No todos los héroes en la historia del boxeo son grandes campeones con múltiples títulos y clasificaciones estelares. Existen héroes que quedaron parcialmente en la sombra, que, aunque no alcanzaron las cimas más altas de nuestro amado deporte, contribuyeron a engrandecerlo con hazañas a veces poco conocidas, pero de un impacto formidable. Uno de ellos es el protagonista de la historia que queremos contarles hoy: su nombre es Dave Tiberi, un boxeador estadounidense de nacimiento, pero con claras raíces italianas de las que se sentía orgulloso.
Corría el año 1992, y el fenómeno estadounidense James Toney era el campeón mundial de peso mediano de la federación IBF. Para él, 1991 había sido un año para enmarcar: le había arrebatado el título al fortísimo y gran favorito Michael Nunn, noqueándolo tras una batalla memorable, y había defendido el cinturón en tres ocasiones, obteniendo, además, el prestigioso reconocimiento de Fighter of the Year por parte de la revista The Ring. Su siguiente defensa, programada para el 8 de febrero contra el desconocido Dave Tiberi, parecía para la mayoría un simple combate de trámite en preparación para desafíos más prestigiosos y significativos.
Sin embargo, el retador italoamericano no prestaba atención a la opinión de los expertos y tenía en mente un desenlace muy diferente para la noche, en comparación con lo que la mayoría esperaba. Llegaba al combate con un récord nada impresionante de 22 victorias, 2 derrotas y 3 empates, con solo 7 nocauts en su haber. No obstante, Tiberi había logrado mejoras exponenciales desde sus inicios profesionales, en parte gracias a sus sesiones diarias de sparring con el fenomenal Bernard Hopkins.
Su preparación para el combate mundialista, llevada a cabo entre Filadelfia y Nueva York, fue durísima: el sueño de convertirse en campeón y su firme intención de no abandonar el ring sin el cinturón alimentaban su esfuerzo y lo empujaban a darlo todo sin reservas.
Finalmente, llegó el día tan esperado. El público de Atlantic City, reunido en el Trump Taj Mahal con la expectativa de presenciar una demostración brillante pero sencilla del campeón, probablemente tuvo dificultades para creer lo que estaba viendo en el evento estelar de la noche.
Un Dave Tiberi completamente desatado, sin el menor temor ante la fama y las indiscutibles habilidades técnicas de su rival, impuso una presión asfixiante y agotadora desde el sonido inicial de la campana, lanzando una enorme cantidad de golpes y obligando al afamado campeón a pelear de cerca sin darle respiro.
James Toney, quien como counter-puncher debería haber brillado contra un peleador frontal sin pegada de nocaut, se encontró de inmediato incómodo al ser hostigado de cerca por su oponente. Aunque logró sacudirlo al final del primer asalto, pronto perdió confianza y arrogancia, sin encontrar los espacios ni los tiempos para conectar sus mejores golpes.
Round tras round, Tiberi, con el tricolor italiano bien visible en sus pantaloncillos, se convirtió en el protagonista de una actuación inolvidable, llena de corazón, orgullo, resistencia infinita y sorprendentes habilidades técnicas en la corta distancia. Los números de Compubox, que lo vieron superar al campeón en golpes conectados por 439 a 290, solo reflejan parcialmente la manifiesta y evidente superioridad que cualquier espectador imparcial con un mínimo de conocimiento no pudo dejar de notar aquella noche.
El veredicto, por lo tanto, fue un auténtico balde de agua fría para todos: mientras un juez honesto marcaba un 117-111 para Tiberi, reflejando perfectamente lo ocurrido en el cuadrilátero, dos tarjetas increíblemente le otorgaron la victoria a Toney con tres puntos de margen, permitiéndole conservar su título mundial.
Las puntuaciones fueron tan escandalosas que el periodista de ABC Alex Wallau calificó en directo el fallo como “uno de los más repugnantes que he presenciado”, reafirmándolo incluso ante el vencedor oficial durante las entrevistas de rigor. En ese momento, Toney afirmó haber ganado merecidamente; sin embargo, solo 17 años después, en una entrevista, admitió finalmente que el verdadero ganador aquella noche no fue él.
El aspecto más singular de este episodio, que a primera vista podría parecer una de tantas injusticias en la historia del boxeo, fue lo que sucedió después. El senador William Roth, representante de Delaware, estado de origen de Tiberi, promovió una investigación sobre lo ocurrido y descubrió que los dos jueces que dieron la victoria a Toney ¡ni siquiera tenían licencia para arbitrar combates en Nueva Jersey!
El equipo de Toney, deseoso de limpiar la mancha de aquel robo, intentó por todos los medios organizar una revancha, llegando a ofrecerle a Tiberi medio millón de dólares, además de un pequeño porcentaje de los ingresos del pay-per-view. Cabe destacar que, por la pelea de la discordia, el retador había cobrado apenas 30.000 dólares, por lo que la cifra ofrecida habría sido de gran ayuda para él y su familia.
Sin embargo, Dave Tiberi puso una condición: dado que se había demostrado la composición fraudulenta del jurado, aquel infame veredicto debía ser revocado automáticamente, permitiéndole subir al ring para la revancha como campeón en ejercicio. Como alternativa, exigía al menos la creación de una comisión nacional cuyo primer objetivo fuera la protección de los boxeadores y de sus carreras, combatiendo la práctica de tratarlos como carne de cañón.
Ninguna de sus peticiones fue aceptada y, así, Tiberi no solo rechazó la revancha, sino que además decidió no volver a pelear jamás. La decepción por el agravio que había empañado años de sacrificios, pero aún más la convicción de que debía ser protagonista de una batalla de principios y convertirse en un ejemplo de cambio, fueron más fuertes que los llamados del dinero.
Desde entonces hasta la actualidad, el italoamericano nunca ha abandonado su lucha y, si en 1999 se promulgó en Estados Unidos la ley conocida como Muhammad Ali Boxing Reform Act —cuyo objetivo es proteger los derechos y la salud de los boxeadores, asistir a las comisiones estatales en la supervisión del boxeo e incrementar los valores de deportividad e integridad en este deporte—, también fue gracias a su impulso y al eco que tuvo su historia.