La hazaña de “Superman” Aaron Davis contra Mark Breland

Cuando un animal en la naturaleza se ve acorralado, herido y atrapado por su depredador, suele sacar a relucir todas sus armas en un último intento desesperado por sobrevivir. De la misma forma, un boxeador agotado y aparentemente al borde de la rendición puede concentrar sus últimas energías en un golpe devastador y darle la vuelta a la pelea.
Nuestra historia de hoy nos lleva al 8 de julio de 1990, cuando el retador al título mundial del peso wélter Aaron “Superman” Davis cambió su destino al arrebatarle de forma sorprendente el cinturón de la AMB al multimedallista Mark Breland con un único y espeluznante derechazo. A 35 años exactos de aquel emocionante combate, volvemos a revivirlo juntos.

Mark Breland: famoso mucho antes de tirar la toalla por Wilder

Saltó a los titulares por tirar la toalla y proteger a Deontay Wilder de las garras de Tyson Fury, pero en su juventud Mark Breland estaba al otro lado de la barrera, abriéndose camino a golpes. Especialmente como amateur, se construyó una verdadera fama de invencible al triunfar en 110 de sus 111 combates con camiseta, vengando luego como profesional la única derrota.
Único boxeador en la historia en ganar cinco veces seguidas el torneo Golden Gloves de Nueva York, Breland coronó su trayectoria amateur con una marcha triunfal hacia la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, antes de pasar al profesionalismo y convertirse en el centro de atención del mundo del boxeo.
Una parte importante de su éxito era su estatura prodigiosa: con sus 188 centímetros, Breland era un peso wélter completamente atípico, y no sorprende que nuestro valiente Luciano Bruno, que lo enfrentó en semifinales en Los Ángeles, dijera que se sintió como cuando de niño peleaba con su padre y no lograba alcanzarlo nunca…

¿Una hazaña digna de Superman?

Aunque el camino de Breland hacia el título mundial profesional fue bastante rápido, su aura de invencibilidad se desvaneció ya en su primera defensa, cuando el retador Marlon Sterling lo noqueó sorpresivamente en el undécimo asalto, dejando al descubierto sus fragilidades.
Tampoco convenció en la revancha, que terminó en un polémico empate, por lo que Breland ya no gozaba del mismo prestigio entre los expertos. Aun así, logró recuperar el título y noquear a cuatro rivales consecutivos antes de enfrentarse a la amenaza de Davis.
Este último llegaba a la pelea de su vida invicto, pero con un historial sin nombres de peso. Quienes lo habían visto en acción lo describían como un boxeador agresivo y valiente, pero con carencias defensivas: el tipo ideal para ser barrido por los golpes rectos del campeón.
A Davis, por tanto, se le pedía estar a la altura de su apodo de Superman para lograr una hazaña en la que ni las casas de apuestas ni el público creían, ignorando que, además de coraje, el estadounidense tenía una mandíbula a prueba de bombas… y sobre todo, un corazón inmenso.

Un combate para corazones fuertes

Que la noche no sería un paseo para Breland se entendió desde los primeros asaltos. Davis, de hecho, sin dejarse intimidar por el prestigio del rival ni por el hecho de estar ante la primera gran oportunidad de su carrera, demostró muy pronto que podía causar serios daños, sacudiendo al campeón tanto en el primer como en el segundo asalto con su directo de izquierda.
Lo que muchos boxeadores utilizan como simple golpe de advertencia era, en el caso de Davis, un auténtico disparo, para el cual Breland no encontraba respuestas.
La superioridad inicial del retador quedó aún más clara al final del tercer asalto, cuando una serie de golpes consecutivos aturdieron al campeón y lo obligaron a besar la lona.
Después de solo nueve minutos de combate, la violencia de los intercambios ya había dejado huella en los rostros de ambos púgiles, sangrando y marcados; especialmente preocupante era el ojo derecho de Davis, visiblemente inflamado: examinado cuidadosamente por el médico del evento, el retador se adjudicó también el cuarto asalto, pero el esfuerzo realizado y la visión parcialmente afectada lo obligaron a tomarse un respiro en el siguiente.

Las últimas palabras célebres…

Una inspección médica adicional convenció al joven boxeador de lanzarse desesperadamente en busca del nocaut, temiendo que lo detuvieran por lesión: su sexto asalto fue, en efecto, generoso y vibrante, pero Breland no perdió la calma, se defendió con orden y volvió a tejer su red.
El público, compuesto en su mayoría por seguidores del campeón, percibió el cambio de inercia y trató de empujarlo hacia la victoria: Breland ganaba en confianza y fuerza, y en la segunda mitad del octavo asalto conectó golpes demoledores.
Cuando ya todo parecía perdido para Aaron Davis, con el rostro convertido en una máscara de sangre y la fatiga afectando cada uno de sus movimientos, el comentarista estadounidense que transmitía el evento pronunció lo que en el argot se llaman “las últimas palabras célebres”:
“Ahora Davis está prácticamente peleando solo con la izquierda. No creo que haya lanzado un solo derechazo en este asalto.”
Pasaron apenas unos segundos desde esa afirmación… y el derechazo de Superman estalló con una violencia inaudita, dejando al pobre Breland inconsciente: ¡el joven Aaron Davis, de solo 23 años, era campeón del mundo!

Aquel combate brutal marcó el final del éxito para ambos protagonistas. Tras subir al peso superwélter, Mark Breland no logró volver a la cima y cayó rápidamente en declive, mientras que Aaron Davis, que perdió el título en su primera defensa ante Meldrick Taylor, jamás volvió a ser campeón del mundo.
Sin embargo, las emociones que estos dos formidables atletas nos regalaron aquella noche quedarán para siempre como un monumento a la fascinante dramatización de este deporte.

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