La noche maldita de Loris Stecca: del apagón al gancho de Callejas

Ganar el título mundial y, pocos meses después, encontrarte en Puerto Rico para otra pelea, rodeado de gente hostil decidida a hacerte vivir un infierno dentro y fuera del ring.

Eso fue exactamente lo que le ocurrió a Loris Stecca. El italiano estaba en la cima de su carrera: en febrero de 1984 había conquistado el título mundial WBA del peso supergallo al vencer por sorpresa al mexicano Leo Cruz en el duodécimo asalto, cumpliendo un sueño largamente acariciado. Pero una de las cláusulas del contrato establecía una defensa obligatoria en Puerto Rico, contra Víctor Callejas, uno de los pegadores más temidos de la época.

Guaynabo era un lugar terrible, lleno de presión y tensión: discusiones, insultos, condiciones de entrenamiento extremas (Loris se entrenó en una especie de celda carcelaria), privación del sueño y continuos intentos de intimidación. La noche del combate fue llevado solo, escoltado por una patrulla de policías puertorriqueños hasta el Mets Pavilion. Loris confesó más tarde que estaba aterrorizado. Y acabó perdiendo por KO técnico en el octavo asalto, superado por la fuerza y los golpes de su rival.

Un año y medio después (y tras cinco victorias por KO), Loris volvió a desafiar a Víctor, esta vez en casa, en Rímini.

Han pasado exactamente 40 años desde aquella noche: era el 8 de noviembre de 1985, una velada otoñal cargada de esperanza. Loris había saboreado por muy poco tiempo la gloria mundial y quería recuperarla, esta vez ante su gente.

El combate comenzó a un ritmo altísimo. Stecca, más móvil, trataba de dominar el centro del ring, trabajando con el jab y combinaciones rápidas para impedir a Callejas conectar su temido gancho de izquierda. Pero el puertorriqueño no retrocedía: compacto, tenso como un resorte, cargaba cada golpe con potencia explosiva. Ya en el primer asalto, Callejas encontró su terrible gancho izquierdo — y algo más. En una entrevista con Mario Salomone, Loris recordó:

“El gancho izquierdo que me hizo tambalear en el primer asalto me fracturó la mandíbula. Además, Callejas me dio un codazo que me abrió la ceja, pero seguí adelante a pesar de todo.”

Fueron asaltos de gran intensidad, con intercambios constantes y el público enloquecido.

A pesar del dolor y la fractura, Loris logró cambiar la dinámica y hacer retroceder a Víctor. Stecca parecía tomar el control, y a mitad del tercer asalto Callejas se encontraba en serios apuros, pesado sobre las piernas, con el italiano listo para rematar. Al final del asalto, ambos volvieron a sus esquinas con sensaciones opuestas.

Entonces ocurrió lo impensable: un cortocircuito provocó un apagón y el ring quedó sumido en la oscuridad. Los gritos del público se apagaron en un silencio irreal, roto solo por murmullos y destellos de cámaras. Durante largos minutos los dos boxeadores permanecieron inmóviles. Callejas, que había estado al borde del colapso, recuperó el aliento y la calma. Stecca, en cambio, se enfrió tras un gran asalto.

Cuando regresó la luz, algo había cambiado. La adrenalina ya no era la misma, el momento se había esfumado. Stecca parecía más prudente, quizá incapaz de reactivar su mente y volver con la misma intensidad. Más tarde dijo:

“Al final del tercer asalto, después de hacerlo tambalear contra las cuerdas, él ya no quería seguir, pero justo en ese momento se fue la luz. Muy pocos lo han contado. El fallo eléctrico le permitió descansar unos minutos, ¡pero ya se había rendido! Fue su mánager, Pepito Cordero, quien lo empujó de nuevo al ring, tirando de sus pantalones y gritando ‘¡Hijo de puta!’. Callejas lo admitió cuando vino a verme a Rímini veinte años después.”

Cuando reanudaron, Callejas pareció renacer gracias a esa inesperada fortuna. Empezó a moverse más por el cuadrilátero, complicando las ofensivas de Stecca y respondiendo con golpes potentes y precisos. Loris tuvo sus momentos, pero el puertorriqueño aguantó todos sus ataques. Víctor esperó la apertura justa, y en el sexto asalto conectó un magnífico uno-dos — directo de derecha y gancho de izquierda — que derribó a Stecca. El italiano se levantó con coraje y trató de seguir, pero Callejas volvió a lanzar su devastador gancho izquierdo, precedido de un duro derechazo. Esta vez fue letal. Stecca recibió el golpe de lleno, su cuerpo se arqueó hacia atrás y cayó pesadamente al suelo. Se levantó tambaleante, logró terminar el asalto, pero ya no salió para el siguiente: KO técnico en el sexto asalto.

A pesar de 17 combates más — todos ganados salvo un empate con Arreola — Loris no volvería a ceñirse un cinturón mundial. El 31 de enero de 1989, un coche lo atropelló mientras cruzaba la calle, causándole múltiples fracturas y destrozándole una rodilla. Fue el final de su carrera.

Cuarenta años después, Loris sigue lamentando aquella noche, en la que un apagón pudo haber cambiado el curso de la historia: una cruel “puerta giratoria” con un desenlace amargo.

La noche de Rímini sigue siendo una de las más intensas y controvertidas del boxeo italiano, en la que Stecca estuvo a un paso de reconquistar el título mundial, pero terminó abatido por la potencia de Callejas y por una amarga broma del destino.

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