antonio Barrera

Durante muchos años, los expertos habían señalado a Barrera como el posible heredero del legendario Julio César Chávez, y mientras se mantuvo invicto, la convicción de estar ante un fuera de serie estaba muy extendida. Luego llegaron los dos tropiezos ante Junior Jones —a pesar de las dudas sobre el fallo en la revancha— y el espectacular primer capítulo de la trilogía contra Erik Morales, cuya controvertida derrota en las tarjetas no fue suficiente para rehabilitar completamente al Baby Faced Assassin, que de hecho partía como no favorito ante Hamed según las casas de apuestas. A influir en los pronósticos contribuía también el salto de categoría: Barrera, que había empezado incluso en peso mosca, se adentraba por primera vez en el peligroso terreno de los plumas. Además, su estilo agresivo y su carácter combativo parecían hechos a medida para resaltar las virtudes de contraataque del británico. Más allá del cinturón secundario de la IBO, el gran aliciente del combate era el título “lineal”, que tradicionalmente se otorga a quien vence al campeón indiscutido y actúa como hilo conductor entre campeones mundiales de distintas generaciones: Hamed se lo había arrebatado a Wilfredo Vázquez y era, por tanto, “el hombre a vencer”.

Una lección de boxeo para mostrar a los principiantes

Los supersticiosos, sin duda, aguzaron el oído incluso antes de que comenzara el combate, percibiendo el presagio de una sorpresa cuando Naseem Hamed, en el momento de subir al ring, renunció a su característico salto mortal hacia adelante y pasó entre las cuerdas como un “simple mortal”. Sin embargo, un análisis más frío y racional sugiere enfocar la atención en la estrategia que Barrera desplegó aquella noche, más que en gestos supersticiosos inconclusos: el mexicano, de hecho, contra todo pronóstico, cedió el centro del ring a su rival y optó por pelear al contragolpe desde el primer sonido de la campana.

Acostumbrado a atraer a sus oponentes a sus trampas, incitándolos a atacarlo, Hamed se sintió incómodo al tener que tomar la iniciativa y ya en el primer asalto tuvo que encajar varios golpes de contragolpe bastante duros. Aunque parecía más dispuesto a lanzar manos que su rival, al británico le costaba conectar golpes de verdadero impacto; en cambio, los de Barrera desataban rugidos de aprobación por parte del público e impresionaban sin duda a los jueces.

Después de ser sacudido nuevamente al inicio del cuarto round, el “Príncipe” tuvo en el quinto uno de sus mejores episodios, pero su agresividad y sus continuos intentos de encontrar una brecha decisiva eran sistemáticamente neutralizados por la defensa casi impenetrable del mexicano. Barrera prestaba especial atención a los ganchos lanzados de primeras por Hamed, esos que solía ejecutar desde lejos y que tantas veces habían sido decisivos: aquella noche eran esquivados una y otra vez, dejando al británico expuesto a las réplicas venenosas del Baby Faced Assassin.

El paso de los minutos no trajo cambios significativos y la ilusión de una posible remontada solo se insinuó tímidamente en el décimo asalto, durante el cual Barrera permaneció demasiado tiempo contra las cuerdas, dando al Príncipe la oportunidad de conectar algunos golpes con cierto peligro. No obstante, seguían siendo siempre golpes aislados y la sensación de muchos al entrar en los championship rounds —incluido un preocupado Emanuel Steward, en la esquina de Hamed— era que solo un nocaut podía cambiar el destino del combate.

Sin embargo, al revisar las tarjetas después del combate, sorprendentemente se descubre que si Hamed hubiera ganado los dos últimos asaltos, ¡habría podido incluso arañar un empate! Pero eso no ocurrió: fue Barrera quien cerró la contienda como un verdadero campeón, aumentando de forma contundente su ritmo de trabajo en los últimos seis minutos. El fervor competitivo del mexicano fue tal que lo llevó a cometer una torpeza: presionó la cabeza del rival contra uno de los postes del ring, lo que le costó un merecido punto de penalización. De todos modos, al sonar la campana final, no podía haber dudas sobre la identidad del vencedor: aunque con márgenes más estrechos de lo que reflejaba lo visto en el ring, Barrera fue premiado por los tres jueces y alzado en triunfo de inmediato.

A día de hoy, la victoria sobre Hamed sigue siendo considerada una de las más extraordinarias de la carrera del Baby Faced Assassin, sobre todo por la brillante ejecución de un plan táctico simplemente perfecto. Para Naseem Hamed, en cambio, fue el preludio de la despedida: tras una deslucida victoria por puntos ante Manuel Calvo, el británico colgó los guantes a los 28 años, sin poder volver a gestionar los problemas crónicos en sus manos. Los fanáticos del Príncipe todavía se preguntan cómo habría sido aquella noche de hace más de 24 años si su ídolo hubiera tenido menos molestias físicas y un poco más de hambre, pero lo cierto es que, probablemente, ninguna versión de Hamed habría podido imponerse a un Marco Antonio Barrera tan inspirado como el que dominó aquella noche en Las Vegas.

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