La inolvidable batalla entre Diego Corrales y José Luis Castillo

La gloria eterna y la trágica despedida coincidieron, para el indomable noqueador estadounidense Diego Corrales, en una misma fecha crucial: el 7 de mayo. Hace 20 años tuvo lugar su inolvidable victoria sobre José Luis Castillo por la unificación mundial del peso ligero; dos años más tarde, el accidente mortal con su motocicleta en esa misma Las Vegas que lo había visto lograr lo imposible en el Mandalay Bay Resort & Casino. Por eso, no podíamos elegir una fecha diferente para contarles aquel duelo épico cuyas imágenes, aunque vistas una y otra vez, pondrían la piel de gallina al más insensible de los hombres.

Atravesar el infierno: la profecía de Corrales

“Chico” Corrales lo dijo en la presentación del combate: “Para ganarle a Castillo tendré que atravesar el infierno.” Parecía la típica frase hecha, y quizás ni el propio campeón de la OMB imaginaba cuán proféticas resultarían aquellas palabras. Lo que sí sabía bien era que, para añadir el cinturón del CMB del mexicano al suyo, una estrategia cautelosa no sería la más adecuada. Castillo era un maestro en recortar la distancia, y ni siquiera un fenómeno como Floyd Mayweather Jr había logrado quitárselo de encima moviéndose por las cuerdas. Joe Goossen, el entrenador de Corrales, conocido por sus camisas extravagantes pero también por su talento en la esquina, tuvo entonces una idea en apariencia suicida: intentar ganarle al mexicano en su propio terreno, aceptando la pelea cuerpo a cuerpo. Viendo lo que sucedió después sobre el ring, resultan casi cómicas las “claves para la victoria” que Showtime mostró en pantalla mientras Chico hacía su entrada: “Usar el jab, contragolpear y mantenerse alejado del intercambio.” ¡Como pedirle a un pez que se mantenga lejos del agua!

El alumno de Julio César Chávez, frente a su maestro

Durante años, “El Temible” Castillo permaneció en la sombra. Para los periodistas especializados, no era más que “el sparring de Chávez”, y de hecho los dos habían compartido innumerables asaltos de entrenamiento. Una experiencia tremendamente formativa para el joven José Luis, que no en vano se forjó sólido como una roca y valiente como un león. Le tomó nada menos que 10 años salir de la sombra de su legendario amigo y construir su propia historia: una década entera de batallas en rings mexicanos olvidados por Dios, antes de llegar por fin al gran escenario. Una vez allí, Castillo se mantuvo firme en la élite, y cuando llegó a Las Vegas para unificar los títulos mundiales frente a Corrales, su nombre era uno de los más sonados en el panorama internacional. Apoyándolo desde el ringside, su ídolo, mentor y amigo: Julio César Chávez estaba presente junto a su hijo de diecinueve años, y levantó el pulgar en señal de aliento a su viejo compañero de gimnasio en cuanto este puso un pie en el cuadrilátero. ¿Qué mejor estímulo para ofrecer una actuación digna de la historia?

¡Sin tregua y sin respiro: la pelea del siglo!

Intenten hacer un experimento: pongan el video del combate en un punto cualquiera y observen lo que sucede. No pasarán más de diez segundos sin que uno de los dos boxeadores conecte un golpe digno de mención. Asalto tras asalto, esos dos formidables guerreros se citaron en el centro del ring, pecho contra pecho, descargando el uno sobre el otro todo su arsenal ofensivo. Si Castillo, favorecido por sus brazos más cortos, podía hacer un gran uso de los uppercuts, Corrales apostaba por la velocidad de brazos para soltar ráfagas súbitas y demoledoras. Cada asalto se mantenía en equilibrio hasta los últimos segundos y se decidía a favor de uno u otro gracias a un sprint final que hacía saltar al público de sus asientos. El árbitro Tony Weeks pudo limitarse a la administración ordinaria, mientras los rostros de los protagonistas acumulaban los estragos de aquella cruenta batalla. A lo largo de la historia del boxeo se ha abusado muchas veces de la expresión “pelea del siglo”, pero quien quiera negar ese reconocimiento a Castillo y Corrales tendrá que esforzarse mucho en los próximos 80 años, porque espectáculos de semejante intensidad, en los últimos 20, no los hemos visto.

Un asalto para la eternidad

Al comienzo del décimo asalto, la pelea estaba igualada. El que parecía inclinar la balanza fue Castillo: un maravilloso gancho de izquierda lanzado con total precisión impactó de lleno en la mandíbula de Corrales y lo envió a la lona, haciéndole perder el protector bucal. El estadounidense se levantó a tiempo, pero enseguida fue presionado y alcanzado tres veces consecutivas por el mismo golpe que lo había derribado: ese venenoso gancho de izquierda que su rival ya lanzaba una y otra vez. Tirado al suelo por segunda vez, Chico escupió voluntariamente el protector bucal: una maniobra astuta que le costó un punto de penalización pero le regaló unos valiosos segundos extra para recuperarse. En ese momento todos vieron venir lo inevitable: Castillo conectaría otro gancho de izquierda y la apasionante contienda llegaría a su fin. Todos lo sabían, incluido Corrales, que con una esquiva milimétrica evitó el golpe fatal ¡y volvió a meterse en la pelea! Lo que sucedió después cuesta creerlo aún hoy. Aturdido primero por una derecha recta y luego por un gancho de izquierda, Castillo quedó contra las cuerdas, de verdugo a víctima en un abrir y cerrar de ojos… Otros dos golpes le hicieron bajar los brazos y Tony Weeks no pudo hacer otra cosa que lanzarse entre ambos y detener la pelea: ¡Corrales había ganado!

Toda la espontaneidad de Chico emergió durante la entrevista de rigor, precedida por una celebración tan larga como merecida. A la pregunta “¿Cómo describirías esta pelea?” él respondió “Un honor”, y pese al rostro hinchado, al agotamiento extremo y a los durísimos golpes recibidos, tuvo la lucidez de invitar al público al micrófono a donar para la investigación del cáncer. Corrales era instintivo, imprudente y temerario. “Peleaba con temeridad y vivía con temeridad. Ese era su estilo”, dijo de él su promotor Gary Shaw tras la fatídica noche en que Chico llevó su motocicleta más allá del punto de no retorno. Hoy el indomable guerrero ya no está entre nosotros, pero si la resurrección tras la muerte no es de este mundo, su “resurrección sobre el ring” de hace 20 años quedará para siempre en nuestra memoria.

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