“El boxeo es como el jazz: cuanto mejor es, menos gente lo aprecia.” La célebre frase de George Foreman nunca pasará de moda y describe a la perfección la carrera del campeón mundial del peso ligero del WBC, Shakur Stevenson, blanco de críticas durante años a pesar de ser un verdadero artista del ring. En el Louis Armstrong Stadium de Nueva York, el estadounidense dio una auténtica lección de boxeo al retador William Zepeda Segura, imponiéndose claramente por decisión. Estas fueron las puntuaciones oficiales, todas a favor del campeón: 118–110, 118–110 y 119–109.
Fue un Stevenson “inusual” el que el público vio en los primeros asaltos de esta esperada pelea. El estadounidense, que normalmente empieza sus combates desplazándose alrededor del rival y minimizando los intercambios de golpes, decidió plantarse ante Zepeda sin huir, midiendo sus habilidades y ganando los dos primeros asaltos gracias a su mayor precisión.
El retador mexicano, sin embargo, no se quedó de brazos cruzados y en el tercer asalto logró, aunque fuera por un breve momento, desestabilizar la maquinaria perfecta que es la defensa de Shakur. Zepeda avanzó con decisión, lanzando golpes a diestra y siniestra, y con un potente jab al mentón hizo tambalear por un instante a su hábil oponente, dando al público la ilusión de una posible sorpresa.
Los grandes campeones se reconocen sobre todo en los momentos difíciles, y lo que hizo Stevenson en el cuarto asalto certifica la clase infinita del estadounidense. Shakur pasó la primera mitad del asalto en una esquina, recuperando pacientemente claridad mental y seguridad mientras Zepeda lo atacaba con todo, sin lograr hacerle verdadero daño. Luego Stevenson salió de su caparazón, cerró el asalto con autoridad y volvió a tomar el control del combate.
Superada la tormenta, el campeón volvió a boxear con soltura, dando la clara sensación de tener la situación bajo control. Zepeda continuaba ejerciendo presión con generosidad, pero la diferencia de precisión entre los golpes de ambos era tan abismal que hacía de la misión del mexicano una tarea casi imposible. Stevenson necesitaba apenas dos segundos para anular el trabajo realizado en dos minutos por su rival, que debía hacer esfuerzos sobrehumanos para conectar algo relevante.
La ventaja de Shakur siguió creciendo, y Zepeda tuvo que esperar hasta el octavo asalto para volver a destacarse. Subiendo al máximo el ritmo y recurriendo incluso a alguna que otra maniobra dudosa—como varios empujones con el hombro en el centro del ring—el mexicano tomó momentáneamente el mando de las acciones, cerrando el asalto de forma positiva.
Pero la ilusión de un cambio duró lo que un suspiro: Stevenson apagó cualquier esperanza de remontada subiendo su ritmo de trabajo en el noveno asalto, dejando clara nuevamente su superioridad.
En los asaltos finales, el retador pareció desmoralizado y sin convicción, avanzando más por obligación que por auténtica fe en poder cambiar el destino de un combate ya definido. Stevenson, por el contrario, boxeaba con la serenidad de quien se toma un cóctel a orillas del lago, inmune al peligro y seguro de haber asegurado la victoria.
Personalmente, coincido con las tarjetas de 118–110 dadas por dos jueces, ya que solo otorgué a Zepeda el tercer y octavo asalto. El mexicano lo dio todo, pero la superioridad técnica de su oponente era demasiado amplia como para romper los pronósticos. Además, Zepeda no posee una pegada fulminante: necesita conectar mucho para causar daño, y eso contra un púgil como Stevenson es un gran problema.
Por su parte, el campeón mundial respondió con contundencia a sus detractores: no solo no corrió por las cuerdas como muchos esperaban, sino que pasó la mayor parte de los doce asaltos frente a su rival, aceptando el intercambio y saliendo igualmente vencedor de forma clara. Una actuación soberbia que, en mi opinión, coloca a Stevenson firmemente en el primer puesto entre los mejores pesos ligeros del planeta.